lunes, 20 de noviembre de 2023

Mi propia revolución.

Nunca le rogué que se quedara.
Aunque era otoño y comenzó el frío, el calor de mi orgullo coloreando mis mejillas me bastaba para encender un maldito incendio donde me parara. 
Tomé las cosas de mis hijos, lo más que pude: libros, ropa, juguetes..., no sabía nada de electricidad ni plomería, tampoco de mecánica. Sentía dolor en el corazón porque me dolía el abandono de mis hijos pero supe cómo rehacernos la vida. Volvieron las risas, volvieron los hot cakes de los sábados y las caricaturas.
Solo teníamos una cama y ahí estuvimos los tres, dándonos calor, contención y amor.
Aquí seguimos, no es tan fácil y rápido pero, ya pasaron 6 años, dos gatos, una pandemia, dos novios, otro temblor en el día 19 y muchas despedidas.
Y nadie, nadie va a venir a decirme que soy débil, que me rendí, que me di la vuelta, que abandoné, que me di por vencida.
Nadie va a decirme que no supe hacerlo, que lo hice mal, que traicioné o que no di suficiente.
Porque lo hice, lo hago y lo seguiré haciendo. Seguiré dando cada maldita gota de mí en cada maldita batalla. 
Aunque muera de miedo y tristeza; aunque me vean sola y desprotegida. Vulnerable y desnuda de pena, de arrepentimientos y dificultades. 
Si me preguntas "¿cómo lo haces?" no sabría responderte... pero el corazón está aquí y se fortalece al calor del amor, de las risas y mimitos de mis hijos. Mis hijos... tan míos, tan únicos, tan ellos. Auténticos compañeros todoterreno de vida, llevados de mi mano a pasos rápidos y precisos.
Perdona si parece que no tengo paciencia para comprender. En efecto, no la tengo.
He vivido a salto de mata, tomando decisiones, luchando contra la adversidad y nunca paro. 
Pareciera que nunca pararé. 
Que nunca llegará mi momento de ser completamente abrazada, integrada y cuidada... pero no hay tiempo de llorar.
No lloro.
Esa imágen de los 3 gatitos acostados en una sola cama, recién dejados en una canasta es suficiente para valorar diariamente mi fuerza y mi persona.
Y ya no aceptar menos.

viernes, 27 de octubre de 2023

¡DUDAS!

 Como si no tuviera cosas en qué pensar (o por resolver) de repente me asaltaron ciertos sentimientos que no se en dónde acomodar.

Me estaba acordando de cuando Matius estaba en mi panza y lo vimos por primera vez en el ultrasonido. Recuerdo a la persona que estaba a mi lado, tomándome de la mano y llorando conmigo por lo que estábamos viendo en esa pantallita azul y que se asemejaba más a un tlacuachito que a un bebé, pero ¿quiénes éramos nosotros para cuestionar la eminencia de la Dra. Botitas Pacoy (¿la recuerdan?) en esos momentos?

El problema de eso es que el recuerdo ahí está, el bodoque ya va por las 16 vueltas al sol pero la pareja que fuimos la Marmota y yo ya no. Y qué chido en términos prácticos y de vida, el problema es ¿con quién compartiré esos recuerdos? Porque no estaría padre estar llorando de felicidad al recordar las pataditas que daba el Matius a las 3 a.m. y llamar al padre para decirle “Ey, te acuerdas de que, cuando Mateo estaba en mi panza, ¿me entraban antojos de tamales de pambazo y carnitas de atún?” Lo más seguro es que ni tome la llamada.

¿A quién acudo para poder legitimar/validar que aquello existió? Se que diremos lo que aquí hemos aprendido: Nos bastamos solos… sin embargo, ¿a quién le puedes compartir esa emoción que le signifique algo? ¿Así se siente cuando muere alguien con quien compartiste la vida y ya no te puede validar lo que estás diciendo/sintiendo?

 ¿Acaso no he hecho el duelo suficiente por la ruptura de la vida que fue al lado de la Marmota? ¿O es que aquello vive en un limbo sin límites claros (me refiero al vínculo, no a la Marmota, jajaja)?

 No.

Creo que es mi corazón diciéndome que no debo aferrarme a recuerdos por miedo a lo nuevo.

Que probablemente no compartiré con él las pataditas ni los antojos y nunca lo haré tal como en ese entonces, pero que eso significa que podremos compartir a partir de lo nuevo que viene con ese joven de casi 16 primaveras y con la ratita menor.

Es super difícil ponerles palabras a los sentimientos y es super fácil irse por trenes de pensamiento equivocados.

 Lo tengo claro, clarísimo.

 *Corre a marcar por teléfono.

miércoles, 18 de octubre de 2023

EL LADO EQUIVOCADO DE LA HISTORIA

 Parece la rutina del pato y David Copperfield: David abre una compuerta para descubrir al pato, pero éste astutamente se cambia de lugar y deja una gran nada tras de sí. Luego entonces David recompone y abre la otra compuerta, pero el pato ya caminó hacia la primera... risas, aplausos y la eternización de un gag convertido en loop: te quitas y te pones y casualmente siempre estás del lado equivocado de la historia.

Hace tiempo les contaba sobre como crasheé un cumpleaños con Cepillín como atracción: me dieron mal la información y mi espectro autista me condujo a una situación super vergonzosa, donde Cepillín me estaba cantando "Las Mañanitas" y el respetable lo acompañaba con gritos de "¡ella no es!", mientras mi mamá reía con el resto de la gente. Seguramente le di oso y ternura, como cantaba Lucerito.

Así que esta vez no voy a crashearle el cumple a nadie, solo diré que sin querer acabé en una fiesta donde el festejado es un tipo (y odiará que le diga así) super simpático y amoroso, el cual cayó a esta otra fiesta, donde hay pastel y gatitos y tampoco tiene idea de cómo llegó allí.

Feliz cumpleaños. Espero que en lo que vemos cómo fue que llegamos al punto, abramos las escotillas al mismo tiempo para que no se nos escape el pato de la felicidad.

Chop, chop. 

miércoles, 11 de octubre de 2023

BIG SISTER

 

Estaba viendo éste post de Pictoline sobre las hermanas mayores y lloré un poco.

Soy la hermana mayor de un médico cirujano oncólogo, que vive en Alemania y tiene una hija hermosa que aprende más rápido el árabe que el alemán de su mamá o el español de mi hermano.

Mi hermano fue mi adoración a partir de los 4 años, sinceramente. Antes, ni en drogas: era demasiado llorón, demandante, pesado para cargar y llevarlo a todos lados en bus y ponía ultra histérica a mi mamá, así que yo decidí hacerme cargo de mi y mis necesidades para no causar molestias. Obvio, no supe gestionar correctamente y hubo cosas que no pude dármelas ni tampoco pedí ayuda para obtenerlas. Preferí reprobar, pedir prestado material, no participar en actividades o cancelar invitaciones por no causar molestias de logística que perturbara la paz doméstica. Me inmolé varias veces para protegerlo en situaciones de máxima tensión.  (aquí quiero decirles que me acaba de explotar la tacha, no se si sea el medicamento y lo estoy escribiendo para poder hacer el auto análisis más tarde) Y luego creció y se volvió aún más gracioso e inteligente y yo sentía horrible que no pudiera tener el acompañamiento de mi papá, ni siquiera un poco de lo poco que yo tuve a su edad. Y creo que eso hizo que lo adoptara y protegiera de más, que me sensibilizara ante sus necesidades afectivas. Lo comencé a traer para todos lados, era mi compañía constante, mi mejor amigo, mi cómplice, mi consuelo, mi hijo básicamente (sigo llorando).

Y bueno, luego comenzamos a crecer y yo me separé un poco de casa, aunque no me separaba del todo de él. Mi papá tuvo un momento de cordura y regresó al camino de la paternidad (no sin sus respectivas consecuencias) y al parecer, mi hermano comenzó a disfrutar de ese comeback paterno.

Entré a la universidad, fui creciendo y de repente ya no tuve tanta convivencia con él porque justo le tocó su adolescencia y un periodo que, visto desde afuera por mí, fue buenísimo.

Posteriormente vino el Matius, él entró a la universidad, la carrera, los hospitales, los viajes y finalmente, el volar lejos hacia el otro lado del charco.

Yo he quedado algo confundida en mis sentimientos por mi hermano, al parecer aún tengo cosas atoradas no sé si con él o con la etapa que viví con él o what the fuck. La última vez que hablé del tema, mi psicólogo no oficial (la oficial es Kary) me hizo ver muchas cosas y me calmó en otras. Pero hoy me brincaron otros issues que no logro discernir si es por mi hermandad o por un tema personal que va ligado con mi condición de hermana mayor.

Y bueno, obvio que el Dr. Mitocondria debe tener “otros datos”, sin embargo solo puedo hablar de lo que me tocó vivir y experimentar y procesar desde un sesgo que no pretende prender ningún cerro, sino explicarme a mí misma lo que probablemente alguien más capacitado tuvo que cuidar en su momento.

No se, no dejo nada abierto ni espero nada, únicamente quise dejar constancia de lo que me dejó la experiencia de ser hermana mayor y de cómo éste post de Pictoline me dejó bastante noqueada sin querer.




domingo, 1 de octubre de 2023

Tarde pero sin sueño.

Recuerdo cuando era tan fácil venir acá al blog y escribir y escribir y fluir sin parar. Mis ideas se acomodaban perfectamente con la sintonía de mi corazón, de mi mente ordenada y de las dulzuras de la vida. Eran días tranquilos -épocas- donde podía añorar el otoño y celebrar mi cumpleaños con cero culpas y desazón. 

Recuerdo los años que lo celebré estando embarazada, o casada, o soltera nuevamente o en pareja o sola y llena de libros, de flores, de amor y de abrazos.

Recuerdo las fiestitas godín, los momentos de risas nerviosas al abrir regalos, las cartitas, las llamadas y mensajes tan agradablemente inocentes... nada que ver con estos últimos cumpleaños donde todos estábamos bastante rotos como para celebrar, irónicamente. Nos había ocurrido la pandemia.

Entonces ya nada volvió a ser igual y creo que nunca reparé en escribir sobre el trauma que ello me generó puesto que estuve demasiado ocupada sobreviviendo y manteniendo a flote al par de ratitas que viven conmigo. Mi vida personal la puse en automático, mis deseos, mis anhelos y proyectos, lo que me daba gusto y me hacía feliz, los dejé fuera de la ecuación. Había que continuar remando sin parar.

¡Y no paré! Cada día fue darlo por ganado sin bajas, sin hambre, sin una urgencia importante ¡y no porque nadaramos en la abundancia o vivieramos en una burbuja!, sino porque no me di el espacio para lamentar que la vida estaba cambiando de página y yo no me iba a quedar en el capítulo anterior. Se fue la seguridad, la estabilidad.

Y también se fue el amor; se fue la ilusión de compartir la vida con gente que significaba todo para mi en ese momento. Y se fueron las cosas fáciles, los flees, el negarme a vivir aventurillas sin sustancia porque la vida ya era demasiado valiosa como para perderla entre relacioncitas matonas, me volví intolerante a la indecisión y a la tibieza en los corazones. Amas con todo o bájate de mi nube, porfa. No tengo ni tiempo ni ánimo que perder. Y pues se fueron bajando...

Pasaron años de eso y al parecer yo no cambié mi mood de combate; este mundo es un caos, la vida es una guerra y el amor, un campo de batalla. 

Creo que sí se me fue la chispa de la vida en determinado momento; todo parecía tan finito, tan frágil que para qué intentar construir de nuevo. Los castillos en el aire son innecesarios y todos debemos aterrizar y atarnos al grillete de la realidad para que nada nos vuelva a agarrar con los dedos en la puerta. ¿Quién se puede dar el lujo de planear con todo tan incierto y volátil? Los locos, seguro.

Y cuando la gente salió de nuevo a vivir su vida, yo me quedé fría y resentida: no todos volvimos, no todos tuvimos condiciones para afrontar nuevamente la realidad que habíamos dejado en suspenso tres años atrás y a mi me comieron mis nuevas condiciones. Mi maternidad sufrió bastantes altibajos con la pubertad de Matius, el paso de Papita a la primaria y todo lo que ello conlleva. Me refugié en la comida, en lo dulce, en lo panoso, en lo que representaba la seguridad que no sentía por todo lo que había dejado en el camino (mi sueldo, la vida sin preocupaciones, sniff). El consuelo que necesité, la contención que no hallé en mi ni en nada por más que lo intenté, todas esas veces donde me he recompuesto para poder avanzar dos yardas más me han dejado un poco exhausta, temerosa y con la estabilidad emocional algo precaria.

No se cuantas veces necesitaré escribir sobre esto porque acabo de entender que traigo secuelas de un trauma que normalicé a fuerza de sobrevivir y pelear y no dejar a nadie en el camino. Se que dicho trauma ha condicionado decisiones que fui tomando y que hoy ya no quiero seguir así, a salto de mata, sintiendome incompleta e incapaz de afrontar el mundo que ahora es.

Entiendo que deberé aprender a relajar mi aprensión hacia mis vínculos con el mundo, que la compasión hacia mi misma cuando menos me soporte deberá ser alta, que no puedo dejar de observarme pero no por ello debo ser despiadada conmigo ni elevar la vara del juicio al resto de la humanidad.

Y aprenderé a resignificar la vida, los lugares, mis libros, mi música, mis emociones, recuerdos... y mi cumpleaños. 

Porque se que amo la vida que me acompaña diariamente, porque se que esa chispita sigue ahí, esperando que la haga explotar para inundar de luz todo lo que me rodea, porque así soy yo, soy escandalosa y ruidosa y latosa y me encanta.

Porque sí merezco todo lo bueno que me está sucediendo y porque vale la pena esforzarse por lo que comienza. 

Y lo vale porque es lo que siempre soñé sin conocerlo, sin sospechar que sí existía.

Vamos, cariñosos 43... vamos a dar la batalla.

Es octubre, pero en mi corazón le estoy dando un abrazo de confianza y consuelo a la mujer septembrina que va despertando de su letargo estival.

Feliz cumpleaños a mí.









viernes, 18 de agosto de 2023

¡Goooya... Goooya!

 Lo hizo, lo logró.

Mateo entró a la Prepa 5 de la UNAM.

Contra toda la adversidad lo logró. Es su triunfo, es su momento.

Nadie más que él estuvo ahí.

No es el joven que se fracturó, no es la víctima revictimizada del Colegio México Bachillerato, ni el joven con incertidumbres y miedos. No es el que no fue a la graduación, ni el que vio pasar los últimos días escolares en la cama de un hospital, el que vio cómo le arrebataron los últimos días de su paso por la secundaria.

Es el joven que se sobrepuso al dolor, a la indiferencia, al miedo a morir.

Es el que aún sin saber con certeza cuál era su lugar en el mundo, luchó por reclamarlo.

Es el joven que trabajó durante un mes lavando baños, sirviendo mesas, aguantando clientes infames y propinas nulas, aguantando las miradas de “¿por qué tu mamá te tiene trabajando con nosotros y no con ella en su oficina?”, todo en pos de su crecimiento personal. El periodo más feliz de nuestra relación, debo decir. El tiempo donde recuperamos la cercanía y complicidad que siempre habíamos tenido mi Matius y yo.

El tiempo en el que recordé cuál es mi super poder: ser su mamá. Ser la mejor versión de mi misma para poder sacar lo mejor de él mismo.

Es mi hijo y estoy sumamente feliz de sus pasos y sus logros. Sólo suyos.

Felicidades, Matius. Un “Goya” muy fuerte para ti.

miércoles, 14 de junio de 2023

LA VIDA EN UN INSTANTE.

 

Me levanto y no creo en lo que los gurús del wellness dicen sobre escribir tres páginas diarias, tomar un vaso de agua y darle mordidas a esos insípidos pankekis de avena en pro de mejorar mis triglicéridos. Me levanto con la pereza habitual de los lunes, guiada hacia la cocina por la gatita para que le sirva su desayuno y así se pueda volver a acurrucar con cualquiera de las dos ratitas maldosas que viven en mi casa, a ver cuál está más cómodo y amodorrado. Cabrona, sabe que, si uno de ellos la siente cerca y calientita, se arremolinará más en su cama y perderá el turno para la regadera. Nada de eso les importa, ellos solo quieren seguir durmiendo y respirando pelos de gato. Ninguno de los tres estamos listos para dejar la seguridad de nuestra casita. Ninguno de los tres está listo para que nos cambie la vida en un instante.

Y sin embargo, sucede.

Mateo es un niño super dulce y me ciega el amor de madre, no lo niego. Es un chico que superó mis expectativas en todos los sentidos: nació sin problemas, creció excelente. Me comió pera, me comió papa, hizo correctamente las bolitas, hizo amigos en el kínder, recibió al ratón de los dientes con gusto, supo despedirse de los Reyes Magos a su debido tiempo, adoptó el estilo irónico y aferrado de su mamá, pero no su iracundia; enfrentó como pudo la separación de sus papás y no nos la puso fácil cuando ambos tuvimos nuevas relaciones.

Este maravilloso ser humano el día lunes 05 de junio cayó desde su altura (1.80 m.) hacia atrás, golpeándose la cabeza y perdiendo el conocimiento durante ciertos minutos. Sus amigos no supieron qué hacer, la escuela no supo qué hacer. Fueron muchas horas en las que no supimos dónde estábamos parados y no saben qué difícil es estar volando sin rumbo, sabiendo que puedes aterrizar bien o estrellarte inevitablemente.

Aterriza sin estrellarse, pero no es la pista que esperábamos. Pasa una semana entera hospitalizado, las enfermeras lo cuidan con mucho mimo, le echan un ojo cada que yo bajo por un café o cuando bajo a abrazar a Alito, que llora por no estar conmigo.

Mateo es fuerte y paciente y por fin lo dan de alta.

En una semana tendrá dos electromiografías, una audiometría, una resonancia magnética para saber si hay daño neuronal, si hay coágulos, si no hay infección… ningún estudio determinará su capacidad de resiliencia, de perdón hacia el joven que lo ha atacado, de aceptación de la realidad y de confianza en su futuro. En esta misma semana también presentará su examen de ingreso a la Prepa. Su sueño es entrar a la Prepa 5 de la UNAM, como su tío David, el Dr. Mitocondria. Ser universitario, como su mamá y sus abuelos maternos. También tenía el sueño de seguir jugando basket ball porque es bueno en el juego, porque su altura es fantástica y su tono muscular también lo era hasta que ambos le jugaron en contra. Será valiente para aceptar que, por dos años, su cráneo estará cerrando y en el mejor de los casos, en uno podrá volver a brincar.

Estoy esperando un uber afuera de una primaria pública, justo a la hora de la salida. Observo caminar a una mamá con su hijito que me recuerda al Matius cuando tenía 9 años. Se paran al lado de mí, se colocan sendos cascos y se suben a una moto. Me sorprendo, se me hace super cool que haya mamás que transportan a sus hijos en moto. Me pongo a pensar en que nunca seré lo bastante cool para mis hijos. Ni siquiera puedo ponerlos de acuerdo para ir al cine o al museo, ni siquiera tengo coche para moverlos (maldíta seas, Jeepcita).

Y entonces llega el uber, me subo y voy en silencio durante todo el trayecto. Intento serenarme, intento no pensar en lo que está pasando y lo que falta por resolver. Quisiera que esto fuera un mal sueño y yo despertar nuevamente en el día 05 de junio, ir a la cocina, darle de comer a la gata y volverme a acurrucar con mis ratitas maldosas para no vivir lo que inevitablemente es la vida y que nos revuelca a todos y a todas, cada uno a su manera.

En lugar de eso llego a mi destino, me identifico, subo dos pisos y entro al cubículo D4 de la Fiscalía de la CDMX. El Derecho Penal nunca fue mi hit y sin embargo, aquí está nuevamente la vida diciéndome “ándale, mamacita; todavía te tengo muchas más sorpresitas”. Cabrona vida.

Tal vez no transporto a mis hijos en moto y tal vez no sea una mamá cool por muchas otras razones. Me resigno, no quiero ser una mamá cool. Quiero seguir siendo la mamá que soy en estos momentos, la única que Mateo y Alondra necesitan para seguir siendo las ratitas maldosas, educadas, respetuosas, resilientes, divertidas, cabroncillas, fuertes, adorables que son.

“Mamá, hueles a axila”, me dice Alondra.

“Mamá, gracias por defenderme”, me dice Matius.

“Vida, no te tengo miedo”, digo yo.

 

jueves, 13 de abril de 2023

Sin título.

 No sé que lugares visité ni cuántas cosas fallé; se que me perdí en un camino que parecía tranquilo y que me hizo conocer la ruta del peregrino en vez de la panorámica. Así es la vida, dicen.

Y entonces el guiñapo en el que quedó reducida mi existencia se preguntaba por qué las cosas tenían que ser así, por qué dolía tanto. ¿Dónde se hizo el corte? ¿dónde estaba la herida que no admitía sutura y que sangraba y sangraba sin explicación alguna?

Para el "experto" no había nada, no hubo nada. No hubo evento traumático, no hubo un vínculo, no hubo nada. ¿Qué me dolía entonces?, ¿por qué aún se me humedecen los ojos cuando lo cuento?

La vida que he tenido me ha llevado a tener a veces reflectores encima, expectativas e ideas preconcebidas de mi ser. Desde niña se pusieron esperanzas en mis neuronas (faltas de neurotransmisores, por cierto), en mi físico (larguirucha, dientes de conejo, sonrisa imposible), en mi futuro (incierto; amor condicionado al éxito académico, laboral y marital). No había espacio para el fracaso, había demasiada atención al detalle, imposible escapar al rincón para respirar y decir "no soy tan maravillosa, no soy tan..." y asimilarlo, disfrutar la mediocridad.

Entonces, al crecer y pasar por todas las aventuras aquí narradas, donde se ha sufrido pero se ha gozado, pues nada me preparó para enfrentar el rechazo narcisista. Ni las canciones de amor, ni las películas ni mis experiencias previas. La vida que yo había cursado no traía esa materia. El rechazo narcisista es un puerto donde no quieres estar porque anula tu persona completamente. Porque por más que te recuerden a) tus cualidades, b) tus talentos, c) tus obligaciones, no hay en tu sentir la seguridad ni la certeza de que eso sea cierto. Por eso es tan fulminante, porque te hace dudar de tu propia existencia, te pone de frente al fracaso potencial que ha sido tu vida porque seguramente es por esos datos que se te ha dicho que no. Y no es así.

En esta historia, la falta de experiencia con el rechazo y con la violencia de comportamiento me tiraron la facha. Creo que ni en mis peores momentos con mis peores enemigos viví una nulidad de personalidad, una falta de reconocimiento a mis sentimientos, a mis acciones, a mis creencias. Que te anulen es un golpe bajísimo a la autoestima, que te digan que no eres nada y pasaste de noche en la vida de una persona a la que le entregaste gran parte de tu corazón es devastador. 

Entiendo que esto es un juego de dos, que lo que yo estoy contando puede tener una explicación o una versión diferente. El caso es que esta es mi manera de sacar ese dolor que hizo metástasis en mi corazón y que durante mucho tiempo pensé que la única manera de depurarlo era arrancándomelo. En otros momentos yo sentía que ya no lo tenía más conmigo porque me sentía medio muerta, me sentía sin chiste y sin amor por la vida. Y me duele mucho reconocerlo porque a las mamás no se nos permite 1.- separarse del padre de sus hijos, 2.- enamorarse de nuevo, 3.- fallar. Y por ende, el tener el corazón roto, nulas ganas de vivir, ganas de llorar, de desaparecer de éste mundo eran cosas que iban a marcar de manera profunda y horrible a los niños que viven en mi casa. Por ello es doblemente agotador vivir un evento traumático y pretender que no pasa nada.

Pasaron días donde no quise abrir las cortinas, donde mi estado de ánimo me predispuso al COVID por segunda vez, donde quise cerrar los ojos y caer en un sueño super profundo. Fue muy oscura esta etapa y agradezco tanto a quienes se quedaron conmigo escuchandome decir el mismo drama una y otra vez (Tuíterland, Kry, mis ardillas).

Y fue con mucha humildad que comencé a tomar fuerzas para asomarme con esta verdad, con éste dolor que comienza a cicatrizar. Me da mucho orgullo sentir de nuevo la vida circulando por mis venas, me siento tranquila al descubrir que Daniel Boaventura fue curando mi sensualidad maltrecha a través de sus interpretaciones llenas de energía -jeje-, agradezco que el trabajo salió a pesar de todo y que las ardillas que viven en mi casa no lo hayan resentido tanto.

Pudieron pasar muchas cosas: pude tomar un avión y lanzarme a rogar un "no te vayas", pude haber comprometido mi salud al decantarme por la bebida y cruzar mis maltrechos cables por el Rivo y la Parox, pude haberme abierto las venas en un momento muy bajo e insoportable, pude haber salido de noche a buscar autoaceptación y terminar muy mal. 

Nada de eso... esta mujer que está escribiendo esto es más fuerte de lo que ella misma ha creído y por fin puede decir que el capitulo está por cerrarse. 

El doctor dice que estoy sanando y que ya puedo comer carne porque no soy una piraña que amó en cuaresma. 

Ya no más amar en cuaresma. Ya no más amar fuera de mi.




miércoles, 15 de marzo de 2023

Me aventaron piedras y escribí.

 No me refugiaré en ti porque no está tu sombra protectora rondando mis espaldas. No tenemos un lugar físico donde enterrar las alianzas ni es posible sentarse al atardecer en ningún paraje para sentir el viento circundándonos. No estallará mi pecho ante ninguna emoción que vomite colores, no hay fuego pues no existe el combustible. No te buscaré con mi mirada, no estás en el vacío. No escucho tus pasos corriéndo a levantarme pues pertenezco a la tierra y no hay dónde sostenerme, no estará tu capa protegiéndome de las piedras que mi propia madre me lanza sin piedad y con aparente razón.

Soy un fracaso inexistente, soy una mala hechura de un tiempo que estalló en un segundo y se disolvió como espuma de mar, como una bandada de cuervos que busca horizontes agrestes para anidar, para ser cuervos, para gestar cuervos y maldad.

No estás en el sonido de ninguna música, no estás en ningún sonido de nada porque nada material sale de lo que no se conoce. La luz de ningún sol alcanza a calentar, a fotosintetizar, a dar vida en este árido espacio que se volvió mi corazón. Todo cuerpo conocido ha soportado alguna vez el paso del tiempo y del olvido que hay de mi a ti, pero yo no se sino balbucear "no te vayas, estoy quemando mis últimos pedazos de cartón para hacer el fuego con el que te llamo, la distancia será insalvable y no habrá limbo donde podamos coincidir.

No hay limbo donde podamos coincidir.

No hay ningún refugio, no hay ningún cuarzo protector, solo las piedras que siguen cayendo a mi alrededor.

Mejor pasear en Recoleta, mejor morir  en la banqueta, sin honor, sin gloria, sin riesgo y sin soldados tocando a golpe de clarín las notas que explican mi nombre.

Avanzo lento, me arrastro, soy tortuga, soy nada, soy una brizna que se apaga.

miércoles, 8 de marzo de 2023

Una historia más de una mujer más.

 Me cuidó mi mamá hasta que tuve edad para entrar al Kínder, en la muy proletaria colonia San Miguel Chapultepec, cerca de las Lomas de Chapultepec, con lo que ella pudo regresar a la Universidad a estudiar Derecho. Mi realidad de niña de Ciudad Nezahualcóyotl no chocó sino hasta que hubo un día un desayuno en casa de una compañerita del saloon y nos fuimos caminando a su casa. Cuando le platiqué a mi mamá que yo también quería invitar a mi grupo para un desayuno igual, me miró con cara de preocupación. Luego tomé consciencia del trayecto: Subirse al Metro Juanacatlán, bajarse en metro Zaragoza, tomar una combi a la colonia Metropolitana 2da sección, bajarse en la avenida y caminar hasta la casa. Inviable.

Crecí con complejos e inseguridades, mi papá bebía mucho en esa época (y en otras bastante más posteriores) y casi no lo veía, por lo que cuando estaba con él, los días eran bastante cortos. No importaba que se burlara de los peinados de rizos que me hacía mi mamá, ni que dijera que mis muñecas eran tontas porque luego cambiaba de parecer (al parecer) y me hacia "teatro" con ellas, poniéndoles voces realmente graciosas. 

Aprendí a leer y a escribir antes que a amarrarme las agujetas y sentía la presión por ser la mejor. Tenía que ser la mejor porque no había opción para fallar: todos mis tíos y tías paternas eran profesionistas gracias al esfuerzo que hicieron sus papás y mi abuela Ofelia, quienes venían de un pueblo de Oaxaca.

La ternura masculina la viví de la mano de mi tío Israel, que tenía 14 años cuando yo nací y quien en estos momentos seguro se está tomando unos tequilas con Salma Hayek. Hasta la fecha me sigue diciendo "Danita" con un cariño que me parte el corazón.

Salimos de Ciudad Neza antes de que comenzara la primaria.

Estudié la educación básica siendo aplicada, tímida y ansiosa de aprobación.

Empecé la prepa con el pie izquierdo y la libertad que tanto deseé me la tomé de un jalón. Me quedé un año más, luego vino la huelga de la UNAM y de ahí me fui a la universidad hasta San Juan de Aragón, turno vespertino. Conocí a mis amigos, conocí a mi ídolo, conocí a mi novio de la universidad, ¡conocí muchas cosas! Aprendí a litigar con mi mamá en la Defensoría de Oficio de la Ciudad de México, en el área Familiar.

Salí de la universidad, litigué, entré a una consultoria de Desarrollo Humano, aprendí otras habilidades, me casé y tuve a mi primer hijo.

La vida conyugal fue insatisfactoria, la maternidad fue atemorizante.

Me especialicé en maternidad, me hice consciente de mi rol como madre y me adentré en formar al ser humano más maravilloso del mundo: mi amado Matius. 

Tuve a Alondra, fuí una soccer mom, una mamá todoterreno con mi hijo de 7 años y la bebé en el canguro, manejando una nave preciosa, sintiendo tener la vida arreglada y que nada podría salir mal, que el matrimonio ya estaba siendo perfecto, que la maternidad era una gozada, que era el perfecto cuadro de la perfecta familia feliz. 

Infidelidad del esposo, ruptura y separación. Volví a casa de mis padres, a trabajar 11 horas diarias, regresar en metro, bus, caminando a casa, a atender a la bebé Alondra, a revisar tareas, a preparar alimentos, lavar ropa, a contener, a maternar, a amamantar, a todo menos a ser una mujer con deseos, con frustraciones, con miedos e incertidumbre.

Pasan los años y sigo siendo esa mujer que materna, que cuida, que trabaja. Todos los días me levanto a las 5:30 am porque ya no logro despertarme más temprano y comienzo a correr por toda la casa (mi huevito), arreando niños, preparando lunchs, desayunos, comidas, ropa, cariñitos a la gata y pisando el acelerador para dejar en la secundaria al mayor; aventarme una cruzada yendo de sur a norte para dejar a la nena en su colegio y llegar a mi trabajo en Polanco. Soy Directora Jurídica y lo pongo en mayúsculas porque me costó mucho trabajo duro lograrlo. Llevo la legalidad de 11 restaurantes Porco Rosso, tres de ellos fuera de la ciudad de México, controlo la legalidad de las empresas que conforman el Grupo Cerro Azul y en ocasiones ayudo a mi jefe (el dueño de todo el changarro) con sus temas personales (le doy terapia, jajaja, not).

En paralelo, estoy al pendiente de los respectivos chats de las escuelas de mis hijos, de sus actividades extra escolares, sus tareas en las ene mil putas plataformas que usan las escuelas para justificar sus cobros tan caros, las fiestas de cumpleaños de los amigos, las saliditas del adolescente al cine, sus pláticas, sus anhelos, sus mundos tan diversos, la inscripción al exámen de la Prepa; estoy ahí cuando se enferman, cuando se deprimen, cuando les pica la etiqueta, cuando tienen apego ansioso, cuando han sentido celos, cuando el mundo (o su padre) les rompen el corazón.

Estoy al frente de una familia, de una empresa. Quiero estar al frente de mi misma y dejar de sentir que no soy suficiente, que no hago suficiente, que tengo demasiado equipaje a cuestas.

Dejar de sentir tanto cuando me gusta alguien, dejar de ser tan yo, tan intensa. Ser más clara porque no logro hacerles ver que no necesito que entren a mi vida a resolverla, sino que entren a compartirla. Que descubran las posibilidades que tengo, las sorpresas... ya, aquí en este punto me dan ganas de llorar.

Este 8 de Marzo quise platicarles mi historia sin mucho adorno porque se que es parte de la historia de todas las mujeres que hoy estarán siendo conscientes de que la lucha es todos los días, que algunas veces será contra el mundo, contra el patriarcado, contra el amor romántico, contra una misma.

Y que a veces, solo estaremos nosotras mismas para reconocer nuestro valor, nuestro trabajo. 

Y con ello deberá ser suficiente.




miércoles, 8 de febrero de 2023

KINTSUKUROI

 Los humanos llevamos al extremo de lo peor la capacidad de sentir y pensar, pero quiero parar con esta tendencia que no va a llenar la veta que existe en mi de momento, AL CONTRARIO, la terminará agrandando y profundizando aún más y ello no es hacerle el honor a la experiencia como es debido.

Gracias...

Gracias por cada minuto que escuché tu voz dándome instrucciones precisas de vida y de paz. Por enfrentar conmigo los momentos más difíciles y desafiantes que me tocaron vivir en este par de meses.

Gracias por ponerte la camiseta de mi equipo, por sacarme de la banca y meterme al juego cuando nadie más quiso invitarme a su reta; por compartir esa estrella y dejar que me ilusionara con tu triunfo.

Gracias por esas madrugadas, por tantas risas y palabras oscuras y claras que intercambiamos.

Gracias por la ilusión. Por los últimos días de diciembre, por los últimos momentos donde sentí que eramos dos.

Nunca es suficiente para mi, no acabé llena de ti. Pero gracias.

Este bloque de mi vida se queda en mi corazón y me duele mucho que no pueda ser...

La sal cubre mis ojos, me duele... me duele un montón.

Con el oro de los recuerdos más increíblemente hermosos comenzaré a reparar esta grieta... 

Kintsukuroi.


martes, 7 de febrero de 2023

Mar...

 Imagínenme tapandome la cara de vergüenza porque solo me aparezco por aquí cuando se me da la gana.

Este es un día de esos...

Vaya que el 2023 ha sido un tren a toda velocidad y solo ha pasado un mes de él.

¿Es cierto que la vida es método? ¿Es verdad que tienes que acumular millones de años en experiencia para poder decir categóricamente "esto es así o esto es asá"?

A veces el aire de superioridad de la gente que sabe es tan tóxico que no dudo de que habemos muchísimas personas que preferimos morir en la ignorancia a arranciarnos en un saber que no tiene cabida para la gente como una.

Quiero dejar todo mi nerviosismo y ansiedad en una sola caja y guardárla en el sótano hasta que le toque salir de nuevo a orearse.

Será un sótano de casa vieja, de casa de madera, de casa en la playa y el salitre comiéndose la pintura velozmente. A todo se amolda mi ser... menos a los adioses. 

¿Por qué nos alejamos de los puntos de convergencia? ¿por qué decidimos enterrar sonrisas que aún tenían jugo? Posiblemente porque sabemos que ese jugo es lo único que le queda a la sonrisa antes de convertirse definitivamente en piedra.

Veo hacia la playa, la brisa suave y fresca levanta la tela que cubre mi cuerpo. No soy una musa, ni siquiera tu musa. Llegué a ser menos que eso, me parece. Una mujer sedienta de ti, una condensagotas de atención y deseo febril por tu tacto. Sí, es queja; una queja en lamento largo y profundo, un grito de dolor por no poder tocar la gloria ni hoy ni nunca.

No tengo idea de quién seré al amanecer, cuando abandone esta playa y retorne a la tumba.

Esta brisa es tan fresca, tan ligera que casi no pesa la indiferencia. Se siente como dejar lo que en un tiempo fue un objeto suave y acogedor y que ahora no es sino un coral petrificado, bañado por la espuma fría del mar.

Ni sol ni luna, ni brillo ni oscuridad; lo que queda será un absoluto vacío que los cangrejos llenarán con sus casas y sus crías. Sus mordidas me alejan, la marea me lleva nuevamente de vuelta y yo no se mentirle a la luna, no se decirle que ya no estoy ni estaré pendiente de ella.

Bajo calmada, estoy entrando.