jueves, 22 de noviembre de 2018

Lanzándote al vacío con las herramientas de 1996


Cuando era súper joven y súper bella, tenía nula confianza en mí.
Ahora, con casi cuarenta y una belleza que no me envidia  ni mi vecina setenteañera, trato de ir abriéndome paso en la vida como se lo abre la típica compradora novata en una barata de Liverpool: a madrazo limpio.
Y me siento contenta de ser quien soy, neta. Me gusta la sensación de poder decir esto y aquello y de pedir y compartir cosas que en 1996 ni siquiera imaginaba.
Y entonces ¿por qué de repente una se siente insegura y vulnerable?
Porque alguien ajeno a tu ecosistema llega y te cimbra. Te cuestiona y replantea tu existencia entera. Y no me refiero a mis marmotitas preciosas, las cuales a decir verdad se encuentran más allá del bien y del mal (no, ¡pobres!, qué friega cargar con el estigma de “vine a cambiar la vida de mamá”. CERO). Me refiero al tipo de persona a la que le respondes los mensajes en medio de la película más chida jamás vista por ti hasta hoy  (porque te la has pasado entre “Peppa Pig, el musical” y “Peppa Pig, una aventura en la Bolsa de Valores”, también “…el musical”) y no te importa.
La  que te hace ir a trabajar en vivo al día siguiente, después de una noche de mensajear y tontear y reír y bobear como cuando era 1996 y el “inútil bueno para nada” en turno te hablaba a tu casa desde un teléfono público de tarjeta para decirte que sin ti, la sopa de fideo es todo menos sopa y que porfa, no cambies, bebé.
¡Qué bonito, oigans!
El problema es que neta, neta… ya perdiste la práctica.
Y te quieres comer todo de un bocado (aunque técnicamente ya lo hiciste) y ahora no sabes cómo meter reversa para unir los puntos de algo que tenías estructurado y simplemente ya no está, dejándote más fría que un pingüino en Cuernavaca porque, ¡oye! … es 2018 y pasaste 11 años en la banca y juras que tus tips para ligar extraídos de tus “15 a 20” aún están en onda y que está padre escribir cartas kilométricas hablando de tus sentimientos, esperar una larga llamada para comentar el punto o simplemente no sabes si tienes “permiso” para salir con alguien más porque no se habló de una exclusiva y más que nada, porque aunque eres una fregona para los contratos, los del amor y relaciones personales nunca te han salido tan buenos y terminas pagando las cláusulas de salida más caras de todo tu historial amoroso.
Yo lo único que sé es que más allá de aterrarme por salir herida, mostrarme vulnerable, romper esquemas o terminar haciendo el ridículo al ponerme intensa, me da miedo quedarme en el limbo sin respuestas, en completo silencio y sin haber aprendido la lección… y luego terminar herida, expuesta, con los esquemas rotos, haciendo el ridículo por ponerme intensa ante una situación que, piedad, no tengo ni idea de cómo abordar.

Seguiremos informando…