Anoche, en ejercicio de mi soltería y de la custodia “compartida” (ja ja… compartida), me metí al cine a ver la muy mentada y sobada “Romper el círculo”.
Quiero aclarar y contextualizar que en la oficina, en las redes sociales,
en todo lo que alcanzó a abarcar mi mirada en las últimas semanas, el tema era la
película: que si muy buena, que si muy buenísima, que si me iba a salir
llorando, que si la Bleik Layvely esposa del Detpul, que si el guapo, que si
las pinches arañas.
Total que llegué a la sala y empezó la peli y todo iba lento, todo era tonos cálidos de otoño, era Maine, era Boston, era la Bleik actuando sus mismos pinches rangos emocionales, era el director de la película actuando en el papel del interés romántico de la protagonista, era el noviecito de la preparatoria, eran los recuerdos y sin deberla ni temerla, a las primeras de cambio, ¡madres!, que le sueltan un trompazo a la Bleik que la dejó viendo estrellitas y de ahí todo fue en picada. La película inexplicablemente se convirtió en un muy mal show que intentó abordar el tema de la violencia en las relaciones románticas, pero sin el análisis, sin la sustancia y sin dar correctamente el mensaje. PARA MI.
Y hoy que llegué a la oficina, lo primero que quise hacer fue reclamarle a la chica que me la había recomendado, PERO, vi su carita esperanzada de "¿le gustó, licenciada?" y no tuve corazón para decirle que era un bodrio. Tampoco le dije que qué pinche chulada, qué barbaridad, ni Godard, pero traté de dar mi opinión sin romperle la ilusión que le había provocado a ella (y a toda su generación), sobre todo, la buena leche con la que me la recomendó.
No se las voy a spoilear, gasten su lana y pierdan su tiempo como yo y
nos vemos al siguiente post.
Chop, chop.
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