martes, 20 de enero de 2015

¡Sigamos celebrando!

...y de repente vi sus cachetes presionando suavemente los míos. Parecía que estuve esperando ese momento toda mi vida y que nada, nada anteriormente vivido tuvo el impacto que ese momento con esa persona estaba teniendo.
Pasó el tiempo y como en todas las relaciones ha habido altas y bajas. Hemos sido amigos y nos hemos retirado a nuestros respectivos rincones para poder pensar mejor las cosas y evitar herirnos.
Cada mañana que despierto el temor a perder siquiera uno de sus respiros es suficiente para impulsarme a levantarme y mirar como se le descuelgan los sueños y alegrías por sus enormes pestañas.
Lo amo, simplemente lo amo.
Y hoy, que cumple siete maravillosos años, no puedo dejar de recordar cómo fue que vino a convertir mi vida en lo que es hoy: un viaje sin ruta aparente, pero guiada exclusivamente por el amor.
Feliz cumpleaños a mi rata Bebé, a mi hermoso hijo mayor.
Felices primeros años, Matius.

viernes, 16 de enero de 2015

COMIENZOS QUE NO SON COMIENZOS.

Diciembre y el 2014 acabaron en huelga de sentimientos: se encontraron y se revolvieron haciendo que ésta, su humilde servidora, se encontrara frente a las decisiones menos importantes de su vida, en situaciones que ni fu ni fa y resultado de ello fue que ni me enteré que ya había llegado el 2015 hasta que lo vi plantado en el quicio de mi puerta, soltándome un "¡Quihúbole, chula!" tan soez que ni tiempo me ha dado de reaccionar...
Pasó el Día de Reyes con la consabida peregrinación al templo juguetero y la visita de las 7 tiendas, tratando de surtir el pedido del niño chiquito que vive en mi casa y como que más o menos fue agarrando color la situación de que un nuevo año había llegado, que los propósitos hechos de uvas ya tenían razón de ser y la fregada. Pero ni así arrancaba mi CPU...
Luego la rutina se instaló de nuevo y "córranle porque no llegamos al colegio" y "apúrate a tomar esa leche" y "¿qué demonios te voy a mandar de lunch?" fueron los temas de los días subsecuentes hasta que estamos en el punto de ¡MAÑANA VOY A TENER OTRO HIJO!
Y todo vuelve a comenzar...
Estoy enorme, la panza llega en primer lugar que mis intenciones, mi gato ha resentido la falta de cepillado aventando bolas de pelo en mi sofá del tamaño de Groenlandia, el Matius ha entrado al "club de los niños abandonados" con uuunaa rebeldía adolescente que me está sacando las canas de mi copete, la Marmota está aparentemente en santa calma (jum... sospechoso)  y la familia y amigos están a la expectativa de saber si la criatura que cargo cual canguro es niño o niña. Mientras afuera, el mundo parece que se convulsiona y se contrae para posteriormente darnos de sacudidas (literal y figurativamente hablando: F*ckin' Fracking!) y que los propósitos de año nuevo solo se quedaron en simples promesas de campaña porque todo mundo se está dando en la madre y los que no, seguro es porque planean mejor sus estrategias (no cierto, también están los yogaholics que intentan mantener el equilibrio y la paz mundial).
Y aún así, habemos gente "inconsciente" que seguimos trayendo  hijos al mundo...
Pues bien, no hay plazo que no se cumpla y parece ser que el destino  (y el quirófano) y yo tenemos una cita. A pesar de ser la segunda vez que me veo en este brete, experimento el nervio y la ansiedad de que todo pase rápidamente, pensando en por qué rayos da tanto miedo tener la responsabilidad de una vida en tus manos al grado de querer cerrar los ojos en un obtuso ejercicio de escapismo para no estropear nada y luego llorar amargamente por no poder regresar el tiempo atrás, cuando ese olor a leche y ese pequeño cuerpo te despertaban cada madrugada.
También experimento una especie de duelo con el Matius de tal suerte que de sólo pensar en ello, me pongo a llorar. Es el duelo de perder al hijo único para convertirlo en el hermano mayor. 
No creo estar mal al aceptar que me duele pensar en que mi amor maternal ya no es exclusivo del Mats; que todos aquellos días, paseos, juegos y confidencias que vivimos en su momento, no volverán mas que de manera esporádica y casual. 
Creo que más que sufrir por lo que imaginariamente está sufriendo el Matius (que perfectamente puede estarle valiendo un sorbete), es revivir MI duelo personal de cuando nació el Dr. Mitocondria y nadie me dijo que se acababa mi reinado. Así que tengo un pendiente más que resolver y prometo hacerlo pronto (no creo tenerlo resuelto para mañana pero pos trataré de echarle ganas, ¿verdad?). Gracias a mi rata bebé por este entrenamiento, espero haber aprendido una que otra lección del rollo de ser mamá.
Y bueno, si estoy aterrada y si tengo los nervios hechos un nudo pero francamente me siento mucho mejor que hace siete años. La Danita bebé que tuvo al Matius es muy diferente a la persona que soy ahora y ello me llena de fortaleza y energía. Digo, 34 años no los he pasado en balde y si es cierto como dicen que el segundo hijo es más fácil de criar, seguramente encontraré la manera de hacerlo todo al revés para contradecir esa y todas las teorías habidas y por haber en aras de conservar mi independencia emocional, aunque en ello se me vayan unos cuantos cientos de lágrimas y descubra nuevas maneras de darme de topes.
Porque una cosa sí les digo: podrán haber mil consejos y mil maneras de hacer las cosas, pero nada se compara a mi estilo y el día que le rinda cuentas al Creador, en el apartado de "Maternidad" (como en el de todos los demás) me limitaré a contestar que "...I did it my way..."

Aunque los hijos se hayan quedado en el diván...

Feliz viernes, feliz año, feliz comienzo, queridos menos cinco emprendedores lectores de siempre...