martes, 29 de mayo de 2012

Les cheveux roux et autres questions ...

Sí, lo confieso. He estado insoportablemente políticamente correcta. Me he desesperado hasta el hartazgo del rumbo que toma nuestro destino político y me he autoimpuesto silencio mediático para no confundir mi postura ante el relajo de país y situación económica con mis eternos dislates personales. Pero démonos un break, al cabo la ropa ya está en la lavadora, las demandas ya están en la Oficialía de Partes (ya Dios dirá si las admiten o no), los cuatro candidotes se encuentran lamiéndo sus campañantes heridas y por más que les pida en éste espacio que vivan y dejen vivir, respétense y respeten y ámense a ustedes mismos como a su prójimo, siempre habrá el eterno pelo en la sopa, so...
Anoche divertía a mis menos cinco lectores de siempre por el Feisbuki con las ocurrencias de mi querido Matius, el cual, en un temprano (¿temprano? ¡madrugadorsísimo, diría yo!) despertar a la apreciación del sexo opuesto, me ha pedido que me pinte el pelo como CiertaActricillaHollywoodense, la cual actúa en ConocidaPelículaDeSuperhéroesDeHartísimosMillonesDeDolarúcos, ó en su defecto, como su compañerita de escuela Chelsy (sic), es decir HIPPER ROJO.
El hecho de que alguien muy amado y muy cercano, diréctamente me pidiera una modificación a mi fisonomía claramente autóctona me ha puesto a pensar en varios temas, todos ellos preocupantes.
Lo primero que pensé al respecto de mi hijo fue cuánta importancia le da a la imágen exterior. Y luego, el por qué de dicha valoración. No es por aventarme cebollazos, pero la verdad he tratado de inculcarle que el exterior, si bien es importante cuidarlo por salud, no es lo más sustancial de una persona. Y miren que predico con el ejemplo los días en que no ando en tribunales o en asesorías, ¿eh?, a mi no se me da el glamour para nada.
Luego entonces, pensé que, si, mi hijo a sus cuatro años tiene claro que es libre de elegir sus gustos y los métodos para llegar a conocerlos. Por más que procure retardar su incursión a los juegos de video, o el uso de tecnología como el Ipad, la compu, el smartphone, etc más que para lo verdaderamete necesario, la influencia que el exterior ejerce sobre él ya se puede dejar sentir en nuestro clima familiar. Yo, honestamente lo esperaba hasta un poco más tarde, digamos... ¡ya si mucho me apuran, en la primaria!
Fue cuando me cayó otro veinte, la tecnología ha permitido que las generaciones nacidas después de los noventa sean ya parte de los cambios sociales que hoy en día están acaparando titulares y reflectores (para bien y para mal), y no puedo evitar sentir envidia de tener treinta y un años y haber pasado la mitad de ellos con muchas ideas, mucha curiosidad y ganas de que alguien escuchara mi juvenil voz y ésta se haya quedado en silencio, sin chance de ser parte de algo como #Yosoy132.
Pero bueno, no he dicho que mi legado llegó hasta ahí, ¿verdad? No olvido que tengo unas cuantas cuentas que ajustar con el futuro...
Como por ejemplo, averiguar cual tinte es el que mejor tratará a mis respetables y venerables canas...
Feliz Martes.

Dedicado a Danny Fernández, con cariño.


viernes, 25 de mayo de 2012

Ehmm...

¿Saben? Es difícil no contagiarse un poco del pesimismo que destila nuestro país estos días.
Estas dos semanas en el auto impuesto "silencio mediático" han sido para alimentar de desesperanza mi ya conocida visión retorcida de las cosas, de la realidad, del comercio, del gobierno, de los niños que se mojan en las fuentes de parques públicos. De la política creo que mejor ni hablamos, porque ese vals ya está choteado y no tiene para cuando terminar.
Lo único que puedo honestamente compartirles en estos momentos (aparte de la negra visión arriba mencionada) es que el desaliento y la apatía no nos ganen la batalla. El enfrentarse a uno mismo primero, para después salir al mundo a "hacer lo propio" es fundamental para reforzar la autoestima general.
Vivimos momentos en los que cada muestra de descomposición social debe darnos pauta para tratar de no caer en el hoyo. ¿Cómo? Simple: La regla de oro por excelencia "Trata a los demás como te gustaría que te traten" o su versión apocalíptica: "No hagas a otros lo que no quieres que te hagan"



Vamos, país.
Vamos todos para arriba. Aunque cueste, aunque se nos acabe el gas y tengamos que chutarnos el camino a pie.
Hagamos nuestro trabajo con honradez, como mejor sabemos, sin quejas, sin mala vibra. Sin joder al vecino.
Y bueno, respetemonos los unos a los otros, tolerémonos y ya si en el camino se nos da amar a alguien, que ese alguien sea primero nosotros mismos y luego ya veremos.

viernes, 11 de mayo de 2012

El amor tiene rostro de guayaba.

“Le gustas a Fulanito”
Tal frase me la espetó una amiga en la secundaria y desde ese momento mi mundo se tambaleó. Para mal, claro, como no puede ser de otra manera cuando se lleva por nombre “Dana” y se tiene la suerte más adversa.
A decir de las y los romántic@s empedernidos, el saber que alguien te ha elegid@ a ti, de todas las criaturas del universo –y entendamos por “universo” al centro escolar y dos o tres cuadras a la redonda- es el halago más supremo que existe en todo lo imaginable y más allá. Jamás se habla al respecto cuando el adorador es la persona que más corto circuito provoca en tu sistema. Pa pronto, que el cuachalangueo no es inversamente proporcional y tú mueres de vergüenza ante la sola idea de ser el objeto del afecto de una persona non grata a tus sentidos. ¡Sacrilégio!
Esto y más fue lo que me sucedió una tarde tranquila en el periódo conocido como “la secun” y que a fuerza de estar soñando perpetuamente con dicha etapa, me veo en la necesidad de exorcizarla de una vez y para siempre, a riesgo de perder alguno que otro recuerdo más o menos grato en el proceso.
Como ya saben mis más fieles menos cinco lectores de siempre, la secundaria fue una de las etapas más lamentables en lo que llevo de existencia: una personalidad rara e incomprensible, aún para mi, frenos/frenos/frenos, un copete exageradamente abultado y en general una autoestima y un físico nada envidiables. Pero aún así, tenía mi pegue ¡y qué pegue! La fila de pretendientes que tuve se puede comparar y hasta superar a la sección del horror del Museo de Cera.
Uno de ellos ostentaba el sobrenombre de “El Guayabo”. Y no, queriditos míos, no era exáctamente por lo que sus mentecitas angrybirdosas están pensando, era porque efectivamente parecía una guayaba: blanco/transparente y con pecas. Cientos de ellas.
El mentado “Guayabo” era el típico sparring de los meros malos. Si había a alguien a quién bullear, ahí estaba el “Guayabo”. Que si se tenía que llevar a cabo una empresa más o menos riesgosa, en aras de procurar la interrupción del orden, el “Guayabo” era el conejillo de Indias para tal efecto.
O sea, era el típico nerd con ganas de ser tomado en cuenta por los populares, el que siempre terminaba pagando los platos rotos y sin el beso de la chica. Al menos no el de la guapita.
Pues tal sujeto era el que pretendía llegar a ser mi mero amor. Yo estaba lejos de imaginar que tal cosa pasaba, la verdad es que me encontraba inmersa en un romance imposible, pues el hecho de no ser popular no era motivo para que no gustase yo de los populares. Así que el “Guavo boy” pasaba sin pena ni gloria por mi órbita... hasta que llegó la temida frase.L
La compañerita del taller de Danza llegó un día con la radiante noticia que les comenté al principio. Soltó su “buena nueva” con una felicidad tal, como dando por seguro el que yo también palpitaba de amor ciego por “G”. Dicha seguridad no sólo me dió color de lo que parecía ser evidente a los ojos de la sociedad esansosa: que el “Guayabo” y yo eramos a match made in heaven (lo cual me ponía al mismo nivel “freak” que él), sino que me ofendió por el hecho de pensar que yo era afortunadísima al ser pretendida “aunque sea” por alguien, y que tal suerte me haría el favor de dejar mi soltería juvenil. Tan cucha yo, ¿verdad?
Y para descargar mi furia y darle un merecido castigo a tan pretencioso jóven, le mandé decir con la misma emisaria que él TAMBIÉN me gustaba. En un intercambio apasionado de “dimes y diretes”, el asunto quedó armado.
El chico –oh, ahora entiendo el karma que cargo- pasaba por mi a mi salón para comentar dos que tres frases sin sentido y yo callaba. Me enviaba cartitas, mismas que las devolvía. Intentó besarme y recibió una fría acogida... en fin, una chulada de grosería y bajeza de espíritu de la que hasta ahorita me arrepiento (no antes)
Dejé entrever que el “Guayabo” era débil de carácter, ¿cierto? Pues qué creen, que llegando a colmar su paciencia de enamorado, me plantó cara en un receso y me espetó: “¡No mereces que yo te quiera!”
¡Cáaaaamara!
No pues sí, Iván podía ser lo que quisieran los demás, menos el petimetre de una señorita de –en ese entonces- muy malos bigotes.
Así que  aquel sujeto que anteriormente me pareció tan desproporcionado para mi ánimo, cobró valor a la vista de mi orgullo maltrecho y ¡por fin! pude sentir una cosquilla en la panza por él.
Pero, demasiado tarde, él al darse cuenta del efecto que sus palabras hubieron de producir en mi, tuvo a bien despacharme para enredarse con una chica menos fresa y pesada que yo.
La cual llevaba el insólito apodo de... "Papita".
Lo digo: Dios los crea y en la ESANS los junta.


miércoles, 9 de mayo de 2012

Come on baby (yeah, that's right...)

No, no es navidad, chaparritos. Es que tienen tremenda suerte de que La Gatería asome sus tusados bigotes por aquí, en miércoles que ni fu ni fa.
¿A qué se debe éste pinchurriento honorrrr? A mi necesidad de platicarles -velis nolis- que ayer acudí al Centro cultural Roldán Sandoval a ver la obra "Elízabeth, la reina virgen".
Cabe destacar que al Sr. Roldán siempre lo asocié con "Pinoccio" y por ser esposo de la actriz Lupita Sandoval (sí, "Petus" de "Cachún- Cachún-Ra-Ra"),jamás me imaginé verlo convertido en la poderosísima y muy grandiosa Elízabeth I, reina de Inglaterra.
Lejos de comentarles que la obra fue medianamente de mi agrado -no tanto por el "shock" de ver besándose con tremenda pasión a "Elízabeth/Roldán" con su compañero actor "Shakespeare/CésarJonathan" sino por mi incapacidad de digerir un pedazo importante de historia universal con ópera/rock- les platicaré que ir a ESE teatro se está convirtiendo en un fetiche.
¿Ya buscaron "fetiche" en el diccionario?, ¿Ya todos estamos en el mismo tema?, ok.
Sí, así es. No sabría explicarlo muy bien pero como lo dije hace tres renglones, ir al teatro Roldán está apoderándose de mi voluntad poco a poco. Comenzó dicha adicción con una pueril adaptación de "El libro de la Selva", obra que presencié al lado del Matius y su amiga Fer. De ahí nos regalaron boletos a mitad de precio para "Elízabet..." y dije "¿por qué no?", como aquel wey al que le ofrecían cigarros "Delicados", bien diferentes ellos. Pe pe pero  el punto es que sí, acudí a ver la obra en comento y el ambiente gamberroso, decadente, con un aroma a erotismo barato que se colaba por el escenario, atraparon poderosamente mi atención.
Algunos de mis menos cinco lectores de siempre que conocen mi lado "pervert" sabrán a qué me refiero: Adoro la escena mexicana decadente de los '60 y '70 y el teatro lo representa bastante bien.
Conté con la fortuna de ingresar tras bambalinas y ver a alguno de los personajes perfumándose sensualmente, checando sus mensajes en la BB, pelucas, vestuarios fastuosos, un Junior que zezea pero que le imprime a su actuación un poderoso hechizo que hipnotizaba mis miradas... ¡guaaoo! Sólo me faltó la botella de vino tinto y usar uno de aquellos atuendos que hacían ruiditos al pasar sobre mis pies.
El foro es tan pequeño que permite el acercamiento íntimo entre audiencia y actores; las ratitas nerviosas como yo esperábamos que en cualquier momento la atmósfera isabelina nos envolviera y nos revelara sus secretos.
Y bueno, el plus de poder comer nachos con queso y palomitas rancias con cocacola fue imbatible. Años de no probar las paletas de yogourth "de vasito". Una joya para mis sentidos, la neta.
Hay cosas que se quedan en el tintero -diría "teclado" pero me permito una pequeña licencia poética a salud de Shakespeare- y que sólo lo contaré a media luz, entre terciopelo y bossa nova. Detalles que se perciben con una sonrísa cínica, una mirada seductora y una silueta que invita a la exploración.
*Suena una alarma...
Eso sí, les recomiendo ir a ver Teatro, hay muy buenas y accesibles opciones. Atrévanse a que les entre roña y bajeza por los ojos o a que los sorprendan gratamente los querubines de la virtuosidad escénica.
Hay algo más que "Mentiras, el musical" o "La novicia voladora".
Y dedico mi entrada a mi super Kary, que la verdad, la verdad ha sido mi mecenas y guía en esto de disfrutar y apreciar el Teatro.
También a Dianita, que ayer tuvo la paciencia de soportar éstas divagaciones en vivo y en directo, al cambio de tres metrobuses.
Feliz miércoles.
Mañana: día de reparto de utilidades para las oficiantes del trabajo MÁS ingrato y sufrido del mundo (es un decir).
P.D. Por si seguían dudando de mi salud mental, foto "al revés", como *popular hashtag de ayer.

viernes, 4 de mayo de 2012

RIDÍCULUM VITAE

Vivir permanentemente en el ridículo no es como para tirarse al drama, pues quién padece tal maldición es el último en darse cuenta. Vive tranquilamente pensando que es normal tropezarse por las calles, derramar líquidos calientes encima de otras personas y demás linduras por el estilo. Jamás se cuestiona si aquello es karma, falta de pericia o simplemente una tragedia. Vive pues, en santa paz consigo mismo.
Pero cuando uno tiene conciencia de ser medianamente hábil, profundamente cauto y excelsamente inteligente, las pifias y momentos "Goofy" colorean las mejillas y traban las quijadas. Es la vulnerabilidad de verse expuesto como un auténtico lerdo.
Todo ello es porque no sabemos reírnos de nosotros mismos. Tal vez porque de chiquitos nos enseñaron que tirar la leche sobre el uniforme era equiparable a atropellar perros en periférico o porque cada vez que los adultos platicaban y uno salía con su "batea de babas", los mismos patriarcas llevábanse una mano al rostro al tiempo que cerraban los ojitos y exclamaban: "¿pero qué babosadas estás diciendo?".
Tales muestras de afecto y comprensión no pudieron más que engendrar en nosotros el terrible miedo al ridículo. A no dejar de intentar ser perfectos en todo momento y tomar los dislates y "hapenings" como una auténtica tragedia personal.
¡Ay pero qué hueva vivir así!
Se por experiencia propia que el ridículo es un momento de obnubilación sensorial y lo he experimentado no una, sino ¡millones de veces!
Desde treparme al escenario para que me cantaran "Las Mañanitas" en una fiesta que no era mía -y donde además, había llegado de colada SIN saber quién carajos era la festejada-, hasta caerme estrepitosamente frente al chico que me gustaba en la Universidad (sí, los tacones nunca han sido lo mío), la vida se me ha presentado como una auténtica pasarela de "sucesos chistosos", por no llamarlos ridículos.
Y no siempre he salido airosa, déjenme les digo. La mayor parte del tiempo experimento el bochorno más infame por ser tan "slappy" pero también se que es el precio que pago por no ser yo misma en tales circunstancias. Por ejemplo, si no hubiera querido impresionar al interfecto con mi falso cadereo, tal vez no hubiera terminado en el suelo, con toda la Facultad mirando al piso y preguntándose qué rayos estaba haciendo tirada ahí mismo.
El chiste es sentirse cómodos en la piel de cada uno, aceptando que se es medianamente ridículo por el simple hecho de ser humanos imperfectos.
Los momentos chuscos están sucediendo para avisarnos que no nos la creamos tanto, que hay chance de relajarnos y que estamos excediéndonos en nuestro afán por ser perfectos. De no seguir tales avisos, quedaremos como perfectos imbéciles.
Así que hoy viernes, viernes de La Gatería", denle un break al adulto inmutable y permitan que salga su chamaco interior; aquél que pide ser consolado por tanta zapeada y necesita un descanso para poder ser libre. Libre para decir lo menos conveniente en el momento más inadecuado -y que pudiese ser lo más sincero-, libre para caerse y romperse -otra vez- las rodillas del pantalón, regar el tepache intelectual y sobre todo, libre para pensar los planes más locos y inverosímiles que se le pudieran ocurrir a humano alguno.
Les prometo que se llevaran una gran sorpresa.
(Y uno que otro ranazo, pa qué más que la verdad)
Feliz viernes.
P.D. Posteo foto de "Pelusa". Tan bello él.