sábado, 5 de agosto de 2017

Vacaciones de Terror (y no, no actuó Pedrito Fernández)


¡Playa! ¡Vacaciones!... ¡Mis hijos!

Vamos, que un pre púber y una muy hiperactiva Papita en su mero apogeo de los "Terribles 2" no son lo que se dice un glamoroso cocktail de vacaciones; no es precisamente un "sex on the beach" o una "cubana" muy "elodea"...
Amo a mis hijos, de veras que si... Casi diez años de ejercer el oficio lo comprueban, solo que en situaciones donde hay demasiadas expectativas de todo tipo, terminas llevándote unos muy buenos descalabros.
Explico:
Salir de vacaciones me era muy necesario; ya estaba ganándome la despedida a pulso con mi rebeldía y mis desencuentros laborales. Yo solita supe ponerme en la "congeladora" durante 5 días y con ello garantizar otros meses de postearles fotos de mi escritorio en 5 diferentes filtros.
Comprar un paquete "all inclusive" no era precisamente mi idea puesto que mi mami me enseñó a viajar de mochilazo, en autobuses apestosos con niñas que ponían su piecito sobre mi torta de huevo (chiste local, no vale la pena guglearlo), así que creí que sería buena idea llevar a los peques en un viaje no tan primitivo pero dejando espacio para la "aventura"... Oh dios, si hubiera sabido que la bendita "aventura" sería manter sujeta a Papita durante el vuelo, me hubiera conformado con llevarlos ¡a Chapultepec!
No quiero asustarlos con mis historias de terror de maternidad en vacaciones, estoy segura que la mayoría de la gente hace las cosas bien, en orden y manteniendo el peinado perfecto en todo momento... pero ese no es mi caso: yo traté de mantener el bling bling para 4 mugrosas fotos en feisbuk y uno que otro recuerdo memorable en la mente de Matius y Alo, that's all. De ahí pa'l real todo fue en picada y vi como una a una de mis expectativas se iba esfumando frente a mis miopes ojos. ¿Por dónde empezar? Simplemente desde empacar la ropa de una beibi que sugiere sus propios looks y que no se siente a gusto si no complementa su atuendo con una bolsita (¿de quién habrá heredado eso?), pasando por el típico "no puedes llevarte tantos libros de 'El diario de Greg', Mateo" hasta mi brote de locura al querer lucir hermosa y sofisticada en vacaciones sin detenerme a pensar que aquello era ridículamente imposible, no way, José; niet!; ni maiz palomas que eso fuera a ocurrir.
Esas fantasias donde yo me veía envuelta en un "sarong", con unos altísimos "wedges", lentes oscuros, el cabello en un perfecto 'bun' y luciendo una tono de piel parejo se vieron rotas al instante cuando me di cuenta que para ello necesitaría o volver a nacer o por lo menos dos niñeras y una asistente personal para poder aplacar a mis hijos, los mismos que ya corrían cuales caballos desbocados en la playa mientras yo sólo atinaba a gritar "¡por el amor de dios, pónganse bloqueador!"... Ya estaba oyendo los chillidos al otro día de "mami me arde". Y claro, ni hablar de las cejas levantadas del público conocedor cada vez que bajábamos a desayunar y Alondra invariablemente se tiraba el chocolate/jugo/ponga aquí el líquido que guste/ encima de la ropa limpia. Hasta ese punto no se me ocurrió pensar en lo que mi pre adolescente pensaba o sentía; hice exáctamente lo que prometí no hacer nunca jamás pero ya era muy tarde, Matius se exasperaba cada vez más ante la energía incontenible de su hermana y las oxidadas prácticas maternales de su torpe mamá.
Entonces lo vi claro (y con dolor, no les voy a mentir): sólo algunos podrían ser felices en su totalidad en esas vacaciones. Alguien necesitaría sacrificarse por el equipo o aquello sería una pesadilla total...
Me amarré el cabello en mi eterna cebollita, me dejé las chanclas todoterreno, me resigné a cargar con TODO lo que las mamás cargamos siempre que hay peques de por medio (las curitas, el repelente, el bloqueador, la toalla, los trastecitos para la arena, la gorra, el libro, las pastillas para el dolor de estómago, para el dolor de cabeza, los dulces, las galletas, el muñeco de peluche, la cartera, la ropa seca, mis dos celulares...), me unté toneladas de bloqueador y paciencia y dejé ir mi persona en pos de la felicidad de mis hijos.
Claro que quería leer un libro a la orilla del mar y sentir que la brisa se llevaba mis preocupaciones, mis tristezas, mis miedos y sinsabores. Claro que esperaba poder realizar una assana en la arena, lucir atlética corriendo en la playa o bajando a cenar con los "adultos" en lugar de sentirme eternamente en la mesa de los "niños".
Tal vez habrá un día, un momento, un lugar donde pueda cerrar los ojos y escuchar las olas del mar romper tranquilamente... y muy probablemente unas lágrimas de tristeza rueden sobre mis mejillas al querer volver a esos momentos en los que mis niños revoltosos me aventaban arena y reían a carcajadas, mientras chapoteaban en el mar.

P.D. Olvidé comentar que durante el viaje, enfermé de gripa.

"...You can't always get what you want"