viernes, 18 de enero de 2013

CICLOS.

¿Les digo algo? Me siento sumamente nerviosa para escribir esta entrada.
No es la cafeína, no son las mariposas amarillas (que en éste punto volvieron a ser capullos) ni mis amibas habituales. Es el nervio de mostrarme vulnerable y haber perdido la costumbre de satirizar mis desgracias. 
Porque han de saber que la llave de mi camioneta lleva extraviada 4 días, los mismos en los que he tenido que aprender diversas lecciones.
Bien dicen que se necesitan de las grandes sacudidas para que un reaccione, cambie de punto de vista o tenga revelaciones que lo hagan avanzar.
Pues así estoy yo, queriditos.
Y créanme, no quería estarlo.
Fuera del aspecto económico, el perder esa llave -la cual ya había perdido muchísimas veces, teniendo la suerte de encontrarla siempre (obviamente)- me ha puesto cara a cara con mi realidad, que es el que manejar ya se había convertido para mi, en una suerte de desgracia.
No tengo mucho tiempo de conductora, y como todo al principio, fui dando pasos de bebé. Poco a poco me di cuenta que no era tan maleta para ello, no tengo en mi historial choque alguno y las situaciones de tensión (como quedarme sin gasolina, llanta ponchada, etc.) las resolví airosa. Yo sola, en un país donde la consigna "Mujer al volante, Peligro ambulante" es algo "chistoso" y donde los únicos que manejan "como Dios manda" son los hombres.
Entonces, yo me ensoberbecí. Manejaba con una petulancia, una velocidad y una temeridad que ciertamente hizo temblar a muchos, entre ellos a mi propia familia.
El diario manejar se convirtió en un reto permanente, una reafirmación de mi autoestima en mal plan.
Muchas veces mi propio Matius me pidió que no fuera tan rápido, que no tocara el claxón o que respetara a los que caminaban. 
Mi santa madre sufría como copiloto. Alguna vez me dijo que mejor manejara un microbús y ¿saben qué? En lugar de ponerme a reflexionar sobre sus palabras, me dió risa y una sensación victoriosa, algo así como "qué fregona soy".
Pues todo eso se acabó el lunes que la llave de mi camioneta desapareció.
La usaba por separado del resto del llavero, pues la carcaza estaba rota y nunca hice por cambiarla.
De las veces que la perdí, la encontré invariablemente tirada en el piso, junto a mi camioneta en el jardín- garage de mi casa. Y en vez de hacer algo al respecto, continúe con mis despistes.
Me detengo un momento para decir que los olvidos y distracciones se han incrementado en mi. Cada día son más y más frecuentes. Y ya no puedo tapar el sol con un dedo, volví a caer en la depresión. La neta.
Soy una medio creyente de que las cosas pasan por una razón. Por pendej@, claro, sería lo más fácil de pensar. Lo segundo sería en decir que las cosas me ocurrieron para hacer un alto en mi vida y reflexionar hacia donde estoy caminando; para protegerme de mi misma en mi carrera destructiva  manifestada en el mal manejo y sobre todo, para pensar en que no siempre el trecho conocido es el mejor.
He recibido lecciones de humildad al andar de nuevo sufriendo con mis bultos en el pesero, al cruzar calles como peatón que no es respetado, como mujer que ha perdido un poco su femineidad al tratar de igualar la testosterona al volante y como ser humano al entender que si dejo de escuchar mi voz interior estoy comprando un boleto directito al carajo.
Son muchas lecciones en poco tiempo. No les diré que no he llorado, primero por el costo de mi chistecito; pero luego, cuando me permito bajar la guardia, por toda la maraña que tengo que desmadejar hasta encontrar la punta de la verdad. Mi verdad, mi espacio, mi ser, mi futuro...
Sí amiguitos, la vida siempre encuentra la manera de que aprendas algo que tienes pendiente y no por ello se deja de gozar. Al contrario, se suma a lo que ya tienes y que no debes dejar de valorar.

* * *

En otro orden de ideas, estoy muy emocionada porque el amor de mi vida cumple años el domingo.
Justo nació un domingo.
Recuerdo que su papá y yo estábamos super nerviosos unos días antes (NUNCA pidan el ultrasonido en 4D); el sábado previo fuimos a cenar a Coyoacán y de regreso a casa, sentí que estaba a punto de conocer lo más extraordinario del Universo.
El domingo temprano pasamos por mis papás para que nos siguieran hacia el hospital y a las 11:05 a.m., el Matius estaba conociendo el mundo.

A partir de ese día supe que mi corazón caminaría fuera de mi cuerpo para siempre. 

No ha sido fácil este camino, nunca lo será. Espero que Dios me preste la fuerza, el ánimo, la fortaleza para seguir impulsando los sueños sabor canela del pequeño hombrecito que está a punto de cumplir 5 años.

Feliz cumpleaños a mi ratita -no tan- bebé, al gatito que me despierta todas las mañanas con un sandwich de panza y unos piecitos que exígen ser cosquilleados.
Feliz Cumpleaños al Matius.

martes, 8 de enero de 2013

Moonrise Kingdom, la película.

Escribir lo que sigue implica la confesión de un crimen. En lo que me echo un trompo entre la moral y la ética, les daré un breve momento para que aumente su emoción de leer La Gatería en martes, nuestro ya amado "lunes para perdedores".

***
Bueno pues ya llegó la época del año en la que la cartelera cinematográfica se pone chabocha. 
Lamentable es la situación del cine nacional, que sólo parece existir cuando dieguitos y gaelitos rondan por acá, pero ese es otro cantar del que no nos ocuparemos el día de hoy. Lo anterior sólo fue curarme en salud para no recibir chayotazos mal dirigidos hacia mi persona por lo que sigue: al ser la época de premios de la industria joligudense, las distribuidoras nos hacen favor de venir a poner una que otra joyita entre cerros de porquería celuloidal. 
Y una prueba de ello es "Moonrise Kingdom". ¡Qué belleza!
Una noche en la que me sentía más sola que un pingüino en Cuernavaca (97.7! 97.7!) me acomodé en la sala de mi casa, dispuesta a zappear toda la noche mientras el sueño me venciera. Como tener más de 300 canales no es suficiente, puse una película y aquí es donde viene mi confesión: era pirata...tsssss!
Bueno, el chiste es que ya vi la película de "Moonrise.." y efectivamente, es toda una belleza.
¿Por dónde empezar? 
Mencionar la ambientación como una protagonista más sería exagerar pero, la verdad es que ahí radica el encanto de la mayoría de las películas de Wes Anderson.
El humor negro con el que transforma las situaciones dramáticas en una expresión nihilista de las emociones es otro plus.
El derroche de "estrellas" en sus films es algo que a la gente suele gustarle.
La iluminación será la delicia para todos los amantes de Instagram, pues sus filtros suelen ser una oda completa a la década de los 70´s sin que necesariamente la película se encuentre situada en esa época.
Pero lo que a mi me rompió el esquema fue la historia...
Sin que les hable de más, les diré que la historia me recordó mis años como girl scout.
Fueron todo un éxito, creo que mi autoestima nunca estuvo mejor que cuando era la comandante de una patrulla en mi manada y mi nombre de Bosque era "Alexi", una gaviota medio atolondrada pero de muy buen corazón.
En la historia, un boy scout se escapa de su campamento para huir con su amada, una chica seria y decidida a dejar todo por él.
Y bueno, yo no me quise escapar con ningún chico (al menos, no tanto así) pero sí recuerdo haber estado enamorada de un lobato. O bueno, un chico que también era scout.
Lo malo de ese amor es que él era un poquitito más chico que yo, así que aquello no podía ser pues además de que ningún niño que se respete acepta que le gusta una niña, si la niña es más grande que él pues el asunto adquiere proporciones desastrosas.
Así que nosotros nos contentamos en mostrarnos nuestros respectivos ardores mediante patadas, pellizcos, pistas falsas y mensajes cursis en clave morse.
Eramos muy felices a lo lejos, comunicándonos en clave y robándonos besitos a escondidas, cuando ibamos a recoger leña. Sip, ya era toda una cougar cuando aún no tenía edad legal para ello.
Cuando la adolescencia me tomó por sorpresa, mi condición depresiva se agudizó y dejé de ir a los Scouts. Por consiguiente nunca supe qué fue del tal "Pablito" y no se crean, hay cuestiones amorosas que dejan huella. 
Es por eso que al ver la peli en comento, mis recuerdos se dispararon hasta el cielo.
Vayan a verla (no sean piratas como yo) y dejen que la atmósfera se les meta hasta el tuétano, removiéndoles recuerdos de amores en stand by; déjense intoxicar por la falacia de que el amor todo lo  puede y emociónense hasta las lágrimas cuando llegue el final.

¿De qué más puede estar hecha la vida sino de una impresionante colección de momentos en los que sentimos un piquete en el estómago?

Sean dichosos y felices, pues nunca se sabe cuando una película puede llegar a remover sus fibras más sensibles...

 (¡eso qué!)

lunes, 7 de enero de 2013

Ready? Go!

Y bueno, el año empezó hace casi una semana pero para mi el año comienza en unas horas, que es cuando el Matius retornará a la escuela y yo sentiré un huequito culpable en el estómago (y les juro que no es por mi nueva dieta). El banderazo de salida lo dará el despertador a las 6:00 a.m. y ni siquiera tendré el consuelo de algún bonito mail en mi buzón, así que la ducha fría para reafirmar mis muslos será lo que me ponga en órbita. Lo primero será darme cuenta que fue mala idea hacerme rosca todo el santo día, en lugar de ir al super y comprar el desayuno y lunch del Matius, para seguidamente empezar a maldecir el hecho de haberme gastado casi cuatrocientos pesos en unas uñas muy sexies para el 31, pero que a las 8:10 a.m. sirven para maldíta la cosa, pues no puedo abrochar el uniforme -mal planchado- de mi patroncito y estamos a punto de que nos cierren la puerta en las narices.
Ya entregado el paquete, el siguiente paso será ir corriendo a Lumen para averigüar si aún quedan agendas decentes pues aunque los teléfonos ya tienen esa función, ustedes y yo sabemos que no puedo vivir sin un pedazo de papel y un bonito bolígrafo en la bolsa; además de la ilusión que me hace estrenar agenda cada año, aunque luego termine arrumbada a mediados de Abril.
Ya con la agenda 2013 en la mano, escribiré mis propósitos de este año: bajarle a la engordadera, ser más paciente con mi gato, ser más flexible con el Matius, probar los anticonceptivos intravenosos, tal vez no enamorarme tan seguido... o sea, un sinfín de buenas intenciones que trataré de cumplir cabalmente (es eso o de nuevo tendré que adquirir curitas extra resistentes) y que en caso de emergencia, procuraré que sean lo primero que desaparezcan de mi lista de promesas a olvidar.
Después de filosofar un rato conmigo misma, me lanzaré al super a comprar mi vida entera. Espero que los jitomates y las cebollas sean buenos compañeros para este nuevo comienzo que me aterra y está lleno de claroscuros, pero que deberé enfrentar si es que quiero superar mi récord del año pasado. ¿Que cual récord? El de días sin antidepresivos y/o placebos, queridos.
Con suerte, en el pasillo de Ferretería soltaré algunas lágrimas por las cosas que no puedo cambiar; en Carnisalchichonería pediré valor para cambiar las que sí puedo y ya para cuando llegue a Frutas y Verduras, espero reunir un poco de inteligencia para no hacerme tonta y enfrentar la diferencia.
Con el súper en la cajuela, pasaré a recoger tooooda la ropa que dejé acumular en la tintorería, regresaré a casa para organizar el refri, la despensa, el clóset de Matius, su juguetero, su librero, mi clóset, mis cajones, mi corazón...
Y con el tic tac bailando en mi cabeza, correré a recoger al Matius, rogándo a la máxima deidad existente que no se de cuenta que a su mamá le hace faltan unos ¿qué les gusta? 2190 días hacia atrás para poner en orden su existencia y ahorrárse éste malestar que no la deja concentrarse ni enfocarse en su vida.
La misma vida que está corriendo a toda velocidad pidiéndo ser disfrutada sin culpas y sin "hubieras" y sí con nuevas perspectivas de progreso y aceptación.
Por eso es que yo les decía que mi año comienza hoy 7 de Enero de 2013, día en el que mi horario me indica 5 horas "libres" para pensar y reflexionar en todo lo que quiero alcanzar como mujer.
Habrá deseos que serán IMPOSIBLES de conquistar, yo espero no aferrarme a lo imposible y poder seguir adelante.
Aunque este barco pirata -de momento- se niega a partir sin un pasajero.

We're devil's, we're black sheeps
We're really bad eggs
Drink up, me hearties yo-ho
Yo-ho, yo-ho, a pirate's life for me...





sábado, 5 de enero de 2013

¡Bienvenida Monarquía Consumista!

Hay cosas que sólo se escuchan -o leen- mejor en cierto idioma, así que no hay por qué enojarse por el título, si?
Están a punto de acabar las vacaciones del Matius y mañana llegan los Reyes Magos.
Cuando yo era niña (aúllen, lobos!), las vacaciones de diciembre eran chidas porque las pasaba con mi mamá. Nada de cursos de verano apestosos ni otra cosa por el estilo. Era estar calientitas y bien provistas de las chucherías de la época.
La cena de Navidad invariablemente se celebraban con la Abuela Ofe; mi papá solía hacer las piñatas con la casi prehistórica olla de barro y las figuras iban desde un payaso hasta una rosa, pasando por un barco y un rábano.
La fiesta de Año Nuevo la disfrutaba con la familia de mi mamá; intercambiábamos regalos y a mi casi siempre me tocó regalarle a mi primo Gabriel y viceversa. Sobra decir que ninguno de los dos recibió lo que quiso, pero a ambos nos regañaron por igual por creer que nos revelábamos los regalos. La verdad es que siempre estábamos planeando robarnos las uvas, pues aprendimos que lo de los regalos era un asunto perdido para todos.
Y luego, la víspera de Reyes...
Como viví en esa época por el centro, la noche previa al 6 de Enero era típico que pasearamos por la Alameda Central, antes de que la remodelaran y mandaran a la goma a los sets fotográficos de los meros Reyes Magos. Nos tomábamos la foto y yo por más que tratara de parecer seria e interesante, las barbas sintéticas me hacían reir y enseñar tremenda mazorca sin querer.
Terminado el shooting, pasábamos a escoger el globo que llevaría mi carta a las mismas personas con las cuales me había retratado previamente (supongo que sus achichincles recibían y clasificaban las cartas, mientras los patrones se tomában fotos en la Tierra) y luego de varias pruebas de vuelo, lo soltaba junto con otros chavitos en el Hemiciclo a Juárez.
Luego de sendos atascones de churros y otras gusguerías, retornábamos a nuestro hogar a esperar a que Melchor, Gaspar y Baltazar hicieran su arrivo trayendo mis chivas.
Al día siguiente, lo primero era hacer el check list de mi pedido y no es por nada, pero los Reyes siempre se lucieron conmigo.
He de decir que siempre me trajeron lo que pedí (excepto a los 25, pero esa es otra historia), creo que bien pueden considerarme entre los afortunados que están agradecidos con ellos y tienen cero demandas mías en el Tribunal de la Haya por incumplimiento de contrato.
Después de descubrir los juguetes y de que la primera emoción pasaba, lo segundo era llamar a mis primos para indagar lo que les habían traído, gozar, comparar y olvidar la información, para entonces empezar a dar lata con los juguetes.
Sí, los Reyes Magos son de los recuerdos más bonitos de mi niñez y lo que más disfrutaba en la vida...hasta que me convertí en la mamá del Matius.
¡Dios, qué problema es esto de detentar ahora la corona!
Aparte de que sangran el presupuesto familiar (adiós zapatos "Dentelle" de Christian Louboutin!) encontrar los juguetes soñados se convierte en una odisea peor a la de la búsqueda de drogas sintéticas en Ajijic (ay cielos, qué horrible comparación)
Simplemente los juguetes de éste año han sido los más sufridos puesto que yo creí ingenuamente que el Matius ya se había decidido y cuando hizo sus cambios de último momento ¡sopas! era demasiado tarde para encontrar el regalo ideal.
Y luego está el ponerse de acuerdo con el papá de Matius: él le va a comprar esto, pero yo ya se lo había comprado, pero entonces él quiere otra cosa, pero yo no, pero... ¡puro problema por unos cuantos juguetitos!
Por el momento, aún sigo en la búsqueda de los últimos obsequios y yo espero que por la noche, el Matius esté exáusto para que yo pueda acomodar sus regalos, mientras me zampo las donas con leche (¡iugh!) que les dejará como cebo.
Con todo, qué delicia será ver su carita de sorpresa al despertar y ver los cerros de pistas jotgüils y pelotas y chunches varias que pidió...

... ¡Eso si las encuentro pronto!