viernes, 26 de agosto de 2011

It's party time!

"Estaba plácidamente un día Dana..."
¡Qué les cuento! Si están leyendo esto es porque seguramente he sobrevivido a la primer semana de clases del niño chiquito que vive en mi casa  y que berrea porque un día no quiere ir a la escuela y el otro tampoco.
Esta cuestión –la de “no quiero ir...”- me resulta ya sospechosa, puesto que semanas antes me acompañó a todo el relajo de inscripción, recorrido, pláticas magistrales de mamitas con hijitos en equis escuela, compra de uniforme, útiles y cuanta chuchería escolar necesitó.
Y todo lo hizo con mucha emoción y alegría.
Es más, nos aventamos la puntada de largarnos a cosechar elotes un día antes y con todo y que se divirtió en la milpa elotera, aún así quiso regresar a casa para preparar su mochila e ir a clases al día siguiente.
Así que ahora no me explico el por qué de su negativa para entrar al recinto del saber.
Tengo varias teorías, pero como siempre, me decantaré por aquella en la que mi hijo no tiene implicación directa y es una blanca paloma. Como cualquier madrecita mexicana, como por qué habría yo de ser la excepción, ¿verdad?
Pero eso no es todo, también es que he sobrevivido (hemos, querida, hemos...) a un aniversario más de estar amarrada a una Marmota.
Así es. Hoy cumplimos otro añejo más de casados -es decir mañana, pero MÚLTIPLESCOMPROMISOS nos obligan a medio festejar hoy- y con un desayuno imposible (gracias ensalada de lechuga con fresas y nueces) y una rápida visita a la peluquería es con lo que hemos festejado este año salvaje en lo que nos ha sucedido de todo.
Pero de veras, de todo.
Y bueno palabras más, palabras menos, seguimos sumando millas de viajero frecuente en el viaje de la vida en pareja, no importando si pasa más tiempo con sus diseñadores que conmigo. ¡No, no, no es reclamo! ¡Cómo creen! Yo soy incapaz de una reacción pasivo-agresiva hacia la falta de timming que hemos padecido reciéntemente. Estoy conciente que el ser de planetas diferentes le ha agregado un extra a la relación y que sin esos GRANDES espacios que me deja para estar sola, LA GATERÍA no existiría. 
Pues sí, así las cosas.
Pero no les platico la película, mejor vayan a verla.
JA!

viernes, 19 de agosto de 2011

Paris, Je t'aime...

Anoche acudí al cine para ver "Midnight in Paris", lo cual era perfecto debido al intenso día vivido con mi hijito. Como que hacía falta hacer algo más "de adultos" para no pensar que mi vida es un perpétuo "Mundo de Kolitas" mezclado con (aquí ponga el chow infantil que mejor recuerde).
Y bueno, aquello prometía. Sentada cómodamente en un sillón muy mullidito, provista de viandas varias y bebestibles apetitosos (ok, ok... mis nachos de siempre con mi sempiterna cocacola) me dispuse a que Allen me sorprendiera una vez más.
Y lo hizo. Y de qué forma.
Empezar una película que sugiere un lugar geográfico real sin algo más que la música e imágenes de dicho sitio, es poco menos que un cliché. Pero con Woody Allen todo es un eterno cliché que sin empacho, cae re bien. En dicha cinta, las imágenes de París a distintas horas del día son algo que no me esperaba, me sorprendieron gratamente, es más, confieso que me hicieron llorar.
¿Por qué lloro cuando evoco a París?
No se, por ningún otro lugar siento lo mismo que por la muy popular capital francesa.
Debe ser que desde chica, al estudiar ballet, sin querer queriendo se me fue metiendo un efluvio francés en la música, al ejecutar los jetés, sautes y demás. Lo cual se agravó al quedar en el único grupo de la secu que estudiaba francés y por consiguiente, soportar el zezeo y el mal humor de los profes de french en la prepa.
La estocada final vino cuando Tonny Giralt me conquistó a fuerza de comentarios ingeniosos en dicho idioma (y de los cuales nunca me recuperé, eh Tonny?) en mi página del myspace (hace tantísimos ayeres...)
Pues ya, total que la peli es sostenida con los numerosos gags woodyallenianos de siempre. Sólo que ahora el chico tímido y tartamudo ya no es el propio Allen, sino aquellos actores que en casting han imitado mejos su dubitativo actuar y su tartamudeo nervioso que es trademark del universo allenesco.
Se que los críticos puristas odiarán mi reseña, puesto que no he dicho que sale la primera dama de Francia (pésima, por cierto) ni que Rachel McAdams está perfecta en su interpretación de "regular american girl" y terminas detestándola por su falta de mmmm, digámoslo así: charm.
Ni hablar de Marion Cotillard, actriz a la que nunca termino de agarrarle la onda. No puedo decidir si es terriblemente bella, si sólo es simpática, si de repente habla como boba o si simplemente es fabulosa.
Pero la historia...
Qué banquete inesperado de historia y de literatura americana. Curiosamente la historia es muy parecida al cuento The Kugelmass Episode donde el profesor Kugelmass viaja a la novela con ayuda de un armario mágico. Aquí, en vez de mueble, es un auto antiguo quien transporta al protagonista a una fiesta interminable en París de los años veintes.
Desfile de Hemingway, Picasso, Gertrude Stein, Luis Buñuel, Man Ray, Dalí, los Fitzgerald y Cole Porter, exaltando aún más el misterio de la Ciudad Luz al mezclar el presente con el pasado.
La verdad es que más que encantada he quedado con esta película. Aprendí que la nostalgia -tan usual en mi- es una negación del presente.
Y con aquella afirmación, por el día de hoy andaré muy derechita.
P.D. La Gatería felicita calurosamente a menos una de sus menos cinco lectores... Naucy.
(¿Ya puedo pasar por mi cheque?)

miércoles, 17 de agosto de 2011

JÚRAME...

Por regla personalísima, tengo prohibido evocar "ciertos" recuerdos que pongan en evidencia lo nostálgica que me siento en algún momento, al dar cuenta de las decisiones que tomé y a quienes "dejé atrás" (cada vez que mi madre me cacha en el ejercicio de retrotraer el pasado, se sienta conmigo y suelta su frase "...eso sí, FULANITO te quiso mucho" ¿¡TE CAE!?)
Pero casi siempre, por culpa de mi débil mente que todo lo asocia (olores, colores, sabores, canciones, largo ETC.) me delato.
Tal fue el caso de la canción "Júrame", en la voz de Ely Guerra y unos muffins de chocolate.
No, no. ¡El acabóse!
Fue... digamos... ocioso. El oso que me aventé con la Marmota fue malamente descomunal y ps sí, estoy ultra conciente que la regué y que ni diez litros de mi famosa agua de zanahoria con limón (que le encanta) lo van a componer.
Déjenme que por ésta vez la letra les diga todo:



Todos dicen que es mentira
que te quiero
porque nunca
me habian visto
enamorada
yo te juro que yo misma
no comprendo
el por que
de tu mirar
me ha facinado
cuando estoy cerca de ti
ya estoy contenta
yo quisiera que de nadie te acordaras
tengo celos
hasta del pensamiento
que pueda recordarte
a otra persona amada.

Júrame,
que aunque pase mucho tiempo
pensaras en el momento
en que yo te conocí.

Mírame.
pues no hay nada
mas profundo
ni mas grande en este mundo
que el cariño que te di.

Bésame,
con un beso enamorado
como nadie me ha besado
desde el dia en que nací.

Quiéreme,
quiéreme hasta la locura
y asi sabrás la amargura
que estoy sufriendo por ti

Todos dicen que es mentira
que te quiero...

Carámbas... viéndolo desde este punto, merezco que me echen a los leones.
Mínimo hasta que se me quite ésta maldíta infatuation pasajera.
O terminaré durmiendo -tal cual y sin miramientos- en el sofá.


lunes, 15 de agosto de 2011

A clases.

Entre todo el sarao que hemos estado viviendo y padeciendo, debo decir que el más adaptado ha sido el Matius.
Debe ser que cuenta con poderosísima capacidad de desdoblamiento de personalidad que lo hace capaz de transformar una clara situación adversa, en un fabuloso día de campo. Por decir algo.
Es su turno para ir a la escuela. ¡MI HIJO YA VA A ASISTIR AL KINDER!... ¡WOOOW!
Y yo, como buena madrecita abnegada, estoy hecha una espina (figurativamente hablando, claro. Mis redondeces habituales impiden que mi constitución física varíe tan rápidamente) ante tamaño acontecimiento mundial.
Desde recetarme el inevitable "tour" por las escuelas de la zona para averigüar a dónde carajos se van a ir mis impuestos -y de paso cerciorarme que la escuela no sea una fábrica indonesia clandestina-, pasando por  las preguntas de rigor por parte de las directotras que me hicieron desconfiar de mi absurda idea de llevarlo a educarse, hasta las pláticas con las mamáces, que como yo, buscamos que nuestros hijos desde el kínder connstruyan su camino hacia Harvard. Por decir algo.
Todo ha sido un constante ir y venir por el ya conocido tráfico escolar.
Pero ¿saben una cosa? Estoy muy emocionada; estoy muy feliz porque, siendo sinceros, la etapa escolar es la que mejor se me da. Como mamá, ¡OBVIO!
Lo anterior (la etapa de bebé) lo guardo como un nebuloso recuerdo donde voces ajenas a mi instinto maternoso se mezclan con caras largas y desvelos profundos al no saber ni que onda con los beibis.
Pero superada esa fase, lo que sigue va por mi cuenta. No en balde pasé anclada a una banca la mayor parte de mi vida. Por decir algo.
Y bueno, al fin podré darme cuenta de por qué le hacen tanto al cuento las mamis histéricas camino a la escuela, batallando con el infante que trae puesto el pantalón de la pijama mezclado con el uniforme, con un pedazo de pan dulce colgando de sus manitas, un bigotazo de leche chocolatada y terminando la tarea en el coche, porque ¿pus qué no son las tardes para jugar?
Lo repito: espero con ansias el primer día de escuela del Matius; ya quiero verlo con su uniforme, su mochila, sus cuadernos que con trabajos sobrehumanos forramos su padre y yo (¿a quién se le ocurre pedir un forro sobre un engargolado?) y sus enorme ojazos descubriéndolo todo.
Por si las dudas (porque ya nos conozco) llevo kleenex.
Porque la Marmota y yo somos pero re bien chillones.
(Y eso le da un oso a Mateo...)

viernes, 12 de agosto de 2011

Retomando el camino...


Pienso que debes conocer lo peor para valorar lo mejor que tienes en la vida.
Que de nada sirve tener absolutamente TODO si no lo apreciamos a cada segundo, a cada instante.
Amigos, nuestra existencia no está asegurada y es verdad que habremos de hacer un alto en nuestro camino –cada quien a su ritmo, cada quien a su aire- para darnos cuenta de lo insignificantes que somos y lo vulnerables que podemos llegar a sentirnos cuando perdemos la seguridad de nuestros pasos.
Mi vida cambió (again y para variar)
Cambió de manera abrúpta, corrupta e impune.
Cambió y siento la impotencia y la incertidumbre de quien va dejando todo atrás, intuyendo que no hay camino sino estelas en la mar.
Cambió y este “exilio” me sabe a dolor del que no te levantas sino con ganas de que la vida te siga dando de putazos (disculpen mi francés, mi profesora “Madmoiselle Yolanda Castro Castrejón” no sabía ni decir ““bonyur””), para terminar de curtirte y por fin decir “Nunca más”.
Así es, queridos menos cinco lectores. Démos gracias a la gente que vive resentida con la sociedad, a la gente que no soporta cinco minutos de realidad para irse a chutar lo que sea, con tal de “salir” de su bache. A la gente que le gusta lo ajeno y que en vez de procurarse un trabajo digno, prefiere emular a lo peor de la escala evolutiva a fin de saciar sus apetitos rastreros.
Démos gracias -¡cómo chingados no!- a los que tranzan y avanzan sobre cráneos de inocentes, a los que ven burro y se les antoja no uno, no dos, ni tres, ¡hasta veinte viajes!, llevándose entre las patas a los que puedan y se dejen. A los tramposos que se roban las ideas de los demás y reciben premios, a los que sin que les tiemble la mano, lanzan proyectiles de ignominia.
Tenemos lo que merecemos. Y si no nos gusta ¿a qué esperar para cambiarlo?
Dicen que el buen juez por su casa empieza. Sí, es verdad. Dejaré de piratearme blogs sólo para hacerlos reir...
No queridos, éste no será el foro “forever amargo” porque no viví treinta años en balde y mi vida es más de lo que hasta yo pienso. No volveré a mencionar cuánto he odiado a quien interrumpió mi inocencia ni sabrán de mis vómitos de veneno contra el culpable de éstas desgracias.
La vida sigue y esto solo me ha hecho más fuerte. Contra la rudeza de lo presente no pediré un minuto de silencio, puesto que callar fortalece al “lado oscuro”. Que se oiga fuerte y claro que precaución no equivale a miedo y que no nos vamos a dejar.
Sí, échenle un quinto al piano ¡y que siga el vacilón!