Ayer mi pal me envió una foto: era el Matius acostado en la cama del hospital, con el collarín y todo intravenoclisado. Me dijo: hace un año...
Me impactó.
Un año ha pasado desde aquel día en el que me hablaron de la escuela del Matius diciéndome que se había golpeado la cabeza y que había estado "un poquito" inconsciente, la carrera que pegué desde Polanco hasta Coapa con el corazón hecho pasa, tratando de entender qué estaba sucediendo, cómo lo iba a encontrar y cómo iba a ser la vida a partir de ese accidente.
La historia es conocida: fractura parietal, pleitos legales con la escuela, con el jóven que lo empujó, una resiliencia poderosísima en el cuerpo y alma del Matius, final feliz donde entra a la prepa y falalalalá. Es un chico hermosamente sano, amoroso, con sus issues pero mío y de mí.
¿Y yo?
Sé que ya no volví a ser la misma desde ese día.
Ahora sé que mucho de mí murió entre el hospital, la escuela, la agencia del MP, el médico legista, la fiscalía, las audiencias, las mil explicaciones del incidente con quien me preguntaba, peleas y ruptura con mis padres, dificultades en la oficina por mis ausencias, los sentimientos encontrados de Alo, la preocupación permanente por la salud y capacidad del Matius, su pase a la prepa... Todo lo demás pasó a segundo plano: amigos, pasatiempos, hábitos bonitos que tenía, el amor a mi trabajo... nada se me hacía relevante porque lo más importante era el estar hiper vigilante a cualquier cambio que tuviera Mats en su salud física y emocional pues era el cerebro, su hermoso cerebro el que estaba comprometido. Nada fue más importante que cuidar a mi ratita mayor... y ¡dios, qué cansado ha sido todo eso!
Luego, no poderlo procesar, no poderlo sacar de mi alma ni de mi sistema porque no tenía las herramientas para hacerlo, ya que lo más obvio para mi fue hacerme cargo de mi y mis sentimientos sin tener que compartirlos, sin querer que alguien llegara a tocar la herida porque nadie entendería lo que yo estaba pasando. ¿Cómo compartes eso? A nadie le importaría -aparentemente- porque nadie había traído al Matius en su panza mas que yo y nadie, ni su papá, parecía que detendría su vida para adaptarla a los tiempos en los que él vivió su recuperación.
Y lo intenté, sé que intenté tener una vida normal, por mi y por Alo. Pero nunca entendí (y al parecer, esto es una constante) que una vez que algo se rompe, nada puede hacer que vuelva a su forma original y uno debe fluir a partir de esas nuevas circunstancias.
Los japoneses han explorado esto, lo han tratado de explicar ampliamente. Ellos no se rasgan las vestiduras ni viven duelos eternos, ni se desgañitan en dolor. Ellos toman las piezas de aquellas vasijas valiosas -y rotas- y las unen nuevamente mediante una aleación de metal y oro: kintsukuroi.
Entonces, yo empeñada
en volver a funcionar, a ser, a existir "como antes", no me di (ni
medí) cuenta que ya no era esa Dana de la que aún quedaban resquicios en éste
blog o en mis posteos diarios en mis rrss. ¡Porque ese era mi anhelo, ese era
mi deseo, volver a ser esa mujer a la que no le han pasado las desgracias
encima, en lugar de haber entendido y aceptado que shit hapens, y
que los madrazos son tan fuertes que te cambian por dentro! Y pensando en que aún
podía manejar la vida con la idea de que aún era la Dana de antes, me lancé en
muchas empresas sin analizar que no, ya no era la cándida Dana. No honré mi
oscuridad, no viví el duelo por la muerte de mi ser, no terminé de conocerme
nuevamente y lo más importante: aceptarme carente, rota, con necesidades
específicas que ameritaban ser cubiertas, antes de volcarme a cubrir las de los
demás, porque ese periodo de cuidar y resolver me ha dejado agotada, abandonada
y lastimada... y la gente herida hiere a los demás. Eso no está bien, yo no
quiero seguir relacionándome y perdiendo a las personas que amo en el camino.
Ahora me toca volver a mi, recoger todos los pedazos de mi ser, reparar nuevamente mi vasija-corazón escogiendo los materiales más preciosos para hacerlo y abrazar a la Dana que soy, que saldrá de todo ese proceso.
Qué falta me hace mirarme, abrazarme, perdonarme; hablarme bonito, cuidarme y quererme como he querido y cuidado a la gente que amo. Está cabrón hacerlo porque siempre he operado dejándome hasta el final. Pero coincido con las Karys: Dana necesita a Dana y la necesita al 100 %
Ya no hay tiempo para seguirlo perdiendo ni para envidiar la relación perfecta: Necesito crear la relación perfecta conmigo, ser consciente de que necesito mimos, necesito cuidados, necesito descansar de la hiper responsabilidad de una casa, de una familia, de una pareja, de un área legal y de la necesidad de controlar todo, necesito soltar la perfección, la necesidad de complacer, de agradar y de intentar ser perfecta para los demás. Ya se probó que no lo soy y no lo seré. Ya no quiero castigarme más por eso.
Tomo oro de mis cualidades, tomo resina de mi fortaleza y mi grandeza, tomo mi ternura, tomo mi amorosa forma de ver la vida, tomo agua clara y comienzo a pegar los pedacitos azules que están dispersos.
Se que a su tiempo, podré volver a contener.
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