viernes, 16 de octubre de 2020

YO, MAMÁ.

 No se si estamos sumergidas en una neblina de contradicciones o es que tan solo el dolor lo enterramos muy profundamente para que no salga a atacarnos como fiera en medio de la noche, sin embargo, el resultado de no poner un alto y sanar dicho dolor nos ha conducido a más problemas y más generaciones de mujeres vulnerables, asustadas o incompletas.

Hablo de ser mamá, hablo de ser hija, hablo de ser mujer.

Mientras escribo esto, tengo al lado mío a una niña que está literalmente con el cabello suelto, revuelto, con su pijama y playera blancas con manchas de cátsup y chocolate y unas pantunflas de unicornio sin cuerno. Para mí, es la imagen más hermosa del mundo. Para los condicionamientos del pasado (o sea, lo que opinan mi mamá, mi abuela, mi bisabuela...), esto es inaceptable. Y al no corresponder a sus ideas, de inmediato hay un rechazo hacia la vaga de mi hija y su aún más vaga mamá, que parece ser la peor madre del mundo por no seguir la línea al pie de la letra.

Ese rechazo duele y te madrea cuando tienes 5, 15, 22, 40 años y así se puede seguir una, hasta el final de sus días. Y si tuvimos descendencia, se los heredaremos en automático hasta el día del juicio final, dejando a generaciones de mujeres anuladas y sometidas por la falta de empatía, de amor y aceptación de las mismas mujeres de la familia y por ende, de la sociedad en general.

¿Y quién gana esta guerra? Podría decirse en automático que los hombres, pero no es tan sencillo.

Gana quien ve en la carencia de amor propio de una mujer la oportunidad de ventaja y negocio; gana quien se nutre del dolor y ansiedad de aceptación de una mujer que no supo ser valorada ni amada desde niña. Entonces tenemos una horda de insumos que nos quieren meter el amor propio y la autoaceptación mediante maquillaje, ropa, revistas y modelos femeninos nada sanos, nada útiles y completamente innecesarios, ya que lo que necesitamos en realidad es terapia, contención y auto aceptación para seguir adelante por la vida, sintiéndonos orgullosas de nosotras mismas, sanando a la niña herida y mucho más importante: dejando de cargar en nuestros hijos esas cadenas de tortura y dolor.

Por ello, doy gracias por las experiencias dolorosas que me han abierto más los ojos y que me permiten ver la belleza en las manchas de catsup, chicle en el pelo y la falta de vergüenza de mi niña.

Gracias, porque sanando yo, la ayudo a que sus cimientos sean verdaderos y fuertes. La ayudo a alcanzar todo el potencial que trae en sí misma y que saldrá para que haga lo que ella quiera hacer de su vida, sin necesidad de sentir que debe complacerme.

Así que dejaré esto por aquí e iré a revolcarme en el pasto donde ahora corre descalza, a disfrutar su risa y sus juegos. Sintiendo paz y tranquilidad de ser ella y nada más.

Así acepten y abracen a su niña interior. Sánenla, recupérenla, ámenla.

¡El despertar es maravilloso!

viernes, 9 de octubre de 2020

LO COTIDIANO.

 Estos días que regresé a la oficina han sido días de volver a adaptarse a una realidad que yo me resisto a llamarla "nueva", pero que en sí es diferente y que ya ha marcado sus cambios en todos nosotros. No se si aún haya alguien afuera que piense que todo es como siempre y que nada ha cambiado, para mi y mis ratitas maldosas ha sido todo un show de cambio, adaptación y resignación.

Las cosas que me sorprenden en positivo son por ejemplo mi gusto adquirido por hacer burbujas de jabón por las tardes; como si en esas delicadas esferas multicolores se fueran condensadas mis tristezas, esperanzas, pensamientos y deseos y partieran hacia cada destino que mentalmente le impongo. Si llego a casa y Alo no me pide que salgamos a lanzar burbujas, yo soy quien tiene que jalarla de la manga y urgirla a que deje el tedio del encierro y se una conmigo a esa diversión "pero poquito, mamá", me advierte. Seguro tiene mil cosas más interesantes que hacerle compañía a su filosófica madre, pero ¿qué quiere?, uno no escoge a sus padres ni a las mañas que éstos se carguen (no cierto, Evita u.u).

Por otro lado, mi muy puberto Matius da muestras de estarse amargando un poco antes de siquiera llegar a los 15 años, edad permitida para azotarse y tirarse al drama por cualquier cosa y considerarlo ya "una crisis juvenil" más que un "berrinche de niño chiquito" y lo observo volverse más irónico y sarcástico en su humor, cosa que en el fondo me gusta pero me preocupa enormemente que crezca pensando en que la vida no es sino un montón de circunstancias hiper cagadas, donde lo mejor que uno puede hacer es pitorrearse de ellas y dejar que el espíritu decaiga un poco, para luego rescatarlo con una frase ingeniosa y plasmarlo en un blog... ups.

Y en esa combinación de tedio e ironía, ambos chamacos me traen ya de bajada.

Por ejemplo, Mats sucumbió (¡por fin!) a la Pottermanía, se leyó los siete libros en mes y medio y luego adoctrinó a su hermana mediante las películas; al rato ya jugábamos dentro del mundo mágico de Harry y sus amigos lanzándonos hechizos para hacernos invisibles (buenísimo para meterme al baño a llorar, comer chocolate y revisar mis mensajes), creando pociones mágicas y escogiendo a nuestro personaje. Cuando yo dije que pedía ser Luna Lovegood, Alondra me contestó "no, tú eres nuestra elfina doméstica"... ¡zork!. 

Y bueno, no hablemos de Mateo que como ya les adelanté, está pasando por una fase "chistosa" y obvio, su blanco favorito es su mamá.

Está bien; no puedo ni quiero ser tan rígida o educarlos en valores para un mundo que tal vez ya no esté para cuando regresen al exterior. Honestamente en este momento voy siguiendo mis instintos y también dejándome llevar por la corriente del Mediterráneo, mientras ellos cotorrean y se divierten, se pelean y se bufan al mismo tiempo. Tal vez esto es lo que tanto esperé y soñé cuando la familia se modificó: tener una identidad como familia, algo que nos identificara solo a los tres. Y quien sabe, igual y hablar de caca y sus colores primarios sea lo nuestro.

Disfruten a la familia que ustedes eligieron y déjense envolver por su atmósfera; también sean flexibles cuando lleguen miembros nuevos. 

Feliz Viernes, casi normal.



miércoles, 23 de septiembre de 2020

CUARENTONA EN CUARENTENA

 Los treinta... 

Recuerdo cuando hace 10 años estaba muy sacada de onda por cumplir justo treinta y convertirme en una "doña treintona". Claro que había razones personales para sentirme así: ya era mamá, ya estaba "amarrada", a cargo de una casa y bastante aislada del mundo. Sentía que todos mis amigos seguían y seguían en la fiesta y la soltería y a mi ya se me habían acabado los bailes y las desveladas.

Sin embargo al cumplir 36 años, la vida me demostró que nada está escrito en definitivo y me sacó de la inercia, zona de confort, etc. y sin querer, me reinventó en un híbrido de Melanie Griffith en "Working girl" Andy de "El diablo viste a la moda" y "Doña Lucha", haciendo todo por amor a sus hijos.

Esa recta final de los treinta fue bastante educativa e ilustrativa, ¿eh?, como ya se los he platicado y creo que por ello no siento tanto el dejar el tercer piso, pues las lecciones las sufrí pero las aprendí y de la diversión, me basta con la fiesta que traigo por dentro y que se manifiesta con mis niños, con mis papás y hermano (manque sea vía Whats'app), con él, con mi banda virtual y mis primas. Ya la temporada de cacería terminó, la temporada de pesca también y tan tán, se acabó. Se me aplacan todos.

Jajaja, muy probablemente seguirán las lecciones, pero también están ya los cuidados, el caltrate, las mastografías, el "yo hubiera sido go-go dancer, pero  me chingué la rodilla", el bajarle al café y meterle a los vegetales, la leche de soya y las cremas para las patas de avestruz por las noches. 

Dicen que los cuarenta son los nuevos 20´s y que a las mujeres no les da la mentada crisis de los 40 que les da a los hombres... pienso que efectivamente no nos da, porque somos más seguras, más fregonas, ,más libres y lujuriosas que nunca y eso se notará definitivamente en todas nuestras acciones, pero sobre todo en la expresión de felicidad al dormir, sabiendo que has dado batalla y aún habrá muchas posibilidades de re inventarte constantemente. 

¿Esto lo sabían las abuelas?, probablemente. Mi muy querida abuela Luisita antes de morir me dijo que siguiera siendo feliz, que fuera feliz con las decisiones que estaba tomando en ese momento. Que no me arrepintiera de nada porque luego los remordimientos pesaban más que los años. Ella sabía lo que traían los años y me transmitió su conocimiento, lo cual agradezco enormemente. Gracias abuela, gracias mamá, gracias papá... fuente perfecta...fuente perfecta...fuente perfecta.


Adiós, mis thirty, flirty and triving, hola cuarentona, coquetona y buenona... ¿o como era?

jueves, 10 de septiembre de 2020

Indochina

 Mi vida se compone de muchos silencios y malos entendidos mezclados con confusiones y desprecio. No en ese orden, naturalmente, sin embargo el hecho de estar a dos semanas de cumplir CUARENTA AÑOS, me arrastra a profundizar en lo que habrá para mi en el mundo, pasando dicha fecha.

Sorprendentemente cada vez tengo más en común con mi mamá, lo cual me da miedo y gusto y confusión y un sentimiento de "ewwww" al comprender más cosas de ella que sucedieron mientras yo adolecía de juicio y sentido práctico de la vida (ayer).

Uno de esos episodios tiene que ver con la película francesa "Indochina", protagonizada por Catherine Deneuve (¡diosa!)y Vincent Perez (¡puuuuuuutssssss!), donde en medio de la guerra de independencia de dicho territorio, ellos dos se entrelazan en una especie de triángulo amoroso con la hija adoptiva de Catherine. Nada que Corín Tellado no nos hubiera platicado antes, sin embargo en la época a la que me estoy refiriendo, Corín no hubiera podido describir que yo a los 14 años era una cosita escurridiza, planita y rellenita desproporcionadamente, que se le notaban todavía los cachetes de la infancia pero con un corazón que llameaba ardientemente por Ovidio, por Badillo, por Juan Paco Pedro de la mar laralaralara y los que se fueran acumulando, mientras que mi muy jóven mamá de ¡33 años! los hacía suspirar a ellos.

"Tu mamá es muy guapa", "¡Qué jóven es tu mamá!" "Parecen hermanas" eran comentarios comunes en la boca del galán en turno y para mi eran una mezcla de tortura y orgullo. Yo se los platicaba a mi  mamá como quien se practica un hara kiri, un tanto para espiar su reacción y otro tanto para sacar el veneno de mi alma. Ella, como cualquier mamá cuerda y madura, me decía "pues tú diles que así como está ella, así me voy a poner". Eso no aliviaba mi malestar, pero al menos me daba esperanzas de poder dejar en algún momento el capullo de oruga al que estaba condenada en ese momento.

Sobra decir que a los 33 años no me puse como ella me lo prometió.

Ni alcancé un nivel de madurez como el que ella tenía en ese momento, con hija adolescente e hijito de 5 años.

Al contrario, los 33 me encontraron escribiendo mis andanzas en éste apestoso blog, más regordeta de lo esperado y con un Matius de tan solo 6 años, con el que andaba de arriba pa' bajo como hermana mayor/hermano menor.

Sin embargo, a toda oruga le llega el momento en el que se convertirá en ya saben qué (no me hagan decirlo, es el cliché más sobado de la literatura) y no se, pero creo que ésta vez estoy a punto de lograr llegar al nivel de Catherine Deneuve, donde voy decidida por la vida en mis manos, llena de orgullo por mí misma, por mis caídas, por mis tropiezos, por mis errores y dolores y mis horribles cortes de pelo fallidos que han acompañado cada cambio.

Siento una sensualidad recorriendo mis venas, una cosquilla en mi panza solamente de imaginar el sabor de una fruta, el aroma de un nuevo perfume o el descubrir intereses bastante disparatados, cuya única finalidad es llenarme de experiencia... ¡aaaaasu!

Y qué exquisito es saberse una mujer con cuarenta años que no necesita aparentar menos (aunque, cof...cof... si aparento) y ver que el mundo sigue esperándola con más ganas que nunca (y bueno, con una pandemiecita algo prolongada y mortal), ansioso de verla eclosionar y treparse rápidamente a la ola, consciente de su suavidad, de su encanto y experiencia, emulando al agua que todo lo vence porque a todo se amolda pero sin dejar de observar su esencia.

Total, a este punto pueden decir lo que gusten y yo seguiré andando con mi aire garboso de avestruz en tacones y drogas, pensando en lo hermoso que es la vida, en lo bello que es crecer y sobre todo, lo tranquilizante que es el hecho de que Papita apenas tenga 5 años y pueda ser todo lo irresitible y coqueta que quiera ya que para ese momento, su mamá estará más preocupada por  su cadera ortopédica, hacerle la vida de cuadritos a la nuera y con la abosluta certeza de que él la observa y mira con el deleite con el cual la miraba a sus 39 años... justo dos semanas antes de cumplir 40.

Sí, queridos menos 5 lectores de siempre... no es Arjona quien me tiene sonriendo.

viernes, 4 de septiembre de 2020

LA VIDA DESPUÉS DE TI ( segunda y última parte)

Cuando él se acomodó en nuestras rutinas de locura, en verdad sentí que muchas cosas iban a mejorar y otras tantas necesitarían terapia familiar.

No fue fácil para Chico Mayor aceptar que su papá tenía pareja y que su santísima madre también. Sus celos se dispararon a niveles impresionantes y fueron muchos los momentos donde terminamos tristes, sin embargo con el tiempo fue aceptando y comprendiendo las cosas y no dudo que en el fondo también nació un cariño hacia él.

En cambio, Chica Menor lo disfrutó muchísimo pues aprovechó bastante bien la situación de sentirse doblemente agasajada y consentida; al ser más jóven la pareja de su padre, se siente como si ella fuera una amiga grande que le dedica tiempo y atención y eso es padrísimo; yo recuerdo que me encantaba estar con mis primas mayores porque me hacían sentir importante y me prestaban sus barbies y adoré sus fiestas de 15 años de cada una de ellas.

Creo que para emparejarse hay que saber amar. Y suena a cliché y es horrible y eso ya nos lo dijo José José muchas veces pero es cierto: amar es querer la felicidad del Otro entendiendo que nosotros a veces estamos en el cuadro y a veces no. El Otro es un ser independiente y tiene una vida que se compone de varios aspectos. Podemos estar o no incluídos y visceversa. Pero generalmente nos gana el apego y lo confundimos con "amor". Nace el mueganismo, nacen los celos, nace la desconfianza, nace la idea de que el Otro debe satisfacer mis necesidades (todas). Y si el Otro se va... morimos.

Y bueno, tantito peor si "el Otro" es una mamita trabajadora que cuyo trabajo fue-de nuevo es- muy absorbente. Las prioridades siempre estuvieron claras, pero el corazón no siempre quiere obedecer a la razón. Lo mismo pasaba de éste lado, pero creo que al final no supimos manejar tantas voces, tantos sentimientos diferentes, tantos obstáculos y tanto apego.

Se que el amor está ahí. Ojalá pudiéramos simplemente quitarnos todos los personajes que somos a la vez y encontrarnos en medio del camino, tomarnos de la mano y andar juntos, con todo nuestro pasado, con todas nuestras responsabilidades... (voy a llorar)

En fin... la vida es lo que es.

Una se levanta, deja de postear estupideces en sus redes sociales, prepara el desayuno, se pone pestañas postizas (porque es lo único que deja ver el cubrebocas) y se va a trabajar por y para sus ratitas maldosas.

El camino es diferente, la realidad es diferente y yo también.

viernes, 14 de agosto de 2020

LA VIDA DESPUÉS DE TI (parte 1)

Lunes 10 de agosto...

El 99% de las cosas que me propuse cumplir para ese día quedaron rebasadas por la realidad. ¿Qué tan difícil era dormirse temprano el día anterior, dejar tres trapos listos, el menú del desayuno planeado y poner el despertador? No mucho, al parecer. Un chingo, para la muy desvelada, exhausta y mal portada Dana, quien no contenta con tener ansiedad crónica, se dio el lujo de empezar a ver una serie sueca cuya trama eran las familias compuestas: Pareja recién formada, cada uno con hijos de su anterior pareja, las cuales estaban seriamente resentidas y enojadas y un bebé en común en camino. Lo de hoy.

Bueno pues corte a:maratón de capítulos a horas antes de que el hijo mayor iniciara formalmente la secundaria en línea y con ello se fuera al diablo la estrategia del Plan DF3, con el consabido caos al día siguiente. 

Seeeee, se que eso se oye feo y reprobable; que el hecho de escribir sobre ello para regodearme es aún más irresponsable, que el pelo engominado del Matius a cámara lucía estrellitas y brillitos porque olvidé comprarle su muy varonil gel para machos y sólo había gel rosa de princesas de Alo y que con eso ya tiene para querer abandonar la secundaria para siempre y querer irse a vivir con su papá. 

Pero, ¿saben? antes de que me condenen, quiero decir algunas cosas en mi defensa...

¿Por qué me enganché a la serie? ¿Qué había en eso para mi?

Todo, amigos... absolut...no, esperen, el bebé no.

Ustedes recordarán al sujeto conocido como Marmota, quien seguirá llamándose así porque "el padre de mis hijos" solo lo menciono cuando estoy enojada con él (o sea, uno se separa para que ya no le duelan las chingaderas del otro, pero resulta que si tienen hijos en común, es imposible dejar de convivir con él). Así que terminas acostumbrada a hablar con él casi a diario, a preguntar cosas como "¿tú sabías que a Mateo le gustaba Fulanita?, ¿tú le diste permiso a Alondra para que se hiciera un tatuaje cuando cumpla 18?, ¿se fue a tu casa la rata de peluche?, porque aquí no está y tu hija está histérica con que no puede dormir." y a preguntar casual si su nueva novia te puede pasar la receta de su panqué de plátano con arándanos.

 Obviamente se lee fácil, chido y hasta inspiracional para una novela así leído de corridito, pero en el camino hubo lágrimas, dolor, humillación, engaño, resignación, terapias, gritos, en fin, mierda y media.

Llegar a este punto no ha sido nada fácil y menos cuando tienes la responsabilidad económica, moral y afectiva de las personas más importantes en tu vida. Parte de dejar de escribir en el blog fue por la velocidad con la que vivía las tragedias una tras otra tras otra. Ya nada quedaba para querer compartir y mucho menos reír. La vida se puso demasiado seria y un día de repente pareció que el cielo despejaba y entraba a la tierra un rayito de sol (pausa dramática para poner la canción "Osito de Felpa" de Julio Jaramillo... perdón).

Ese rayito de sol entró al desmadre de mi vida como entra a la montaña rusa un niño con el estómago retacado de golosinas: con la mayor ilusión de diversión pero que tarde o temprano termina vomitando.

Y vaya que hubo vómito... pero eso será contado la próxima semana.

Por lo pronto, en la libreta de los recados del refri hay una nota con rojo y mayúsculas que dice "NECESITO GEL SIN BRILLITOS".

Siempre hay un motivo para seguir adelante...

viernes, 7 de agosto de 2020

Los insomnes.

 

Apuesto a que tú también escuchas voces que salen de los rincones más extraños de tu habitación.
Un ronroneo que sólo la presencia del refrigerador en la cocina consigue tranquilizar tus ansias locas de salir a la calle en medio de la noche a buscar gatos para quedártelos... ¿a que si?
Por más que tomes tus tés relajantes o hagas tus assanas, la inquietud, el insomnio y los tres pesos de cordura que todavía te quedan, hacen que pases la noche más infernal de tu vida, a perpetuidad.


No lo sé, para estos momentos voy por mi 3era taza de té y mi rivotril. Un corto alemán en Amazon y ya está, veré si consigo pegar pestaña, que a dichos de mi mamá, me está sentando fatal la ruptura.


Bah, peor siempre ha estado la pobre Violeta.

Pero se que no es así...

viernes, 24 de julio de 2020

Cangrejadas.


Como está bien aburrida la cosa, me voy a arrancar a contarles la historia de mi primer amor... ah caray, de tanto que no venía por aquí no me había percatado que no solo les he platicado del primero, sino que ya llevo el segundo, tercero, primer marido, último flee... ¡UNA CHULADA!.

Ta bien, entonces como ese chisme ya se lo saben, mejor les contaré como es que volví a los siempre necesarios, nunca bien ponderados A N T I D E P R E S I V O  S.

Estaba yo muy correctita en la parte que me corresponde de la oficina (los conocedores ya se saben  el chuncherío de post-its, stabilos pastel, plumas fuente, flechitas, y ene mil libretas que se encontraban ahí en mi escritorio), tecleando alegremente el organigrama que prácticamente justificaba mi existencia en esa compañía, contestando mil mails, mintiendo impúdicamente sobre cómo ya estaba el pago de equis proveedor y  aguantando los cuestionamientos de mi jefe acerca de... ¡todo! cuando de repente sentí un dolor en el pecho  que se fue extendiendo hacia mi brazo izquierdo llenándome de angustia y pensamientos funestos. Se me fue el color, me comenzó a doler la cabeza rápidamente y neta sentí que ahí iban a quedar los restos de la que fuera la participante número 67 del concurso de Spelling Bee Contest del año de 1990. Una verdadera pérdida para la humanidad, lo sé.

Quisiera poder decirles que en cuanto mis compañeritos godínez notaron el cambio en mi color y  actitud (pues de pasarme el día gritoneándole a mi auxiliar y llevándome de a chiflidos de arriero con el contador Solares, quedé completamente en silencio) llamaron prestos al 911 como lo marcan mis protocolos de Seguridad, pero la cosa es que estamos tan al tope de trabajo que si se nos petatea algún miembro de la tribu lo más seguro es que lo notemos cuando preguntemos a la hora del pastel de Chelita de contabilidad "oigan, ¿y Willi el de las copias no va a venir a cantar las mañanitas?", o sea, el horror.

Pedí el baumanómetro colectivo de los contadores (es que ya se que parece chiste, pero en serio que es anécdota) y de mala gana me lo ofrecieron, no se les fuera a descalibrar y luego cómo le hacen a la hora del cierre de mes. Mi presión estaba en 190/100... igual y sí, igual y no. El punto es que me pusieron en un Uber directamente a la clínica, a 100 kilómetros por minuto para que rompiera el umbral de la media hora de distancia, no lo fueran a tipificar como accidente de trabajo.

Llegué a la clínica y bueno, ¿qué les puedo contar que ustedes no sepan ya sobre el sistema de salud de nuestro país? Como no traía cita, pues me atendieron de lujo, me dijeron que iban a enseñarme resiliencia al permitir que llorara un poco más de lo que ya estaba llorando de miedo y desesperación y que para fortalecer mi carácter, no me asegurarían que recibiría la ayuda y me dejarían para que urgencias me atendiera. Claro, solo en caso de que colapsara ahí mismo; de no hacerlo, tendría que regresar el lunes con cita y en mi horario.

Pues nada, ahí estaba hecha bolita en las bancas, llore y llore y con miedo a morirme en las bancas del IMSS.

Total que entré a consulta, la doctora que me atendió estaba en medio de una batalla campal con su ex marido, su hijito de 4 años y la señora que lo cuida por las tardes... comenzó a preguntarme que qué rayos hacía ahí y, no se cómo explicarles, pero me sentí completamente estúped, con mis lagrimitas lily ledy y mis problemas de a tres varos.

Me explicó que había sufrido un ataque de pánico y me diagnosticó (nuevamente) Transtorno Generalizado de Ansiedad y Depresión.
Cámara... chochos por aquí, chochos por allá, cambio de vida y terapia.

Eso fue el 06 de marzo y luego se desató la pandemia.

Lo que más me resistí a aceptar de esta situación fue mi incredulidad ante algo que consideré en ese momento una debilidad... ¿cómo es posible que la persona que debe infundir valentía, resistencia y autoeficacia al par de ratitas maldosas que sigue viviendo en mi casa, esté cayéndose de pánico y ansiedad? No se suponía que mi cerebro me jugara en contra, se suponía que juntos alcanzaríamos el nirvana de las mamitas trabajadoras, pero ex esposa comprensiva, pero novia, ¡pero nada!

Fue, ha sido, sigue siendo algunas veces un golpe a mi ego y a mi paciencia y descubrir la fortaleza para enfrentar el día a día en medio de ésta situación global no ha sido fácil. La leche escasea y el amor se escurre como agua por las rendijas de esta gran ciudad sin que aparentemente pueda hacer algo para detenerlo.

Sin embargo, algo del desparpajo de Dana la veinteañera de repente se asoma y nos regala unas carcajadas y algunas licencias poéticas para poder sobrevivir en medio de este mar de paxil, clonazepam, paredes pintadas con gis, recortes de papeles multicolores y crayones partidos cubiertos de resistol.

Es, como siempre digo, un día a la vez.

Un día bastante pinche y apestoso a la vez, jajaja... not.

lunes, 20 de julio de 2020

Sanar...




Me curé de la sorpresa inesperada de ser madre escribiendo en el blog que tienen frente a sus oclayos.

Me curé del miedo a ser mamá primeriza con todas las cagadas que ello conlleva, escribiendo (y comiendo helado de chocolate, pa’ qué más que la verdad).

Me curé de la primera infidelidad de Marmota, escribiendo.

Me curé de la depresión postparto de Papita, escribiendo.

Me curé de la bancarrota, escribiendo.

Me curé del terror ante el inevitable regreso a la vida laboral como abogada, escribiendo.

Me curé del sentimiento de culpa por dejar a mis hijos en la escuela y de perderme los primeros pasos de Papita, escribiendo.

Me curé de la noticia del hijo extramarital de Marmota, escribiendo.

Me curé del trauma del temblor del 2017, escribiendo.

Me curé de un divorcio… escribiendo.

Y aquí estoy nuevamente de frente, como la mayoría de ustedes: adaptándome para sobrevivir ante lo inesperado, con el corazón un poco roto, la cartera vacía, el de Coppel tocando a mi puerta, mis hijos convertidos en orugas gorditas de tanto comer y reptar, el trabajo en una sospechosa incógnita, con miedo a morir, llena de deudas, culpas por no haber previsto tantas cosas y escribiendo.

Es verdad, vivimos un cambio muy rudo y ha habido gente maravillosa que lo lleva muy bien y habemos otras que simplemente hacemos lo que podemos con lo que tenemos.
Tengo la tentación de quejarme, de dejarme ir con todo mi dolor y embargar a mis menos cinco lectores ¿de siempre? con tedio y flojera. Pero siento que no es justo ante las diversas circunstancias tan difíciles que muchos viven también.

Así que en la medida de lo posible intentaré rehacerme nuevamente escribiendo; porque ya no es solo un deseo mío, ya no es solo mi cosquilla de explorar paisajes literarios o llevarlos a ustedes de la risa al llanto como otras veces…

Cuando tenemos muchas responsabilidades encima, mucho dolor acumulado, pocos recursos orgánicos y una mamá que te pide que te cuides por lo que más quieras, que te dice que vas a volver a brillar, que volverás a amar, que volverás a sonreír… no queda más que hacerle caso y decir “Sí, si voy a volver a escribir, mami, te lo prometo”.

Y comenzar a hacerlo.