El encuentro de dos personas es como el choque de dos trenes que colisionan sin ningún rasguño. En el caso de los humanos, solo si se se abre el corazón hay peligro de vulnerarse. ¿Se puede vivir sin rasguños en la carrocería? Quizás. Es válido, a mí no me gusta ver películas de perros que se pierden y de niños que mueren de enfermedades, así que no veo por qué a la gente le guste abrirse para que otro ser humano lo conozca en su parte más blandita. Punto para los invulnerables.
Los que vamos con la coraza de adorno corremos siempre el peligro de caernos al barranco y tardar 3 horas en ser rescatados por la patrulla espiritual y/o, las buenas intenciones de los amigos. O la terapeuta que te paga la empresa, porque nomás no ven claro el por qué su elemento más brillante y sagaz no da muestras de querer alinearse. Perdón, jefito, tengo problemas de autoridad. La mayor ironía de mi vida es perseguir el cumplimiento de la ley, desafiándola al mismo tiempo.
El periodo de la recuperación de la desbarrancada depende de cada quién; habremos quienes tardemos 472 meses en entender que lo que gusta, lo jugoso, lo peligroso y nocivo para nuestro bienestar es precisamente el veneno a evitar ingerir. Entendiblemente no ayuda a que al veneno lo guarden en la alacena de comida, dentro de una botella de refresco porque invariablemente le vamos a dar un sorbo sin querer y ¡puaj!, intoxicación segura (ok, ese concepto es muy 60´s pero ustedes agarran la onda, ¿no?). Y tampoco ayuda la percepción bien alterada de la realidad que varios nos cargamos, creyendo que "no va a pasar nada" si "nada más es la puntita", pues las oportunidades de volver a abrir heridas o simplemente de ponernos en peligro, nos vuelve una especie de bebés aprendiendo a caminar, queriendo tocar todo lo que parece brillante, de avanzar sobre lugares que no son seguros (como el filo del corazón de un invulnerable) y así vamos nuevamente, como en navaja de Ockham emocional, hasta que volvemos a caernos al barranco. Vuelta a cuidados intensivos.
Pero resulta que un rescatado de desbarrancamiento emocional es como un alcohólico, el mismo que a la sociedad le vale madres cuidar. La sociedad, la vida, el entorno en el que insistimos movernos nos pide que seamos "resilientes", fuertes,pero que tampoco nos de culo regresar a torear al ¿toro? y que le entremos con güevos a la vida, total, somos todos bien machos y muchos y la vida hay que vivirla al extremo. Y sí, habrá quienes caigan en el garlito de regresar sobre sus pasos y ponerse las de dios es padre, acabar más sanjuaneados que el santocristo y más arrepentidos que Judas.... (wait, ¿no aman mis metáforas bíblicas?), regresando al ruedo a insistir en que aquello que más lo daña (y que más disfruta) ha sido dominado y no hay nada que temer.
¿Por qué insistir en actitudes sucidas? Ni idea.
Sin embargo y de acuerdo con las estadísticas, sí hay uno que otro sujeto que se llega a recuperar de su adicción a la barranca y ante el peligro inminenete, incluso ante el simple olor a tierra del piso más rocoso y doloroso dice "¡ni madres, este tango yo ya lo bailé y no me gustó la zangoloteada que me pusieron." El camino a la sobriedad es lento, es super doloroso e incómodo. Mientras ves cómo se divierten los demás y sin rasparse, uno va contándo los días que faltan para llegar al sábado y quedarse en casa, cortinas cerradas, gatos encima, ruido contenido. Como un capullo de donde nunca sale la mariposa porque la oruga no atina a terminar de aprender lecciones de tejido y de vida.
¿Esa oruga querrá bailar? Sin duda. ¿A quién no le gusta el desmadre? Pero quizás -y sólo quizás- este sujeto en rehab está asimilando la lección finalmente.
Apiádense de él, ayúdenlo en su sobriedad y sobre todo, respeten el proceso que ha vivido (y los pinches raspones que se ha llevado, rodando sobre la tierra). Creo que si todos tuviéramos consciencia de lo doloroso que es la recuperación emocional, no nos trataríamos con tanta rudeza innecesaria.
En fin, eso último se lee como pedirle al lobo que no se coma a las ovejas pero no sería yo si no externo lo que pienso.
Sin otro particular, quedo de ustedes, mis menos cinco lectores de siempre.