miércoles, 28 de febrero de 2024

Rompieron un cristal, pero no mi voluntad.

Estoy cansada de perder.
De perder y de que me arrebaten. 
De que me arrebaten y de que yo no quiera conservar. Estoy harta de fingir que no pasa nada cuando me pasa todo un río de problemas,  sentimientos y dolores bajo mi puente. Estoy cansada de querer gritar lo mucho que me duele perder, ser robada, ser víctima y que la voz de la consciencia mundial (esa estúpida, estúpida voz) me diga que "cuando dios te cierra una puerta, el diablo te abre una ventana para que te vayas de cuernos y sigas batallando en el infierno".
Estoy asqueada de tener que encontrar un "para qué" de todas las putas pérdidas que experimento.
Estaba en negación, ahora estoy en franco enojo.
Estoy harta de tener que minimizar mis pérdidas o mis sufrimientos porque alguien más ha perdido más o la pasa peor que yo o la chingada. ¿Qué puuutas cosas nos enseñaron en lugares como el catecismo, la clase de ética nicomáquea y los retiros espirituales en la Mariápolis? 
Estoy enojada conmigo misma porque con las pérdidas, me pierdo a mí misma... ¡a mi, chingadamadre, a la única persona que jamás debería soltar de la mano! Y me enfurece saberme tan herida, tan vulnerable, tan perdida y sin encontrar. Tan llena de dolor y no poder bajar la guardia porque hay que seguir operando y nadie va a venir a rescatarme, excepto yo. Y cómo hacerlo si estoy más alejada de mi misma que de la talla que tenía a los 23 años.

Con la penúltima pérdida se fueron ocho años de trabajo, sin embargo, sé muy en el fondo (y por eso me hierve más la sangre) que esto sí tiene un "para qué ", aunque me tenga que morder la cola para aceptarlo...

Sucedió para entender de una buena vez que ya no soy ni volveré a ser esa Dana-Bambi de 35 años, la cual regresaba a casa con culpa, directo a amamantar y revisar tareas de fracciones. La que acumulaba información en lo que aprendía a aplicarla, la que no sabia mucho de la industria y que por ende si fracasaba, tenía todas las disculpas a su favor pues era una aprendiz, una auxiliar.

Lo que he estado lamentando es esa pérdida de aquella etapa y tengo miedo a tomar consciencia y darme cuenta que SOY una mujer de 43 años con la experiencia y madurez suficientes para rehacerse, para aceptar que da miedo crecer y aprender a putazos pero, que a veces es la manera en la que sí o sí se terminan por asimilar las verdades.

Ok, respiro... ya me siento mejor.
No hay computadora, USB ni Drivers que se comparen con la Pentium (¿Lentium?)que tengo en la cabeza... 
Se que la tendré que resetear varias veces cada que no quiera jalar y que en el último de los casos, le ponemos el motor de la licuadora y ¡agárrense mis plebes! porque de que volamos en infinitum, volamos en infinitum.

Y bueno, no fue en el 2000 sino 24 años después pero, finalmente se cumplió lo que la pitonisa Natalia Lafourcade predijo: "...ya no soy, ya no soy la infantil criatura, la inocencia se acabó".

Sí, se acabó.
Porque a Bambi le temblaban las patitas y a mi... a mí no me tiembla nada.



lunes, 12 de febrero de 2024

MI TÍO ISRAEL.

 El primer recuerdo que tengo de él es el de un chico que llegaba a cargarme, a jugar conmigo, a hacerme voces graciosas y a mimarme muchísimo. 

Yo era muy feliz en su compañía, nunca me hizo sentir que sobraba, que no podía, que molestaba. De ninguno de ellos (Gustavo, Benjamín e Israel) tuve la sensación de que era una niña insignificante. Si alguien quiere hurgar en mi autoconfianza, se va a topar con que gran parte de ella lleva cimientos que mis tres tíos paternos pusieron ahí. Y estoy orgullosa de eso.

Israel era (es...será) mi favorito por muchas cosas... nunca se ajustó a lo que su entorno le marcaba y se buscó la vida de una forma que no iba con los cánones de toda mi familia paterna: Somos de Oaxaca, solo saldremos adelante con el estudio y perfeccionamiento de nuestra profesión. Todo lo demás, está fuera de cuestión.

Y fue así que comenzó a acompañar a mi abuela Ofelia al aseo en "La Casa de los Amigos", que es una especie de hostal para la comunidad internacional quaker. Ahí aprendió inglés, conoció de primera mano la cultura americana, se enamoró de Amy -una jóven neoyorkina que estaba de paso en México y que con los años llegaría a ser asesora de Hillary Clinton-, se volvió actor (salió de "extra" en varios programas de Televisa en los Ochenta), puso una escuela de inglés en el edificio rojo de Reforma 164, se casó con Amy en Estados Unidos y vivió en Boston mientras ella estudiaba su posgrado en ciencias políticas en Harvard (siendo compañerita de aula de aquel Fausto Alzati que se ostentó como Doctor por Harvard sin tener el grado). Me enviaban cartas en inglés llenas de calcomanías para que yo pudiera practicar el idioma y cuando estaban en México, me sacaban a pasear o por un helado al Helen´s de Reforma y La Fragua. 

Siempre me dijo que tenía que salir de México, que podía hacerlo y que no dejara de estudiar inglés.

Con el tiempo fue más difícil seguirle la pista o estar en contacto con él. Su vida comenzó a ser misteriosa, peligrosa, a salto de mata.

De repente nos llegaban noticias de que estaba por montar una empresa de tequila, de repente no sabíamos nada y de repente un día llegó con cajas de "Mexitlalli Tequila Cristalino", un contrato para venderlo en exclusiva para Le Cirque del Camino Real Polanco y una amistad con Salma Hayek.

Para los hombres jóvenes de mi familia (mi hermano y mis primos), mi tío Israel ha sido un referente, un parteaguas y el ejemplo de salir de la zona de confort en pos de algo más grande que uno mismo; no por nada, para ellos salir del país en busca de otros horizontes y oportunidades es algo casi obligatorio. Qué bien que así ha sido, aunque el precio sea alto.

...

Lamentablemente todo tiene su lado B y en el caso de mi tío Israel, esto no ha sido la excepción.

Cuando uno no está en paz consigo mismo, los demonios llegan a danzar sobre tu pecho y a reírse de ti, de tus logros, de tus pasos dados y te retan a saltar al vacío.

Yo no se cuando comenzó la espiral de declive en su vida, solo se que esta es su última batalla y con todo el dolor de mi corazón, se que va a ser la última. 

Y me duele como no creí que me fuera a doler. Miento. Me duele exactamente como sabía que me iba a doler cuando esto estuviera sucediendo. Es cierto que no puedes salvar a nadie de sí mismo, lo se. Pero el saberlo no lo hace menos triste, menos doloroso.

Cuando caiga el telón, todos callaremos conteniendo la respiración.

Porque no solo se borra una vida.

Se borra lo que fuimos en los ojos de esa persona que ya no los abrirá nunca más.

Buen viaje al Valhalla, tío Israel... una niñita de 4 años te está sosteniendo la mano para que puedas partir en paz.