viernes, 28 de noviembre de 2014

SEGUNDA VUELTA.

                                                                ...No esperes que el rigor de tu destino, que tercamente se bifurca en otro (...) tendrá fin.

"Es de hierro tu destino como tu juez", dice Borges (Borgues, pa' los cuates... de Chente Fox)
Poco después de que mi voluntad cedió al ejercicio y a la buena alimentación, cuando las asanas y los 'ohms' hubieron de purificar mi espíritu chocarrero, sentí que mi cuerpo no respondía como debía.
Me sentía de lo más débil, de lo más triste y deprimida; todo lo que comía lo devolvía medio procesado y no quería dejar de dormir.
La Marmota temió por su vida pues no es fácil aceptar que su "executive manager" estuviera haciéndole esos teatros. Digo, si al cuarto para las ocho me pide que pague las tenencias de nuestros respectivos autos, que le consiga el teléfono de algún proveedor, que revise si no dejó sus patrones en casa o simplemente que le prepare mi famosa pasta de champiñones, es de temer que de un día para otro lo recibiera con puro chayote hervido y el flyer de "Pane en via". ¡Maldito! ... jajaja.. just kiddin'. 
Así que me mandó al hospital, al laboratorio, a hacerme pruebas de todo y nada, no pasaba nada... Aparentemente...
Luego, todo cambió. Un día en el que me encontró más pálida que de costumbre me llevó de nuevo al hospital y ahí el mundo tal como lo conocía hasta ese momento se disipó: estoy esperando a mi segund@ hij@.
De pronto se apareció la película que ya había visto: visitas al hospital, sangre-sangre-sangre, temores nocturnos, mi cuerpo que comenzaba a ser "perfecto" de nuevo cambiaba rápidamente, apetito desmedido por carbohidratos y donas Krispy Kreme y lo peor, mis serias dudas sobre mi capacidad de crianza, pues aunque el Matius es el niño más dulce, bueno, amoroso e inteligente que conozco, el día que salga al mundo y éste me lo escupa con una nota que diga "Debiste hacerlo mejor" ¡me voy a poner a llorar! (y a seguir tragando krispys)
Total, que por fin ya sabíamos lo que ocurría; el Mundial de Brasil iba a ser el pretexto perfecto para fomentar mis antojos y nadie me iba a impedir que rompiera la dieta. De ahí en adelante todo era diversión, Fun and loathing in Danagatolandia!
Pues no fue así; tuve muchas compliaciones médicas y me ordenaron un reposo monacal. Gracias a mis amigas Axel y Bere que cuidaron de mi y de mi querido Matius al recogerlo del cole y traerlo sano y salvo a casa, mientras yo no entendía qué demonios estaba haciendo mal, torturándome con mil temores que ya nada tenían que ver con que si era correcto enchuponarlo o bañarlo con lechuga. Era el temor de "¿Vivirá o no?". Un sentimiento, queridos menos cinco lectores de siempre, que no podría describir despreocupadamente.
Es por eso que hasta ahora que estamos en la recta final puedo platicarles libremente mi -ahora si- feliz situación.
Sépanse que estos oscuros temores los he venido arrastrando desde junio, que ha sido un triunfo mantener el equilibrio entre la emoción desmedida por un nuevo ser y el temor a perderlo antes de conocerlo. El pretender que "todo está bien" ante una situación en la que claramente no esta todo bien es difícil, pero indudablemente también pasaron cosas maravillosas en el proceso que me hicieron concebir esperanzas: El Matius entró a la primaria, a los scouts, me volví una "soccer mom" (que no 'sucker') de tiempo completo, leí muchísimos libros, celebré otro cumpleaños con un regalo sin poder desenvolver aún...
Se que en el mundo, en nuestro país, en nuestra ciudad, en nuestra familia pasan cosas que hacen perder la fe en la humanidad y en la existencia, pero siempre habrá la mentada luz al final del túnel que nos alienta a seguirla (¡sí, si vayan hacia la luz!) y tratar de sacar lo mejor de nosotros mismos.
Así que veremos qué sucede en mes y medio, lo más probable es que así como estoy construyendo mi destino (y con el tino que tengo) éste nuevo ser nazca el día del cumpleaños de su hermano mayor.
Ya me conocen... me encanta complicarme la vida.
Feliz viernes, queriditos. Los niños SÍ suceden, así que si van a la fiesta, lleven sus globitos..




viernes, 14 de noviembre de 2014

EN LA FERIA...

Escrito por la mujer que piensa que su gata Peluss
es su amiga.
Hoy viernes volveré a la Feria del Libro Infantil y Juvenil. 
Voy como cada año de mi vida. Ya son 34, así que échenle cuentas.
Voy con gusto y emoción para reencontrarme con la nenita que leía Mafalda a los cinco años y repetía como lorito lo de tener "conciencia gremial". Voy con el fervor de quien va a la Villa a dar gracias a fin de año por los favores recibidos y es que el mío es un agradecimiento a mi mamá (que en vez de ir a la Universidad me llevaba "de pinta" a la Feria, cuando la organizaban en el Auditorio Nacional) y a mi papá, quien es un adulto con alma de niño (el sábado pasado lo caché viendo Plaza Sésamo. El Matius ni figuraba por ahí, así que no era pretexto).
Ir a la Feria es como ir a la feria. Sólo que los mareadas y guacareadas no son por culpa de los juegos mecánicos sino por las vueltas que doy sin cesar por cada uno de los stands, tratando de encontrar el libro perfecto. Lo curioso es que ni siquiera los busco para obsequiárselos al Matius, sino para mi propio deleite.
Pienso que la literatura infantil es un género que ha sido infravalorado y hasta se le ha faltado al respeto con tanto mercadeo de productos disney y nickelodeons (¡es que cómo es posible que Dora la Exploradora o la Sirenita vendan más libros que un Tío Patota o una Olga Cuéllar, chihuahuas!). Y bueno, si es cierto que me encanta leer libros infantiles porque es una manera de conservar la capacidad de asombro, la imaginación y la sensibilidad. Los libros-niño son el primer escalón de mi gusto por leer.
Anteriormente la Feria tenía un aire hippie pues todo era regalar globos, colores, ediciones sencillas de libritos... en los talleres se usaban envases de yogurt y pintura para crear el sistema solar y La Trouppe nos deleitaba con "Opus Estos"... vendían nieve de leche quemada y Sara Gerson autografiaba nuestros libros de "Los viajes de Pluvio".
 ¿Todo era más simple o es que yo iba por la vida con ojos de inocencia y no era mi trabajo el pensar en los precios de los libros y en si compraba un disco de los Hermanos Rincón o un kilo de carne?
Ciertamente sigo yendo a la Feria como un ritual, pero también porque creo que se educa con el ejemplo y si el Matius algún día terminará en un diván, al menos que no me culpe de no haberle inculcado el gusto por la lectura o de no procurarle una herramienta que lo hará mejor persona, como creo que lo es la literatura.
¿Dónde estarán esos niños que junto conmigo compartimos horas de lectura? ¿Seguirán leyendo, son padres, estarán llevando a sus hijos a la Feria?
Misterios que las encuestas de "tres libros al año es el promedio que el mexicano lee" no alcanzan a revelar...
Tal vez sea cuestión de tiempo.
Y de fe.
Feliz viernes, queridos menos cinco lectores de siempre; si van a gastar su "Buen Fin" en una tele ni me platiquen.
*Pone carita enojada


viernes, 7 de noviembre de 2014

CAPILARIDAD BAJO LA LUPA

Escrito por la mujer que es capaz de comerse un puñado de Cheetos
y un "Miguelito" en polvo como desayuno".

Queridos menos cinco lectores de siempre, para poder despegar las neuronas y venirles a escribir tan temprano hube de poner a Guns N' Roses en altos decibeles ¡y la cosa no para de agradarme!
Así que ya llevo 30 minutos escuchando música y ya hasta se me olvidó lo que les iba a platicar (que seguramente era algo insulso y poco importante, pa' variar.)
Debo confesar que los Guns comenzaron a gustarme gracias a felices coincidencias en mi adolescencia (periodo en la historia que TODOS deberíamos saltarnos; ¡ahí te encargo, Evolución!) y posteriormente las personas que fui conociendo a lo largo del camino compartieron y fomentaron mi gustillo. Fin de la anécdota de Guns, fin del recurso literario de la introducción pues no pienso escribir acerca de la música (ya se ve que se muuuy poco), fin de las alusiones a la adolescencia. Se quedarán con la duda de quién fue el primer chico que me dio un beso al ritmo de "Since I don't have you".
Cielos, llevo literalmente una hora tratando de encontrarle el hilo a mis pensamientos y no puedo dejar de pensar en la adolescencia, ¡justo como no quería que pasara!
Me acuerdo que en la secun era obligatorio -aparte de las calcetas blancas hasta arriba y zapatos negros de goma ¡horribles!- que las niñas portáramos un objeto colgante no identificado (OCNI) sobre nuestras frentes, el famosísimo "copete". Dicho copete era toda una distinción entre las jóvenes, entre más enredado y más abultado, mayor su índice de coeficiencia intelectual. Na, para nada. De hecho las chicas que no usaban copete eran las más aplicadas pues no gastaban tiempo precioso de estudio en tales menesteres, y como yo no fui muy aplicada en la secun, pues adivinen quién si traía su copetín bien redondito y encrespado...(todos señalándome en 3...2...1)
Efectivamente, no era un buen día si el copete no quedaba tan esponjoso como yo quería. Había que levantarse a las 6 de la mañana (y en ese entonces gustaba de hacerlo con el programa de Sofía Sánchez-Navarro, en Digital 99) para tomar un baño, ponerme el uniforme y comenzar a torturar mis cabellitos uno por uno. El procedimiento era el siguiente: separaba el mechón de la frente del resto de mi cabellera; acto seguido, peinaba mi cabello en una coleta relamida y bien apretada. Paso tres: con un peine comenzaba a enredar el cabello (a hacerle "crepé", como se le dice en el argot estilístico) y rociaba sendas cantidades de "Aqua Net" para después sostenerlo y aplicarle calor con la secadora. Uff, sólo recordarlo ya me dieron ganas de raparme...
De tal manera había calculado el tiempo que tardaba en peinarme que jamás se me hizo tarde para llegar a la escuela, bien encopetada, claro.
No se que delirios o sensaciones podría causar el peinarse de esa forma, con el tiempo dejé de procurarme dicho accesorio por que la prepa y el copete ps no checan, ¿no?
Jamás se me ocurrió pensar que lo que las chicas creíamos hermoso, atractivo para el sexo opuesto, para los hormonosos compañeros les daba exactamente lo mismo pues ya está más que comprobado, estudiado y resobado que en lo que menos se fijaban de nosotras era en la cabeza, precisamente.
"Ahoy" ignoro el peinado que esté de moda entre la muchachada, yo por mi parte he renunciado al peine y a la secadora, por más que la Marmota deje caer indirectas de "ayyyy, qué bonita te verías con equis peinado".
Demasiado tarde, yo ya me casé con un corte de pelo, con la idea de que entre más simple mejor y que ningún peinado vuelve a quitarme el tiempo que puedo invertir haciendo otras cosas.
Y bueno, hay de copetes a copetes... por lo pronto en este país sabemos cuál es el copete más odiado por el grueso de la población y ni sus litros de gel podrán traerle calma (ni ideas...o inteligencia...bueno, ya de perdis: sentido común).
Así es el misterio de la capilaridad...



lunes, 3 de noviembre de 2014

Crónica del Día de Muertos.

El Matius y la Marmota regresaron de sus respectivos viajes justo para la celebración del Día de Muertos.
Después de indigestarme con una poca de barbacoa, corrimos a Xochimilco por las cosas de la ofrenda. Aquello era una alegoría al cuento de Cortázar "Omnibús": todos traían ramos de flores y mal miraban a los que no. Nadie iba para Chacarita pero sí al Panteón Municipal.
Por la tarde llevamos al Matius a los Scouts y fuimos felices comiendo pan de muerto y chocolate.
Ayer domingo visitamos el Panteón y caminamos sobre una marea anaranjada de cempazúchil. Increíblemente el día en el que celebramos a la muerte es el día más vivo en el camposanto.
De regreso pasamos a comer con la abuela Ofelia.
La abuela Ofe es de Oaxaca, de la Mixteca; sus años y sus achaques no le impiden celebrar como se debe a "sus muertitos" y por ello se desvela durante dos noches para preparar la comida de Día de Muertos, consistente en mole amarillo.
El mole amarillo es un potaje hecho con diversas clases de chiles, especias y hoja santa, espesado con masa y servido con pollo. Algunas personas suelen servirlo con maíz cacahuazintle cocido, al estilo pozolero.
A mi siempre me ha gustado pasar con ella estos días, su casa huele a guayabas, pan y comida de Muertos.
No puedo pecar de ingenua, se que soy privilegiada por cada año que puedo pasar con ella mientras está en el mismo plano físico que yo y ello me hace llorar. 
La muerte es el contrato que se sella al nacer, eso lo sabemos. Los niños no comprenden el concepto de morir hasta que se dan cuenta que ellos también son susceptibles de morir y cuando ello sucede, algo se rompe en su ser. Así, crecen y cada cosa que viven siempre va acompañado del otro lado de la moneda, la de lo finito.
Pensando en que era buena idea homenajear a otros muertos que queremos, partimos hacia la Alameda Central.
Pisamos el Centro Histórico para saludar a los cráneos monumentales que hicieron para recordar a Frida Kahlo, Octavio Paz, Julio Cortázar, Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, etc.
Caminamos sobre Madero, ¡aquello estaba llenísimo! y por fin llegamos a Bellas Artes.
Después de apreciar las diversas manifestaciones artísticas que allí se dieron cita, enfilamos hacia la Alameda para poder emular la famosa pintura de Diego Rivera "Sueño de una tarde dominical en la alameda", solo que esta vez no había globero, ni heladero, ni chicharronero...¡nada! solo gente que tenía su ir y venir.
Triste, ya los tiempos definitivamente han cambiado.
Y bueno, como dijo Cuco Sánchez: "me río del mundo que al fin ni él es eterno", aquello terminó en casa de mis papis degustando pan de muerto y chocolate (again)
Hoy, hoy solamente estoy enfocada en el hoy...