jueves, 30 de diciembre de 2010

La última y nos vamos...

Así es mis queridos, amadísimos menos cinco lectores de siempre...
Con el corazón en la mano y la canción "Ven a cantar" de las estrellas juveniles de 1985 como fondo musical, éste su blog de confianza, les avisa que ya se le cansó el caballo y que es hora de ir cerrando cuentas.
Ustedes no están para saberlo pero éste año ha sido para mi uno de los más significativos en toda mi gatosa vida; así que como a nadie le gusta el chisme pero le entretiene, pasemos al recuento, a la numeralia, al anecdotário de hechos curiosos que acontecieron a lo largo de ésta larga jornada.
  • Número familiares que se dieron de baja en mi lista de "considerados": 3 y contando.
  • Número de veces que dije "en la vida vuelvo a hacer tal cosa": 365
  • Número de perros que atropellé en el año: 1 (maldíiito seas, Fluffy)
  • Número de veces que dije "ahora si, a hacer dieta": Ja!
  • Número de ex novios que se casaron: TRES!
  • Número de bodas de ex novios a las que fui requerida como madrina de lazo: 0
  • Número de bodas de ex novios a las que siquiera fui invitada: 0 (pos como!)
  • Número de clases de manejo de tortons que tomé para aventarme a manejar en carretera: 10!
  • NÚMERO DE VECES QUE DIJE "DE ESTA AGUA NO VOLVERÉ A BEBER": 1
  • Y número de veces que me tuve que tragar mis palabras: 1
  • Número de veces que he bebido de "esa" agua: pffff
  • Número de mascotas adoptadas: 1 gato
Así es queridos.
Este año dejé mi contaminado DF para ir a llevar glamour a otras civilizaciones menos afortunadas; me aventé a manejar en carretera, Mateo entró a la guardería, dejó los pañales, dejó el biberón; tuve el reencuentro más feliz de mi vida, tomé las riendas de mis negocios, retomé el gusto por escribir, cumplí treinta años y, lo más importante: aprendí a quereme más a mi misma...a pesar de mi misma.
De todos ustedes me llevo el grato sabor de saber que La Gatería les ha pintado una sonrisa en sus labios, que es el momento para echarse el cigarrín y reir con la desgracia ajena.
Espero que el prótsimo año, la máxima deidad existente nos socorra con Salud y mucha imaginación para salir adelante.
Un gran abrazo, nos leemos el próximo año.
(o sea, pasado mañana...no hay por qué ser fatalistas)
Un besote gatoso!

sábado, 25 de diciembre de 2010

La Navidá.

Mi época favorita desde siempre ha sido la navideña. Desde niña, a pesar de irregularidades en mi crecimiento y mi desarrollo (que tenían que ver con problemas existenciales con mi amigo imaginario y el uso obligatorio de zapatos ortopédicos) las fechas para cantar dale, dale, dale y salir en la pastorela, estaban marcadas con rojo desde enero. Mi mamá se sorprende que, siendo Grinch para muchos aspectos de la vida, tenga ese ánimo festivo para celebrar una fecha que ps la neta está bien devaluada. Y bueno, al paso de los años he tenido que reestructurar el verdadero significado de la navidad, dejando a un lado mi consumismo natural e inherente en todo ser humano (¡ustedes también, no se hagan!) para dar paso a lo que se espera que todos sintamos en ésta fecha: amor desinteresado y vehemente por la humanidad. Traducido al cristiano, que todos nosotros confiémos en todos nosotros.
Es difícil. Más que difícil es imposible.
Tal vez si viviésemos en una aldea noruega de 300 habitantes, donde neva y se come lutefisk, ese sentimiento sería latente, pues el cálculo nos indica que es matemáticamente posible confiar en una población donde comer sosa indiréctamente, es señal de que todo está bien entre nosostros.
Pero confiar en los 108.4 millones de compatriotas... no se. Yo puedo decir que confío en algunos de mis 77 amigos de facebook, que confío en uno que otro familiar lejano y que confío en mi familia cercana.
Eso sí, no confío para nada en el gato que tenemos por gerente general de éste país.
Ni en la Iglesia, a la cual en Diciembre, registra su "temporada alta".
Tampoco puedo amar salvaje y desinteresadamente a aquellos que año con año se frotan sus pezuñas esperando a que yo declare mis impuestos.
Ni al cabrón que me asalta en la esquina, quitándome mis cositas que con mucho trabajo adquiero (amén del susto que me pega)
Tons, volviendo al punto que es el significado de la Navidad y releyendo lo que acabo de escribir, yo diría que lo único que me motivó a celebrar éstas fechas de manera tan regocijante, fue la responsanbilidad y la ilusión de educar a un futuro ciudadano ejemplar.
Aunque no le haya latido el Mega tráiler que Santa y el Niño Dios (en un claro ejemplo de cooperación internacional) le obsequiaron y prefiriera jugar con la caja.
Ahora se de dónde salió la publicidad de Master Card.
Y finalmente, todo se reduce siempre a nada.
Feliz Navidad!

jueves, 23 de diciembre de 2010

Diciembre me gustó pa que llegaras.

Dicen que las cosas “buenas” te suceden/llegan/pasan cuando menos lo esperas.
Dicen también que las desgracias nunca llegan solas.
Entonces, analizando ésta filosofía de abuela, el hecho de que casi muriera por aburrimiento gripal tuvo su recompensa ésta día (o, tal vez sea lo contrario)

Cuando cumplí 16 años mis papás tuvieron a bien llevarme a vivir lejos de lo que yo denominaba “Circuito de la buena vida”. El depa que ocupábamos en Insurgentes Centro pasó a manos de usureros españoles, quienes no siendo los dueños nos lanzaron injustamente a la calle…bueno, no fue tan dramático: ni nos lanzaron, ni fuimos a dar a la calle, ni eran tan no dueños.
El caso es que, con nuestros enseres fuimos a poblar una parte de la ciudad que ni siquiera había escuchado mentar (ok, ok…no; no era tampoco tan así)
La hermana república de Tláhuac quiso que nosotros fuésemos sus habitantes más distinguidos y a semejante honor no pudimos decir que no. Así que, con 16 años y en plena adolescencia escenosa mi vida ya no tenía sentido.
Poco tiempo después (mi memoria ha borrado el dato de si fueron horas o años) mi madre regresaba de su trabajo. Despidiéndo y dando instrucciones a su chofer (¿teníamos chofer?) un ruidejo sacóla de sus pensamientos; ¿qué era aquello, ¡oh, andanzas del destino!? Era un maullido.
El “Toris” irrumpió en nuestras vidas de una manera que ya he narrado aquí y, brevemente les diré (again) que ese gato libró a mi padre de pagarnos psicólogos a mi hermano y a mi (aunque se los cobró frotando su gatoso cuerpo en sus trajes carítsimos) trayéndonos momentánea felicidad que duraría exactamente diez años, justo cuando otro gatito irrumpió en mi vida: el Matius.

Con Matius, ya lo saben, mi vida es el duro trajinar que no termina cuando se mete el sol y la canción de los cochinitos dormilones toca su último acorde. Con él es pan y cebolla; es brincar en la cama mientras él juega a otra cosa; es el mimarlo hasta el extremo de echarlo a perder con cuentos que nunca llegan a nada pero que lo mismo pueden contener un cohete espacial plateado y toda su colección de muñecos trepados en él (sí, también el famoso Topo Gigio rosa)
Es haber construido una fina complicidad matrioshki-hijoski que se desbarata cuando el padre ausente llega a casa. Es sufrir una apoplejía mientras se canta sin parar-sin cesar te quiero yo y tú a mi, una especie de transacción afectiva que raya en lo hiperbárico.

A tal extremo, lo último que querría en mi vida sería u otro hijo o una mascota.

Pero nadie manda en el destino de las demás cosas y personas, así que cuando la vida te da limones más vale hacer limonada. Y por eso, después de tanto mambo jambo, lo único coherente que les puedo decir es: el maldito gato chiquito que no se dejó adoptar hace una semana ha decidido ser parte de mi familia. Con toda su gatuna gatunez tuvo el descaro de maullar hasta decir basta, fingió amnesia a los hechos de la semana pasada y dijo, como sólo los gatos pueden decir: “pos fíjate que siempre sí me vengo a vivir a tu chante y órales, abre el refri que traigo el hambre atrasada” (Bitch!)
Pero ¿saben qué? Dicen que el que anda con lobos a aullar se enseña y yo he adquirido cierto “no gusto” por los gatos (#Escándala!....lo se, LittleEdward)
Así que aquí estoy, sola con mi soledad porque Matius duerme y la Marmota está en sepa la bola dónde, decidiendo si hago un huequito en mi corazón (¡y en mi agenda!) para adoptar un gato. Hecho que anteriormente no hubiera dudado en realizar y que hoy me causa bastante conflicto.
Esto es crucial, amigos. Si lo adopto, éste blog seguirá llamándose naturalmente “La Gatería”. Pero si no… definitivamente tendría que cambiar de denominación (tal vez “La No Gatería”)
Como siempre, “éstas son las cosas que me descomponen” diría el Sombrerero Loco…

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Un silencio luminoso.

A veces la vida nos pone en sitios de los cuales preferirímos ser únicamente expectadores o -si mucho me apuran- meramente actores de cuarta.
A veces la vida nos presenta situaciones incomprensibles en ese momento, difíciles y harto tristes. Y hay dos clases de personas en éste mundo: los hombres y las mujeres. Y de éstas últimas, también hay dos clases: las fuertes y las débiles.
De las débiles, cada quien sabrá de qué pata cojea y sobre ellas ni hablar. Dan hueva y repelús.
De las fuertes, una en particular, mi cariño incondicional, todo el amor, pensamientos y oraciones de parte de mi familia para la tuya.
Esto también pasará.
Las palabras, esta vez, se quedarán dormidas un momento.
Te quiero mucho.
Sí, ésto también pasará.