lunes, 30 de junio de 2014

You suck!

La selección de fútbol mexicana apesta y Banamex apesta y un lunes lluvioso donde tengo que salir a hacer pagos y manejar con lluvia en lugar de quedarme en casita con mi sueter calientito que me pongo expresamente para escribir, TAMBIEN APESTA!
Todo apesta. La Peluss apesta -¡hay que bañar a ese gatoooooo, Marmota!- y Mateo apesta y tú apestas. Y-a-d-i-j-e: Todo apesta.
Pero en realidad, es un apeste bonito. Cada apestosidad es una oportunidad de cambiar lo que no es correcto, cada cosita que huele feíto nos demuestra que algo hay para mejorar y para aprender a conservar mejor las cosas de tal manera que no se echen a perder.
Así que en vez de estar desperdigando más amargura a nivel nacional -e internacional: apestas FIFA-, será mejor que todos nos pongamos en "apestoso mood" y le echemos un ojo a lo que está a punto de caducar en el refrigerador de nuestros pendientes.
Feliz lunes.
Sí, ya se, apesto porque no hubo gatería en viernes...

viernes, 20 de junio de 2014

GODINISMO ILUSTRADO

Hace varios ayeres, cuando mi mamá trabajaba en la ex Coordinación Jurídica de... sepa la bola...del Departamento del Distrito Federal y me llevaba a su trabajo porque a)No llegaba a la escuela b)Enfermaba y no había quién pudiera cuidarme c)Aun no comenzaba el curso de verano de su oficina, fui testigo de diversas conductas que al parecer, con el paso de los años se han agudizado en toda oficina que se respete y han generado toda una contracultura al respecto, me refiero a lo que ahora se denomina como "Mundo Godínez" o "Lo que callamos los oficinistas" o "Burocratízame la vida".
Aquella oficina era una copia hecha en mimeógrafo del programa "Mi secretaria" y juro por dios que me mira que las doñitas y doñitos que trabajaban ahí, tenían el mismo luk que Begoña Palacios y Lupita Lara.
Todas esas leyendas urbanas que corren acerca de las oficinas y específicamente de las gubernamentales son ciertas: la gente hace ahí lo que le da su reverenda gana, a pesar del jefe, del checador, de la doñita de la limpieza, de la tendera que ofrece su mercancía perfectamente escondida en los cajones de su escritorio y de la que organiza siempre los convivios...
Inclusive en aquella ochentera época era muy divertido ver a todos esos entes interactuar y hasta sacar la chamba -que por lo que recuerdo se trataban de juicios de Amparo donde a huevo tenían que defender al entonces Departamento del DF, lo que hoy vendría siendo la Súper Consejería Jurídica del gobierno del DF- y todos se peleaban por las copias, porque ya se le acababa la cinta a la máquina de escribir, porque al recurso de revisión ya le había caido aguacate de la torta que comía Rebequita, porque las abogadas eran bien negreras y querían todo para ayer y no mana, no se vale, yo ni he ido a peinarme el copete ni a cobrar mi tanda...
Pienso que nada ha cambiado desde esa época por la misma razón que nada ha cambiado en el país: somos personas hechas de costumbres pero sobre todo, de buenas intenciones. Sobre todo de la buena intención de pasarlo bien, a pesar de encontrarnos en la oficina.
Yo confieso que mi única época Godínez ocurrió antes de que Matius naciera y para nada fue lo que me tocó vivir con mi mamá en su oficina. Si hubo conductas de todas las personas que trabajamos ahí que pudieran calificar de "Godínez" (como los viernes "de mercadito", el sustraer de contrabando la papelería ¡con logo de la empresa! para uso personal, o el guardar en el refri algunos plebeyos tuppers, aunque estos contuvieran yogurth griego con blueberries en vez de guisado de puerco con arroz) pero eso sí, estuvimos consentidos con café gourmet, un buen surtido de coca colas light, palomitas de maiz para las horas de junta y cada cumpleaños había salidita a "Los Canarios" del Marquis Reforma en vez de esos festejos donde se juntan los escritorios y la secretaria más abusada pide su día "económico" para quedarse en casa a guisar el pollo, el mole y el arroz con los que se tratará de justificar los $200 pesos por piocha que el festejo costó.
Creo que todos aquellos referentes al movimiento oficinezco son muy ciertos pero injustos. Ser una persona trajadora de una institución oficial es duro. Yo lo viví con mi mamá y a pesar de las anécdotas chistosas, me di cuenta de lo duro que es trabajar mucho, por un sueldo estandarizado y con pingües incentivos como vales de despensa o premios de puntualidad (que la mayoría ganaba, en complicidad con el "checador") y con expectativas de crecimiento medio amañadas, pues a lo más que se podía aspirar era a convertirse en el jefe de aquella tropa Godín, lo cual equivalía a ser el apestado del año.
Cosas como pintarse las uñas en el escritorio, peinarse con secadora en el baño de la oficina, maquillarse en el metro, comprar cosas por catálogo a Lupita de contabilidad o esperar la quincena como si fuera la ayuda humanitaria de la ONU se quedarán para siempre en el inconsciente colectivo, esperando a que las generaciones futuras sigan perpetuando dichos rituales. 
Mi mamá me va a regañar por platicar estas cosas, como la vez que tuvo que cambiar a mi hermano (el ahora flamante Doctor Mitocondria) en el escritorio y dejar el pañal en el bote de basura de la copiadora, o por haber revelado el secreto negocio del checador, pero estoy segura que sonreirá al recordar a la señora Chela y su eterna cara de deprimida, a la señora Esperanza y su cajón lleno de dulces para vender, a la abogada Franco llegando en jeans y tacones a las doce del día, cargando una olla llena de piezas de pollo y ordenando la junta de escritorios, a Paco el de las copiadora, que llegó a sacarme copias de mis libros de primaria y sobre todo a toda la barra de abogados que en esa época trabajaron con ella y que parecía que nunca iban a dejar de quejarse de las secretarias... 
Nada cambia en este mundo, menos en el mundo Godínez. Gracias godinismo porque por ellos muchos de mi generación hoy tenemos carrera, vidas más holgadas y la capacidad maravillosa de enternecernos con ello.
Y no lo olviden, chaparritos: ser Godínez no es cuestión de sentir vergüenza, es sentirse orgullosos y agradecidos de contar con un trabajo al que acudir diariamente.
Así sea para sufrir el mal del puerco o para pelear con Lupita de contabilidad.


domingo, 15 de junio de 2014

Historia de los Mundiales (...a la Danagato)

No, no, no, no, ni me alcen esas cejitas como si yo fuera un gato casero y mimoso y me les escapé durante quince días y los tuve "con el 'Jesús' en la boca" por no saber si me atropellara un camión o me recogiera el antirrábico... Niet!
Lo que pasa es lo de siempre y mis MENOS CINCO FIDELÍSIMOS LECTORES ya lo saben: simplemente... ¡me bloqueo!
Pero como el mundo parece encontrarse de gran jolgorio y francachela, haré como cualquier borracho que se respete y esto es: fingir amnesia.
A ver, pongámonos de acuerdo de una vez antes de que lean estos dislates con la esperanza de hallar una cura para el insomnio: sí soy pambolera, si me gusta el futbol, si veo partidos donde no necesariamente juega "la seletsión", si me emociona cualquier competencia deportiva internacional, no por ello me emborrego y dejo de prestarle atención a temas de importancia nacional, no por ello dejo de dormir y por supuesto, soy de las que antes de ver un partido ya leyó un libro de cada país participante, ¡ya lo saben! (excepto Costa de Marfil, lo siento pero no.)
Así que aclarado el asunto, les platicaré la historia que a mi me ha tocado vivir en cada mundial desde que tengo uso de razón... o sea, hace dos horas ja ja ja... not.
Recuerdo que en 1986 viví el trasplante de maceta nezayorkina a una maceta insurgentosa, como ya les he platicado. La novedad del cambio de casa aumentaba a medida que iba descubriendo el barrio y sus alrededores. Por supuesto, sin menospreciar a la tierra que me dio cobijo durante cinco añitos, aquello era un paraíso: parques, quioscos, tiendas, escuelas, avenidas, casas, aduanas y La Fogata Norteña eran cosa de todos los días. Justo por aquellas fechas, el Mundial de México '86 estaba en su mero apogeo y en mi inocencia infantil creía que aquellos señores altos y rubios caminando sobre Avenida Reforma también formaban parte del activo fijo. De igual, manera los conciertos que se organizaron en plazas públicas (y de donde estoy 100% segura que Marchelo se inspiró para agasajar al respetable con sus Britnis, Justins y Pols, vous sais) lograron extasiar mi párvula mente al imaginar que ello duraría para siempre. 
Pero no.
Cuando por las noches le pedía a mis papás que me llevaran al Monumento a la Madre, allá por los Sullivans (¿Por qué tan coloraditos de pronto?, ¿De qué se acordaron?) a escuchar cantar a Marisela y al Buki, o a ver a Huarachín y Huarachón o ya de perdis, a que me compraran una corneta de cartón con barbitas de papel de china, ellos no encontraban la manera más amable para decirme que aquello ya no iba a poder ser, que simplemente los señores altos y rubios que veíamos afuera del Hotel Doral (al lado del póstumo Bulldog) nomás no eran vecinos, sino huéspedes temporales de la ciudad, de Avenida Insurgentes, de mis fantasías... snif, snif.
El Mundial vino y se fue dejando a una melancolía en mi ser que no podía explicar bien a bien hasta hace dos años en terapia. Era como si el mundo se hubiera puesto en mi contra, conspirara y se burlara de las aspiraciones bastante näif de una bodoca sin mucho mundo (aún).
De recuerdo quedaron las monedas de $200 pesos que me alcanzaban para dos paletas de hielo y cinco ollitas de tamarindo, unas calcomanías de Maradona y unos plumones (que jamás tuve, pero bien que les echaba el ojo) en forma de bolita y con tapas de sombrero charro. 
En este Mundial el Matius tiene la misma edad que yo tenía en aquel México '86, pero ni qué esperanzas de que tenga también los mismos problemas existenciales que yo tenía en ese entonces.
A lo más que llegan sus traumas es por no llenar el maldíiiito álbum Panini y que su playera de Colombia no tiene su nombre como la de México.
Pero de eso a que llore porque Marisela y el Buki no canten "La pareja ideal"...pffff... para nada.
Esta generación ya no canta aquello de un mundo unido por un balón porque en primera, ni les interesa que el mundo esté unido y mucho menos que sea por un balón.
Esta generación acaba de ser condenada a un doloroso futuro de privatización, escasez de todo lo natural y renovable y a un entreguismo espeluznante. Pues si, chicos, ni como dejar de decirlo. En el interés y la conciencia de cada quien se encuentran sus conclusiones, ps si de hecho hablábamos de futbol, ¿no?
Este mundo ya no es aquel donde un Píque causaba ternura, pues ahora hay una horda que clama por la cabeza de un Piqué... pero esto no es nada más que los pasos a la fama de la Selección...natural.
Feliz inicio de semana, chaparritos...