jueves, 4 de abril de 2024

Lacrimosa.

 Tormentas que envuelven un planeta y lo devoran.

Truenos que terminan en agua.

Me arrojo con fuerza sobre la corriente eléctrica del viento.

Me elevo.

Siento que hay un dolor en mi garganta que me quema, ahí donde te perforaron.

Es difícil entender por qué ya no querías vivir.

Es difícil entender que no pudimos detener tu muerte, ni el tiempo, ni la escarcha que se acumulaba en tu interior.

Partes con la única playera decente que tenías, la que usabas cuando aparecías sobre el mundo y todos al verte dijimos “¡Su playera!

Traías barba… ¿por qué nunca me hice el tiempo para ir a rasurarte?

Mi decisión de no beber nunca no sirvió para salvarte.

De pronto ya no es gracioso decir “borrachazo, inconsciencia, borrachito, teporocho”, porque parece llevarnos a ti. Y yo no te veo ahí, yo no puedo ser sangre de banqueta, de fuente de parque público, de La Roma, de Boston.

Yo me estoy quedando quieta, ahí donde Kary me dijo que me quedara, sintiendo la tristeza, sintiendo el dolor para poder hacer cicatriz. Yo no sé si quiero hacer cicatriz. Porque lamer la herida es la forma de mantenerte todavía aquí.

Que me perdonen los vivos por mi infelicidad. Que me recojan en 3 días, me preparen un baño y me abracen y me hablen bonito porque extraño, porque anhelo y requiero esa ternura espontánea, esas formas cariñosas que no necesitaban introducción, ni explicación ni reciprocidad. Tan solo que me vieras y me hicieras tus voces graciosas… Era como saber que en cualquier parte del mundo donde tú estuvieras y yo llegara, ahí me iba a sentir querida por el simple hecho de existir. Por el simple hecho de haber nacido el 24 de septiembre de 1980 dentro de la Familia Juárez.

Kary tiene razón: cuando comienzo a razonar, paro la emoción.

Estoy razonando, mi mente está trabajando con cifras y hechos lógicos. He perdido la emoción, he dejado de llorar.

Estoy razonando, estoy consciente de que no estás porque has muerto. Estoy razonando que estás comenzando a deshacerte físicamente, estoy razonando que tu voz solo se va a escuchar en mi mente y a nadie podré describirle exactamente cómo es. Como “era”.

Estoy razonando.

Me estoy evadiendo por medio de la razón.

lunes, 18 de marzo de 2024

Mamá: cada vez que te bajas a la camioneta sabemos que algo pasa.
Que tienes llamadas importantes y tristes.
Que has tomado terapia ahí para que no escuchemos tu llanto desencajado.
Que no quieres hacernos partícipes de tus frustraciones, ni que dejemos de querer a la gente que te las provoca.
Cuando te bajas a la camioneta con tu celular, sabemos que algo no está bien. Tanto que nos compartes y tanto que charlas que, apartarnos de tu voz cuando se quiebra y se casca nos causa duda. Nos ponemos nerviosos. 
Mamá: cuando bajas a la camioneta a llorar, a mensajear y a tratar de arreglar el mundo, sabemos que mamá no es súper mujer.
Pero que es humana.

miércoles, 28 de febrero de 2024

Rompieron un cristal, pero no mi voluntad.

Estoy cansada de perder.
De perder y de que me arrebaten. 
De que me arrebaten y de que yo no quiera conservar. Estoy harta de fingir que no pasa nada cuando me pasa todo un río de problemas,  sentimientos y dolores bajo mi puente. Estoy cansada de querer gritar lo mucho que me duele perder, ser robada, ser víctima y que la voz de la consciencia mundial (esa estúpida, estúpida voz) me diga que "cuando dios te cierra una puerta, el diablo te abre una ventana para que te vayas de cuernos y sigas batallando en el infierno".
Estoy asqueada de tener que encontrar un "para qué" de todas las putas pérdidas que experimento.
Estaba en negación, ahora estoy en franco enojo.
Estoy harta de tener que minimizar mis pérdidas o mis sufrimientos porque alguien más ha perdido más o la pasa peor que yo o la chingada. ¿Qué puuutas cosas nos enseñaron en lugares como el catecismo, la clase de ética nicomáquea y los retiros espirituales en la Mariápolis? 
Estoy enojada conmigo misma porque con las pérdidas, me pierdo a mí misma... ¡a mi, chingadamadre, a la única persona que jamás debería soltar de la mano! Y me enfurece saberme tan herida, tan vulnerable, tan perdida y sin encontrar. Tan llena de dolor y no poder bajar la guardia porque hay que seguir operando y nadie va a venir a rescatarme, excepto yo. Y cómo hacerlo si estoy más alejada de mi misma que de la talla que tenía a los 23 años.

Con la penúltima pérdida se fueron ocho años de trabajo, sin embargo, sé muy en el fondo (y por eso me hierve más la sangre) que esto sí tiene un "para qué ", aunque me tenga que morder la cola para aceptarlo...

Sucedió para entender de una buena vez que ya no soy ni volveré a ser esa Dana-Bambi de 35 años, la cual regresaba a casa con culpa, directo a amamantar y revisar tareas de fracciones. La que acumulaba información en lo que aprendía a aplicarla, la que no sabia mucho de la industria y que por ende si fracasaba, tenía todas las disculpas a su favor pues era una aprendiz, una auxiliar.

Lo que he estado lamentando es esa pérdida de aquella etapa y tengo miedo a tomar consciencia y darme cuenta que SOY una mujer de 43 años con la experiencia y madurez suficientes para rehacerse, para aceptar que da miedo crecer y aprender a putazos pero, que a veces es la manera en la que sí o sí se terminan por asimilar las verdades.

Ok, respiro... ya me siento mejor.
No hay computadora, USB ni Drivers que se comparen con la Pentium (¿Lentium?)que tengo en la cabeza... 
Se que la tendré que resetear varias veces cada que no quiera jalar y que en el último de los casos, le ponemos el motor de la licuadora y ¡agárrense mis plebes! porque de que volamos en infinitum, volamos en infinitum.

Y bueno, no fue en el 2000 sino 24 años después pero, finalmente se cumplió lo que la pitonisa Natalia Lafourcade predijo: "...ya no soy, ya no soy la infantil criatura, la inocencia se acabó".

Sí, se acabó.
Porque a Bambi le temblaban las patitas y a mi... a mí no me tiembla nada.



lunes, 12 de febrero de 2024

MI TÍO ISRAEL.

 El primer recuerdo que tengo de él es el de un chico que llegaba a cargarme, a jugar conmigo, a hacerme voces graciosas y a mimarme muchísimo. 

Yo era muy feliz en su compañía, nunca me hizo sentir que sobraba, que no podía, que molestaba. De ninguno de ellos (Gustavo, Benjamín e Israel) tuve la sensación de que era una niña insignificante. Si alguien quiere hurgar en mi autoconfianza, se va a topar con que gran parte de ella lleva cimientos que mis tres tíos paternos pusieron ahí. Y estoy orgullosa de eso.

Israel era (es...será) mi favorito por muchas cosas... nunca se ajustó a lo que su entorno le marcaba y se buscó la vida de una forma que no iba con los cánones de toda mi familia paterna: Somos de Oaxaca, solo saldremos adelante con el estudio y perfeccionamiento de nuestra profesión. Todo lo demás, está fuera de cuestión.

Y fue así que comenzó a acompañar a mi abuela Ofelia al aseo en "La Casa de los Amigos", que es una especie de hostal para la comunidad internacional quaker. Ahí aprendió inglés, conoció de primera mano la cultura americana, se enamoró de Amy -una jóven neoyorkina que estaba de paso en México y que con los años llegaría a ser asesora de Hillary Clinton-, se volvió actor (salió de "extra" en varios programas de Televisa en los Ochenta), puso una escuela de inglés en el edificio rojo de Reforma 164, se casó con Amy en Estados Unidos y vivió en Boston mientras ella estudiaba su posgrado en ciencias políticas en Harvard (siendo compañerita de aula de aquel Fausto Alzati que se ostentó como Doctor por Harvard sin tener el grado). Me enviaban cartas en inglés llenas de calcomanías para que yo pudiera practicar el idioma y cuando estaban en México, me sacaban a pasear o por un helado al Helen´s de Reforma y La Fragua. 

Siempre me dijo que tenía que salir de México, que podía hacerlo y que no dejara de estudiar inglés.

Con el tiempo fue más difícil seguirle la pista o estar en contacto con él. Su vida comenzó a ser misteriosa, peligrosa, a salto de mata.

De repente nos llegaban noticias de que estaba por montar una empresa de tequila, de repente no sabíamos nada y de repente un día llegó con cajas de "Mexitlalli Tequila Cristalino", un contrato para venderlo en exclusiva para Le Cirque del Camino Real Polanco y una amistad con Salma Hayek.

Para los hombres jóvenes de mi familia (mi hermano y mis primos), mi tío Israel ha sido un referente, un parteaguas y el ejemplo de salir de la zona de confort en pos de algo más grande que uno mismo; no por nada, para ellos salir del país en busca de otros horizontes y oportunidades es algo casi obligatorio. Qué bien que así ha sido, aunque el precio sea alto.

...

Lamentablemente todo tiene su lado B y en el caso de mi tío Israel, esto no ha sido la excepción.

Cuando uno no está en paz consigo mismo, los demonios llegan a danzar sobre tu pecho y a reírse de ti, de tus logros, de tus pasos dados y te retan a saltar al vacío.

Yo no se cuando comenzó la espiral de declive en su vida, solo se que esta es su última batalla y con todo el dolor de mi corazón, se que va a ser la última. 

Y me duele como no creí que me fuera a doler. Miento. Me duele exactamente como sabía que me iba a doler cuando esto estuviera sucediendo. Es cierto que no puedes salvar a nadie de sí mismo, lo se. Pero el saberlo no lo hace menos triste, menos doloroso.

Cuando caiga el telón, todos callaremos conteniendo la respiración.

Porque no solo se borra una vida.

Se borra lo que fuimos en los ojos de esa persona que ya no los abrirá nunca más.

Buen viaje al Valhalla, tío Israel... una niñita de 4 años te está sosteniendo la mano para que puedas partir en paz.  




lunes, 22 de enero de 2024

Como agua para shocoleit.

 Cuando tenía 13 años leí "Como agua para chocolate" y ni por error se me ocurrió aprender a cocinar, más bien mi febril imaginación se decantó por el romance entre Tita y Pedro y los obstáculos que Mamá Elena les ponía en su camino. Me sentía muy inspirada por esa novela y tenía mucha curiosidad de ver la película de la misma, pues Marco Leonardi se antojaba bastante prometedor con su aire italiano y la relación que en la vida real sostenía con Lumi Cavazos.

Huelga decir que hasta los 23 años pude ver completa la película y la vi al lado de mi santo padre, lo cual dice bastante. Qué pinche oso, la neta.

Pero volviendo al chisme de Tita y Pedro, en realidad sufrí durante mucho tiempo con la imposibilidad de ver materializado su romance y tener que sofocar toda esa pasión en la comida o en un matrimonio sin amor o en ordeñar vacas y bajar manzanas de sepa dios dónde, porque la trama se desarrollaba en Piedras Negras, Coahuila. Me volví un poco loca, a decir verdad; la posibilidad de no poder amar a plenitud al objeto de mi afecto se volvió una constante durante muchísimos años y cuando entendí bien a bien de qué se trataba todo el asuntacho, me pareció que no había aprendido nada sobre el amor. Ridícula idea era amar, hasta donde yo lo viví.

¿Qué es amar?

¿Por qué siempre vuelvo una y otra vez sobre el tema?, ¿qué me enseñaron las demás lecturas sobre caminar al lado de una persona y sentir que crece dentro de ti un bellísimo árbol de jade?, ¿qué es eso de querer adelantar los días y las horas para que la constante sea acomodar su cabeza sobre mi pecho, morir profundamente durante 5 segundos y salir a la superficie a revivir?, ¿qué es eso de confiar a ciegas en el otro, sin prisas, sin sobresaltos ni dolor?, ¿Is this "la idea inconcebible del amor romántico"?

¿Es mirar con ternura infinita a un pequeño caracol persistir en la carrera de la vida?, ¿es coincidir en todas y cada una de las risas, bromas, manías que el otro posee?

¿Es querer atrapar a la bola del tiempo que oscila entre un día sí y otro no?, ¿es sentir que vibras con las chispas que sueltan los ojos del hombre que estoy amando?

No sé qué hubiera pasado si Tita y el Doctor se hubieran casado, quizás Tita sería aún más feliz de lo que fue en los 5 minutos que estuvo bajo Pedro (le dijo "engarróteseme ai'" ¡y se le cumplióoo!), lo cierto es que ni la cocina, ni bajar manzanas de donde dió vuelta el aire pueden explicar que todo parece estar en calma, en orden y en paz bajo la mirada diáfana de quien encuentra gozo en mis sonrojos.

Probablemente no nací para ser una Tita, porque lo mío es ser tan salvaje y libre como Gertrudis.

¡Y que viva la revolución! 

viernes, 19 de enero de 2024

ENVEJECER ES RELATIVO

Me miré al espejo cierta mañana y me encontré a primera vista con 10 canas.

Diez. 

No "un parcito", no una aquí y otra acá...

Diez.

La primaria (el único grado académico con el que aparentemente cuento) no me preparó para esto.

Y bueno, viene lo inevitable: cuestionarse mil conceptos previamente adquiridos e interiorizados y de los cuales más vale que deseche pronto o corro el riesgo de que tanta dulzura e ingenuidad pronto se conviertan en amargor... Just stop your crying It's a sign of the times Welcome to the final show Hope you're wearing your best clothes.

Envejecer es un issue que me había preocupado lo suficiente como para ahora sí preocuparme en estos momentos por no haber usado el debido protector solar, bebido (y acumulado en la recién adquirida joroba) la cantidad recomendada de agua y la más importante: haber presionado bastante a David Garay Maldonado, a fin de haberme metido a la nómina del Departamento del Distrito Federal a la tierna edad de 6 años, cuando ya acompañaba a mi mamá a sus audiencias en los tribunales de circuito, con lo cual yo podría estar en estos momentos gozando de una jugosa jubilación, en lugar de estar defendiendo al imperio porcino del cual me jacto de mantener en la -hasta donde es posible- honrosa legalidad. O sea, cero.

Y bueno, ustedes dirán que con lo de las canas una se va haciendo a la idea de que el paso del tiempo de forma progresiva es inevitable y comienza a conscientizarse sobre lo que ello representa: contratar un seguro de vida, beber menos, coger más y tomar caltrate. Noup, mis queridos menos cinco lectores de siempre, quite opposite (excepto en... el caltrate), en realidad me estoy haciendo bolita y dejando que la vejez me encuentre donde quiera: que si usando mini falditas con botas altas, que si haciendo tiktoks, que si asoleándome impúnemente en Cuernavaca, que si tuiteando irresponsablemente fotos de mis bubis, que si bebiendo como cosaca (jajaja, obvio no; es una licencia poética que siempre me doy) y más que todo, escandalizando a las mamitas de los compas de Alondrita, pues comparada con ellas, yo ya estoy empadronada en el instituto de la senectud y nada, NADA tengo que ver con ellas y sus cuerpazos fabulosos de treintañeras, a los cuales les caben cuatro caramel macciato sin celulitis.

Meh, no pasa nada.

Tal vez de cuando en cuando me quede dormida a media plática, o me salgan pelos donde antes no salían, o se agudicen mis manías, o la nieve cubra mi cabello... en todo caso el secreto está en no notarlo, pues el foco está en aquello que más placer me causa, en eso que me roba toda la concentración y me llena de felicidad: la vida que estoy viviendo y la cual se está poniendo muy (¡pero MUY!) emocionante.

No subestimo el poder del colágeno, pero a mi edad es el "ensure" el que me pone, sinceramente.

Jajaja, ¿no les digo?


lunes, 20 de noviembre de 2023

Mi propia revolución.

Nunca le rogué que se quedara.
Aunque era otoño y comenzó el frío, el calor de mi orgullo coloreando mis mejillas me bastaba para encender un maldito incendio donde me parara. 
Tomé las cosas de mis hijos, lo más que pude: libros, ropa, juguetes..., no sabía nada de electricidad ni plomería, tampoco de mecánica. Sentía dolor en el corazón porque me dolía el abandono de mis hijos pero supe cómo rehacernos la vida. Volvieron las risas, volvieron los hot cakes de los sábados y las caricaturas.
Solo teníamos una cama y ahí estuvimos los tres, dándonos calor, contención y amor.
Aquí seguimos, no es tan fácil y rápido pero, ya pasaron 6 años, dos gatos, una pandemia, dos novios, otro temblor en el día 19 y muchas despedidas.
Y nadie, nadie va a venir a decirme que soy débil, que me rendí, que me di la vuelta, que abandoné, que me di por vencida.
Nadie va a decirme que no supe hacerlo, que lo hice mal, que traicioné o que no di suficiente.
Porque lo hice, lo hago y lo seguiré haciendo. Seguiré dando cada maldita gota de mí en cada maldita batalla. 
Aunque muera de miedo y tristeza; aunque me vean sola y desprotegida. Vulnerable y desnuda de pena, de arrepentimientos y dificultades. 
Si me preguntas "¿cómo lo haces?" no sabría responderte... pero el corazón está aquí y se fortalece al calor del amor, de las risas y mimitos de mis hijos. Mis hijos... tan míos, tan únicos, tan ellos. Auténticos compañeros todoterreno de vida, llevados de mi mano a pasos rápidos y precisos.
Perdona si parece que no tengo paciencia para comprender. En efecto, no la tengo.
He vivido a salto de mata, tomando decisiones, luchando contra la adversidad y nunca paro. 
Pareciera que nunca pararé. 
Que nunca llegará mi momento de ser completamente abrazada, integrada y cuidada... pero no hay tiempo de llorar.
No lloro.
Esa imágen de los 3 gatitos acostados en una sola cama, recién dejados en una canasta es suficiente para valorar diariamente mi fuerza y mi persona.
Y ya no aceptar menos.

viernes, 27 de octubre de 2023

¡DUDAS!

 Como si no tuviera cosas en qué pensar (o por resolver) de repente me asaltaron ciertos sentimientos que no se en dónde acomodar.

Me estaba acordando de cuando Matius estaba en mi panza y lo vimos por primera vez en el ultrasonido. Recuerdo a la persona que estaba a mi lado, tomándome de la mano y llorando conmigo por lo que estábamos viendo en esa pantallita azul y que se asemejaba más a un tlacuachito que a un bebé, pero ¿quiénes éramos nosotros para cuestionar la eminencia de la Dra. Botitas Pacoy (¿la recuerdan?) en esos momentos?

El problema de eso es que el recuerdo ahí está, el bodoque ya va por las 16 vueltas al sol pero la pareja que fuimos la Marmota y yo ya no. Y qué chido en términos prácticos y de vida, el problema es ¿con quién compartiré esos recuerdos? Porque no estaría padre estar llorando de felicidad al recordar las pataditas que daba el Matius a las 3 a.m. y llamar al padre para decirle “Ey, te acuerdas de que, cuando Mateo estaba en mi panza, ¿me entraban antojos de tamales de pambazo y carnitas de atún?” Lo más seguro es que ni tome la llamada.

¿A quién acudo para poder legitimar/validar que aquello existió? Se que diremos lo que aquí hemos aprendido: Nos bastamos solos… sin embargo, ¿a quién le puedes compartir esa emoción que le signifique algo? ¿Así se siente cuando muere alguien con quien compartiste la vida y ya no te puede validar lo que estás diciendo/sintiendo?

 ¿Acaso no he hecho el duelo suficiente por la ruptura de la vida que fue al lado de la Marmota? ¿O es que aquello vive en un limbo sin límites claros (me refiero al vínculo, no a la Marmota, jajaja)?

 No.

Creo que es mi corazón diciéndome que no debo aferrarme a recuerdos por miedo a lo nuevo.

Que probablemente no compartiré con él las pataditas ni los antojos y nunca lo haré tal como en ese entonces, pero que eso significa que podremos compartir a partir de lo nuevo que viene con ese joven de casi 16 primaveras y con la ratita menor.

Es super difícil ponerles palabras a los sentimientos y es super fácil irse por trenes de pensamiento equivocados.

 Lo tengo claro, clarísimo.

 *Corre a marcar por teléfono.

miércoles, 18 de octubre de 2023

EL LADO EQUIVOCADO DE LA HISTORIA

 Parece la rutina del pato y David Copperfield: David abre una compuerta para descubrir al pato, pero éste astutamente se cambia de lugar y deja una gran nada tras de sí. Luego entonces David recompone y abre la otra compuerta, pero el pato ya caminó hacia la primera... risas, aplausos y la eternización de un gag convertido en loop: te quitas y te pones y casualmente siempre estás del lado equivocado de la historia.

Hace tiempo les contaba sobre como crasheé un cumpleaños con Cepillín como atracción: me dieron mal la información y mi espectro autista me condujo a una situación super vergonzosa, donde Cepillín me estaba cantando "Las Mañanitas" y el respetable lo acompañaba con gritos de "¡ella no es!", mientras mi mamá reía con el resto de la gente. Seguramente le di oso y ternura, como cantaba Lucerito.

Así que esta vez no voy a crashearle el cumple a nadie, solo diré que sin querer acabé en una fiesta donde el festejado es un tipo (y odiará que le diga así) super simpático y amoroso, el cual cayó a esta otra fiesta, donde hay pastel y gatitos y tampoco tiene idea de cómo llegó allí.

Feliz cumpleaños. Espero que en lo que vemos cómo fue que llegamos al punto, abramos las escotillas al mismo tiempo para que no se nos escape el pato de la felicidad.

Chop, chop. 

miércoles, 11 de octubre de 2023

BIG SISTER

 

Estaba viendo éste post de Pictoline sobre las hermanas mayores y lloré un poco.

Soy la hermana mayor de un médico cirujano oncólogo, que vive en Alemania y tiene una hija hermosa que aprende más rápido el árabe que el alemán de su mamá o el español de mi hermano.

Mi hermano fue mi adoración a partir de los 4 años, sinceramente. Antes, ni en drogas: era demasiado llorón, demandante, pesado para cargar y llevarlo a todos lados en bus y ponía ultra histérica a mi mamá, así que yo decidí hacerme cargo de mi y mis necesidades para no causar molestias. Obvio, no supe gestionar correctamente y hubo cosas que no pude dármelas ni tampoco pedí ayuda para obtenerlas. Preferí reprobar, pedir prestado material, no participar en actividades o cancelar invitaciones por no causar molestias de logística que perturbara la paz doméstica. Me inmolé varias veces para protegerlo en situaciones de máxima tensión.  (aquí quiero decirles que me acaba de explotar la tacha, no se si sea el medicamento y lo estoy escribiendo para poder hacer el auto análisis más tarde) Y luego creció y se volvió aún más gracioso e inteligente y yo sentía horrible que no pudiera tener el acompañamiento de mi papá, ni siquiera un poco de lo poco que yo tuve a su edad. Y creo que eso hizo que lo adoptara y protegiera de más, que me sensibilizara ante sus necesidades afectivas. Lo comencé a traer para todos lados, era mi compañía constante, mi mejor amigo, mi cómplice, mi consuelo, mi hijo básicamente (sigo llorando).

Y bueno, luego comenzamos a crecer y yo me separé un poco de casa, aunque no me separaba del todo de él. Mi papá tuvo un momento de cordura y regresó al camino de la paternidad (no sin sus respectivas consecuencias) y al parecer, mi hermano comenzó a disfrutar de ese comeback paterno.

Entré a la universidad, fui creciendo y de repente ya no tuve tanta convivencia con él porque justo le tocó su adolescencia y un periodo que, visto desde afuera por mí, fue buenísimo.

Posteriormente vino el Matius, él entró a la universidad, la carrera, los hospitales, los viajes y finalmente, el volar lejos hacia el otro lado del charco.

Yo he quedado algo confundida en mis sentimientos por mi hermano, al parecer aún tengo cosas atoradas no sé si con él o con la etapa que viví con él o what the fuck. La última vez que hablé del tema, mi psicólogo no oficial (la oficial es Kary) me hizo ver muchas cosas y me calmó en otras. Pero hoy me brincaron otros issues que no logro discernir si es por mi hermandad o por un tema personal que va ligado con mi condición de hermana mayor.

Y bueno, obvio que el Dr. Mitocondria debe tener “otros datos”, sin embargo solo puedo hablar de lo que me tocó vivir y experimentar y procesar desde un sesgo que no pretende prender ningún cerro, sino explicarme a mí misma lo que probablemente alguien más capacitado tuvo que cuidar en su momento.

No se, no dejo nada abierto ni espero nada, únicamente quise dejar constancia de lo que me dejó la experiencia de ser hermana mayor y de cómo éste post de Pictoline me dejó bastante noqueada sin querer.




domingo, 1 de octubre de 2023

Tarde pero sin sueño.

Recuerdo cuando era tan fácil venir acá al blog y escribir y escribir y fluir sin parar. Mis ideas se acomodaban perfectamente con la sintonía de mi corazón, de mi mente ordenada y de las dulzuras de la vida. Eran días tranquilos -épocas- donde podía añorar el otoño y celebrar mi cumpleaños con cero culpas y desazón. 

Recuerdo los años que lo celebré estando embarazada, o casada, o soltera nuevamente o en pareja o sola y llena de libros, de flores, de amor y de abrazos.

Recuerdo las fiestitas godín, los momentos de risas nerviosas al abrir regalos, las cartitas, las llamadas y mensajes tan agradablemente inocentes... nada que ver con estos últimos cumpleaños donde todos estábamos bastante rotos como para celebrar, irónicamente. Nos había ocurrido la pandemia.

Entonces ya nada volvió a ser igual y creo que nunca reparé en escribir sobre el trauma que ello me generó puesto que estuve demasiado ocupada sobreviviendo y manteniendo a flote al par de ratitas que viven conmigo. Mi vida personal la puse en automático, mis deseos, mis anhelos y proyectos, lo que me daba gusto y me hacía feliz, los dejé fuera de la ecuación. Había que continuar remando sin parar.

¡Y no paré! Cada día fue darlo por ganado sin bajas, sin hambre, sin una urgencia importante ¡y no porque nadaramos en la abundancia o vivieramos en una burbuja!, sino porque no me di el espacio para lamentar que la vida estaba cambiando de página y yo no me iba a quedar en el capítulo anterior. Se fue la seguridad, la estabilidad.

Y también se fue el amor; se fue la ilusión de compartir la vida con gente que significaba todo para mi en ese momento. Y se fueron las cosas fáciles, los flees, el negarme a vivir aventurillas sin sustancia porque la vida ya era demasiado valiosa como para perderla entre relacioncitas matonas, me volví intolerante a la indecisión y a la tibieza en los corazones. Amas con todo o bájate de mi nube, porfa. No tengo ni tiempo ni ánimo que perder. Y pues se fueron bajando...

Pasaron años de eso y al parecer yo no cambié mi mood de combate; este mundo es un caos, la vida es una guerra y el amor, un campo de batalla. 

Creo que sí se me fue la chispa de la vida en determinado momento; todo parecía tan finito, tan frágil que para qué intentar construir de nuevo. Los castillos en el aire son innecesarios y todos debemos aterrizar y atarnos al grillete de la realidad para que nada nos vuelva a agarrar con los dedos en la puerta. ¿Quién se puede dar el lujo de planear con todo tan incierto y volátil? Los locos, seguro.

Y cuando la gente salió de nuevo a vivir su vida, yo me quedé fría y resentida: no todos volvimos, no todos tuvimos condiciones para afrontar nuevamente la realidad que habíamos dejado en suspenso tres años atrás y a mi me comieron mis nuevas condiciones. Mi maternidad sufrió bastantes altibajos con la pubertad de Matius, el paso de Papita a la primaria y todo lo que ello conlleva. Me refugié en la comida, en lo dulce, en lo panoso, en lo que representaba la seguridad que no sentía por todo lo que había dejado en el camino (mi sueldo, la vida sin preocupaciones, sniff). El consuelo que necesité, la contención que no hallé en mi ni en nada por más que lo intenté, todas esas veces donde me he recompuesto para poder avanzar dos yardas más me han dejado un poco exhausta, temerosa y con la estabilidad emocional algo precaria.

No se cuantas veces necesitaré escribir sobre esto porque acabo de entender que traigo secuelas de un trauma que normalicé a fuerza de sobrevivir y pelear y no dejar a nadie en el camino. Se que dicho trauma ha condicionado decisiones que fui tomando y que hoy ya no quiero seguir así, a salto de mata, sintiendome incompleta e incapaz de afrontar el mundo que ahora es.

Entiendo que deberé aprender a relajar mi aprensión hacia mis vínculos con el mundo, que la compasión hacia mi misma cuando menos me soporte deberá ser alta, que no puedo dejar de observarme pero no por ello debo ser despiadada conmigo ni elevar la vara del juicio al resto de la humanidad.

Y aprenderé a resignificar la vida, los lugares, mis libros, mi música, mis emociones, recuerdos... y mi cumpleaños. 

Porque se que amo la vida que me acompaña diariamente, porque se que esa chispita sigue ahí, esperando que la haga explotar para inundar de luz todo lo que me rodea, porque así soy yo, soy escandalosa y ruidosa y latosa y me encanta.

Porque sí merezco todo lo bueno que me está sucediendo y porque vale la pena esforzarse por lo que comienza. 

Y lo vale porque es lo que siempre soñé sin conocerlo, sin sospechar que sí existía.

Vamos, cariñosos 43... vamos a dar la batalla.

Es octubre, pero en mi corazón le estoy dando un abrazo de confianza y consuelo a la mujer septembrina que va despertando de su letargo estival.

Feliz cumpleaños a mí.









viernes, 18 de agosto de 2023

¡Goooya... Goooya!

 Lo hizo, lo logró.

Mateo entró a la Prepa 5 de la UNAM.

Contra toda la adversidad lo logró. Es su triunfo, es su momento.

Nadie más que él estuvo ahí.

No es el joven que se fracturó, no es la víctima revictimizada del Colegio México Bachillerato, ni el joven con incertidumbres y miedos. No es el que no fue a la graduación, ni el que vio pasar los últimos días escolares en la cama de un hospital, el que vio cómo le arrebataron los últimos días de su paso por la secundaria.

Es el joven que se sobrepuso al dolor, a la indiferencia, al miedo a morir.

Es el que aún sin saber con certeza cuál era su lugar en el mundo, luchó por reclamarlo.

Es el joven que trabajó durante un mes lavando baños, sirviendo mesas, aguantando clientes infames y propinas nulas, aguantando las miradas de “¿por qué tu mamá te tiene trabajando con nosotros y no con ella en su oficina?”, todo en pos de su crecimiento personal. El periodo más feliz de nuestra relación, debo decir. El tiempo donde recuperamos la cercanía y complicidad que siempre habíamos tenido mi Matius y yo.

El tiempo en el que recordé cuál es mi super poder: ser su mamá. Ser la mejor versión de mi misma para poder sacar lo mejor de él mismo.

Es mi hijo y estoy sumamente feliz de sus pasos y sus logros. Sólo suyos.

Felicidades, Matius. Un “Goya” muy fuerte para ti.

miércoles, 14 de junio de 2023

LA VIDA EN UN INSTANTE.

 

Me levanto y no creo en lo que los gurús del wellness dicen sobre escribir tres páginas diarias, tomar un vaso de agua y darle mordidas a esos insípidos pankekis de avena en pro de mejorar mis triglicéridos. Me levanto con la pereza habitual de los lunes, guiada hacia la cocina por la gatita para que le sirva su desayuno y así se pueda volver a acurrucar con cualquiera de las dos ratitas maldosas que viven en mi casa, a ver cuál está más cómodo y amodorrado. Cabrona, sabe que, si uno de ellos la siente cerca y calientita, se arremolinará más en su cama y perderá el turno para la regadera. Nada de eso les importa, ellos solo quieren seguir durmiendo y respirando pelos de gato. Ninguno de los tres estamos listos para dejar la seguridad de nuestra casita. Ninguno de los tres está listo para que nos cambie la vida en un instante.

Y sin embargo, sucede.

Mateo es un niño super dulce y me ciega el amor de madre, no lo niego. Es un chico que superó mis expectativas en todos los sentidos: nació sin problemas, creció excelente. Me comió pera, me comió papa, hizo correctamente las bolitas, hizo amigos en el kínder, recibió al ratón de los dientes con gusto, supo despedirse de los Reyes Magos a su debido tiempo, adoptó el estilo irónico y aferrado de su mamá, pero no su iracundia; enfrentó como pudo la separación de sus papás y no nos la puso fácil cuando ambos tuvimos nuevas relaciones.

Este maravilloso ser humano el día lunes 05 de junio cayó desde su altura (1.80 m.) hacia atrás, golpeándose la cabeza y perdiendo el conocimiento durante ciertos minutos. Sus amigos no supieron qué hacer, la escuela no supo qué hacer. Fueron muchas horas en las que no supimos dónde estábamos parados y no saben qué difícil es estar volando sin rumbo, sabiendo que puedes aterrizar bien o estrellarte inevitablemente.

Aterriza sin estrellarse, pero no es la pista que esperábamos. Pasa una semana entera hospitalizado, las enfermeras lo cuidan con mucho mimo, le echan un ojo cada que yo bajo por un café o cuando bajo a abrazar a Alito, que llora por no estar conmigo.

Mateo es fuerte y paciente y por fin lo dan de alta.

En una semana tendrá dos electromiografías, una audiometría, una resonancia magnética para saber si hay daño neuronal, si hay coágulos, si no hay infección… ningún estudio determinará su capacidad de resiliencia, de perdón hacia el joven que lo ha atacado, de aceptación de la realidad y de confianza en su futuro. En esta misma semana también presentará su examen de ingreso a la Prepa. Su sueño es entrar a la Prepa 5 de la UNAM, como su tío David, el Dr. Mitocondria. Ser universitario, como su mamá y sus abuelos maternos. También tenía el sueño de seguir jugando basket ball porque es bueno en el juego, porque su altura es fantástica y su tono muscular también lo era hasta que ambos le jugaron en contra. Será valiente para aceptar que, por dos años, su cráneo estará cerrando y en el mejor de los casos, en uno podrá volver a brincar.

Estoy esperando un uber afuera de una primaria pública, justo a la hora de la salida. Observo caminar a una mamá con su hijito que me recuerda al Matius cuando tenía 9 años. Se paran al lado de mí, se colocan sendos cascos y se suben a una moto. Me sorprendo, se me hace super cool que haya mamás que transportan a sus hijos en moto. Me pongo a pensar en que nunca seré lo bastante cool para mis hijos. Ni siquiera puedo ponerlos de acuerdo para ir al cine o al museo, ni siquiera tengo coche para moverlos (maldíta seas, Jeepcita).

Y entonces llega el uber, me subo y voy en silencio durante todo el trayecto. Intento serenarme, intento no pensar en lo que está pasando y lo que falta por resolver. Quisiera que esto fuera un mal sueño y yo despertar nuevamente en el día 05 de junio, ir a la cocina, darle de comer a la gata y volverme a acurrucar con mis ratitas maldosas para no vivir lo que inevitablemente es la vida y que nos revuelca a todos y a todas, cada uno a su manera.

En lugar de eso llego a mi destino, me identifico, subo dos pisos y entro al cubículo D4 de la Fiscalía de la CDMX. El Derecho Penal nunca fue mi hit y sin embargo, aquí está nuevamente la vida diciéndome “ándale, mamacita; todavía te tengo muchas más sorpresitas”. Cabrona vida.

Tal vez no transporto a mis hijos en moto y tal vez no sea una mamá cool por muchas otras razones. Me resigno, no quiero ser una mamá cool. Quiero seguir siendo la mamá que soy en estos momentos, la única que Mateo y Alondra necesitan para seguir siendo las ratitas maldosas, educadas, respetuosas, resilientes, divertidas, cabroncillas, fuertes, adorables que son.

“Mamá, hueles a axila”, me dice Alondra.

“Mamá, gracias por defenderme”, me dice Matius.

“Vida, no te tengo miedo”, digo yo.

 

jueves, 13 de abril de 2023

Sin título.

 No sé que lugares visité ni cuántas cosas fallé; se que me perdí en un camino que parecía tranquilo y que me hizo conocer la ruta del peregrino en vez de la panorámica. Así es la vida, dicen.

Y entonces el guiñapo en el que quedó reducida mi existencia se preguntaba por qué las cosas tenían que ser así, por qué dolía tanto. ¿Dónde se hizo el corte? ¿dónde estaba la herida que no admitía sutura y que sangraba y sangraba sin explicación alguna?

Para el "experto" no había nada, no hubo nada. No hubo evento traumático, no hubo un vínculo, no hubo nada. ¿Qué me dolía entonces?, ¿por qué aún se me humedecen los ojos cuando lo cuento?

La vida que he tenido me ha llevado a tener a veces reflectores encima, expectativas e ideas preconcebidas de mi ser. Desde niña se pusieron esperanzas en mis neuronas (faltas de neurotransmisores, por cierto), en mi físico (larguirucha, dientes de conejo, sonrisa imposible), en mi futuro (incierto; amor condicionado al éxito académico, laboral y marital). No había espacio para el fracaso, había demasiada atención al detalle, imposible escapar al rincón para respirar y decir "no soy tan maravillosa, no soy tan..." y asimilarlo, disfrutar la mediocridad.

Entonces, al crecer y pasar por todas las aventuras aquí narradas, donde se ha sufrido pero se ha gozado, pues nada me preparó para enfrentar el rechazo narcisista. Ni las canciones de amor, ni las películas ni mis experiencias previas. La vida que yo había cursado no traía esa materia. El rechazo narcisista es un puerto donde no quieres estar porque anula tu persona completamente. Porque por más que te recuerden a) tus cualidades, b) tus talentos, c) tus obligaciones, no hay en tu sentir la seguridad ni la certeza de que eso sea cierto. Por eso es tan fulminante, porque te hace dudar de tu propia existencia, te pone de frente al fracaso potencial que ha sido tu vida porque seguramente es por esos datos que se te ha dicho que no. Y no es así.

En esta historia, la falta de experiencia con el rechazo y con la violencia de comportamiento me tiraron la facha. Creo que ni en mis peores momentos con mis peores enemigos viví una nulidad de personalidad, una falta de reconocimiento a mis sentimientos, a mis acciones, a mis creencias. Que te anulen es un golpe bajísimo a la autoestima, que te digan que no eres nada y pasaste de noche en la vida de una persona a la que le entregaste gran parte de tu corazón es devastador. 

Entiendo que esto es un juego de dos, que lo que yo estoy contando puede tener una explicación o una versión diferente. El caso es que esta es mi manera de sacar ese dolor que hizo metástasis en mi corazón y que durante mucho tiempo pensé que la única manera de depurarlo era arrancándomelo. En otros momentos yo sentía que ya no lo tenía más conmigo porque me sentía medio muerta, me sentía sin chiste y sin amor por la vida. Y me duele mucho reconocerlo porque a las mamás no se nos permite 1.- separarse del padre de sus hijos, 2.- enamorarse de nuevo, 3.- fallar. Y por ende, el tener el corazón roto, nulas ganas de vivir, ganas de llorar, de desaparecer de éste mundo eran cosas que iban a marcar de manera profunda y horrible a los niños que viven en mi casa. Por ello es doblemente agotador vivir un evento traumático y pretender que no pasa nada.

Pasaron días donde no quise abrir las cortinas, donde mi estado de ánimo me predispuso al COVID por segunda vez, donde quise cerrar los ojos y caer en un sueño super profundo. Fue muy oscura esta etapa y agradezco tanto a quienes se quedaron conmigo escuchandome decir el mismo drama una y otra vez (Tuíterland, Kry, mis ardillas).

Y fue con mucha humildad que comencé a tomar fuerzas para asomarme con esta verdad, con éste dolor que comienza a cicatrizar. Me da mucho orgullo sentir de nuevo la vida circulando por mis venas, me siento tranquila al descubrir que Daniel Boaventura fue curando mi sensualidad maltrecha a través de sus interpretaciones llenas de energía -jeje-, agradezco que el trabajo salió a pesar de todo y que las ardillas que viven en mi casa no lo hayan resentido tanto.

Pudieron pasar muchas cosas: pude tomar un avión y lanzarme a rogar un "no te vayas", pude haber comprometido mi salud al decantarme por la bebida y cruzar mis maltrechos cables por el Rivo y la Parox, pude haberme abierto las venas en un momento muy bajo e insoportable, pude haber salido de noche a buscar autoaceptación y terminar muy mal. 

Nada de eso... esta mujer que está escribiendo esto es más fuerte de lo que ella misma ha creído y por fin puede decir que el capitulo está por cerrarse. 

El doctor dice que estoy sanando y que ya puedo comer carne porque no soy una piraña que amó en cuaresma. 

Ya no más amar en cuaresma. Ya no más amar fuera de mi.




miércoles, 15 de marzo de 2023

Me aventaron piedras y escribí.

 No me refugiaré en ti porque no está tu sombra protectora rondando mis espaldas. No tenemos un lugar físico donde enterrar las alianzas ni es posible sentarse al atardecer en ningún paraje para sentir el viento circundándonos. No estallará mi pecho ante ninguna emoción que vomite colores, no hay fuego pues no existe el combustible. No te buscaré con mi mirada, no estás en el vacío. No escucho tus pasos corriéndo a levantarme pues pertenezco a la tierra y no hay dónde sostenerme, no estará tu capa protegiéndome de las piedras que mi propia madre me lanza sin piedad y con aparente razón.

Soy un fracaso inexistente, soy una mala hechura de un tiempo que estalló en un segundo y se disolvió como espuma de mar, como una bandada de cuervos que busca horizontes agrestes para anidar, para ser cuervos, para gestar cuervos y maldad.

No estás en el sonido de ninguna música, no estás en ningún sonido de nada porque nada material sale de lo que no se conoce. La luz de ningún sol alcanza a calentar, a fotosintetizar, a dar vida en este árido espacio que se volvió mi corazón. Todo cuerpo conocido ha soportado alguna vez el paso del tiempo y del olvido que hay de mi a ti, pero yo no se sino balbucear "no te vayas, estoy quemando mis últimos pedazos de cartón para hacer el fuego con el que te llamo, la distancia será insalvable y no habrá limbo donde podamos coincidir.

No hay limbo donde podamos coincidir.

No hay ningún refugio, no hay ningún cuarzo protector, solo las piedras que siguen cayendo a mi alrededor.

Mejor pasear en Recoleta, mejor morir  en la banqueta, sin honor, sin gloria, sin riesgo y sin soldados tocando a golpe de clarín las notas que explican mi nombre.

Avanzo lento, me arrastro, soy tortuga, soy nada, soy una brizna que se apaga.

miércoles, 8 de marzo de 2023

Una historia más de una mujer más.

 Me cuidó mi mamá hasta que tuve edad para entrar al Kínder, en la muy proletaria colonia San Miguel Chapultepec, cerca de las Lomas de Chapultepec, con lo que ella pudo regresar a la Universidad a estudiar Derecho. Mi realidad de niña de Ciudad Nezahualcóyotl no chocó sino hasta que hubo un día un desayuno en casa de una compañerita del saloon y nos fuimos caminando a su casa. Cuando le platiqué a mi mamá que yo también quería invitar a mi grupo para un desayuno igual, me miró con cara de preocupación. Luego tomé consciencia del trayecto: Subirse al Metro Juanacatlán, bajarse en metro Zaragoza, tomar una combi a la colonia Metropolitana 2da sección, bajarse en la avenida y caminar hasta la casa. Inviable.

Crecí con complejos e inseguridades, mi papá bebía mucho en esa época (y en otras bastante más posteriores) y casi no lo veía, por lo que cuando estaba con él, los días eran bastante cortos. No importaba que se burlara de los peinados de rizos que me hacía mi mamá, ni que dijera que mis muñecas eran tontas porque luego cambiaba de parecer (al parecer) y me hacia "teatro" con ellas, poniéndoles voces realmente graciosas. 

Aprendí a leer y a escribir antes que a amarrarme las agujetas y sentía la presión por ser la mejor. Tenía que ser la mejor porque no había opción para fallar: todos mis tíos y tías paternas eran profesionistas gracias al esfuerzo que hicieron sus papás y mi abuela Ofelia, quienes venían de un pueblo de Oaxaca.

La ternura masculina la viví de la mano de mi tío Israel, que tenía 14 años cuando yo nací y quien en estos momentos seguro se está tomando unos tequilas con Salma Hayek. Hasta la fecha me sigue diciendo "Danita" con un cariño que me parte el corazón.

Salimos de Ciudad Neza antes de que comenzara la primaria.

Estudié la educación básica siendo aplicada, tímida y ansiosa de aprobación.

Empecé la prepa con el pie izquierdo y la libertad que tanto deseé me la tomé de un jalón. Me quedé un año más, luego vino la huelga de la UNAM y de ahí me fui a la universidad hasta San Juan de Aragón, turno vespertino. Conocí a mis amigos, conocí a mi ídolo, conocí a mi novio de la universidad, ¡conocí muchas cosas! Aprendí a litigar con mi mamá en la Defensoría de Oficio de la Ciudad de México, en el área Familiar.

Salí de la universidad, litigué, entré a una consultoria de Desarrollo Humano, aprendí otras habilidades, me casé y tuve a mi primer hijo.

La vida conyugal fue insatisfactoria, la maternidad fue atemorizante.

Me especialicé en maternidad, me hice consciente de mi rol como madre y me adentré en formar al ser humano más maravilloso del mundo: mi amado Matius. 

Tuve a Alondra, fuí una soccer mom, una mamá todoterreno con mi hijo de 7 años y la bebé en el canguro, manejando una nave preciosa, sintiendo tener la vida arreglada y que nada podría salir mal, que el matrimonio ya estaba siendo perfecto, que la maternidad era una gozada, que era el perfecto cuadro de la perfecta familia feliz. 

Infidelidad del esposo, ruptura y separación. Volví a casa de mis padres, a trabajar 11 horas diarias, regresar en metro, bus, caminando a casa, a atender a la bebé Alondra, a revisar tareas, a preparar alimentos, lavar ropa, a contener, a maternar, a amamantar, a todo menos a ser una mujer con deseos, con frustraciones, con miedos e incertidumbre.

Pasan los años y sigo siendo esa mujer que materna, que cuida, que trabaja. Todos los días me levanto a las 5:30 am porque ya no logro despertarme más temprano y comienzo a correr por toda la casa (mi huevito), arreando niños, preparando lunchs, desayunos, comidas, ropa, cariñitos a la gata y pisando el acelerador para dejar en la secundaria al mayor; aventarme una cruzada yendo de sur a norte para dejar a la nena en su colegio y llegar a mi trabajo en Polanco. Soy Directora Jurídica y lo pongo en mayúsculas porque me costó mucho trabajo duro lograrlo. Llevo la legalidad de 11 restaurantes Porco Rosso, tres de ellos fuera de la ciudad de México, controlo la legalidad de las empresas que conforman el Grupo Cerro Azul y en ocasiones ayudo a mi jefe (el dueño de todo el changarro) con sus temas personales (le doy terapia, jajaja, not).

En paralelo, estoy al pendiente de los respectivos chats de las escuelas de mis hijos, de sus actividades extra escolares, sus tareas en las ene mil putas plataformas que usan las escuelas para justificar sus cobros tan caros, las fiestas de cumpleaños de los amigos, las saliditas del adolescente al cine, sus pláticas, sus anhelos, sus mundos tan diversos, la inscripción al exámen de la Prepa; estoy ahí cuando se enferman, cuando se deprimen, cuando les pica la etiqueta, cuando tienen apego ansioso, cuando han sentido celos, cuando el mundo (o su padre) les rompen el corazón.

Estoy al frente de una familia, de una empresa. Quiero estar al frente de mi misma y dejar de sentir que no soy suficiente, que no hago suficiente, que tengo demasiado equipaje a cuestas.

Dejar de sentir tanto cuando me gusta alguien, dejar de ser tan yo, tan intensa. Ser más clara porque no logro hacerles ver que no necesito que entren a mi vida a resolverla, sino que entren a compartirla. Que descubran las posibilidades que tengo, las sorpresas... ya, aquí en este punto me dan ganas de llorar.

Este 8 de Marzo quise platicarles mi historia sin mucho adorno porque se que es parte de la historia de todas las mujeres que hoy estarán siendo conscientes de que la lucha es todos los días, que algunas veces será contra el mundo, contra el patriarcado, contra el amor romántico, contra una misma.

Y que a veces, solo estaremos nosotras mismas para reconocer nuestro valor, nuestro trabajo. 

Y con ello deberá ser suficiente.




miércoles, 8 de febrero de 2023

KINTSUKUROI

 Los humanos llevamos al extremo de lo peor la capacidad de sentir y pensar, pero quiero parar con esta tendencia que no va a llenar la veta que existe en mi de momento, AL CONTRARIO, la terminará agrandando y profundizando aún más y ello no es hacerle el honor a la experiencia como es debido.

Gracias...

Gracias por cada minuto que escuché tu voz dándome instrucciones precisas de vida y de paz. Por enfrentar conmigo los momentos más difíciles y desafiantes que me tocaron vivir en este par de meses.

Gracias por ponerte la camiseta de mi equipo, por sacarme de la banca y meterme al juego cuando nadie más quiso invitarme a su reta; por compartir esa estrella y dejar que me ilusionara con tu triunfo.

Gracias por esas madrugadas, por tantas risas y palabras oscuras y claras que intercambiamos.

Gracias por la ilusión. Por los últimos días de diciembre, por los últimos momentos donde sentí que eramos dos.

Nunca es suficiente para mi, no acabé llena de ti. Pero gracias.

Este bloque de mi vida se queda en mi corazón y me duele mucho que no pueda ser...

La sal cubre mis ojos, me duele... me duele un montón.

Con el oro de los recuerdos más increíblemente hermosos comenzaré a reparar esta grieta... 

Kintsukuroi.


martes, 7 de febrero de 2023

Mar...

 Imagínenme tapandome la cara de vergüenza porque solo me aparezco por aquí cuando se me da la gana.

Este es un día de esos...

Vaya que el 2023 ha sido un tren a toda velocidad y solo ha pasado un mes de él.

¿Es cierto que la vida es método? ¿Es verdad que tienes que acumular millones de años en experiencia para poder decir categóricamente "esto es así o esto es asá"?

A veces el aire de superioridad de la gente que sabe es tan tóxico que no dudo de que habemos muchísimas personas que preferimos morir en la ignorancia a arranciarnos en un saber que no tiene cabida para la gente como una.

Quiero dejar todo mi nerviosismo y ansiedad en una sola caja y guardárla en el sótano hasta que le toque salir de nuevo a orearse.

Será un sótano de casa vieja, de casa de madera, de casa en la playa y el salitre comiéndose la pintura velozmente. A todo se amolda mi ser... menos a los adioses. 

¿Por qué nos alejamos de los puntos de convergencia? ¿por qué decidimos enterrar sonrisas que aún tenían jugo? Posiblemente porque sabemos que ese jugo es lo único que le queda a la sonrisa antes de convertirse definitivamente en piedra.

Veo hacia la playa, la brisa suave y fresca levanta la tela que cubre mi cuerpo. No soy una musa, ni siquiera tu musa. Llegué a ser menos que eso, me parece. Una mujer sedienta de ti, una condensagotas de atención y deseo febril por tu tacto. Sí, es queja; una queja en lamento largo y profundo, un grito de dolor por no poder tocar la gloria ni hoy ni nunca.

No tengo idea de quién seré al amanecer, cuando abandone esta playa y retorne a la tumba.

Esta brisa es tan fresca, tan ligera que casi no pesa la indiferencia. Se siente como dejar lo que en un tiempo fue un objeto suave y acogedor y que ahora no es sino un coral petrificado, bañado por la espuma fría del mar.

Ni sol ni luna, ni brillo ni oscuridad; lo que queda será un absoluto vacío que los cangrejos llenarán con sus casas y sus crías. Sus mordidas me alejan, la marea me lleva nuevamente de vuelta y yo no se mentirle a la luna, no se decirle que ya no estoy ni estaré pendiente de ella.

Bajo calmada, estoy entrando.





sábado, 24 de diciembre de 2022

Navidad 2022

 He visto demasiadas películas de chica encontrando chico (y a la felicidad) mientras suceden escenas navideñas, como para escribir que -sinceramente- yo ya no creo en la Navidad de "a mentis", navidad rosa y todos cantando al unísono "falalalalá".

Pero ello no me hace menos festiva ni menos agradecida...

Quise escribir este post hasta la víspera de Año Nuevo, pero si algo he aprendido a put... (ok, ok, a "trompadas") es que son los instantes los que llevan dentro de sí la magia de los sucesos y que cada vez que he desperdiciado "un instante" por encontrar la perfección de algo más permanente, me he dado cuenta que he renunciado a la felicidad verdadera.

Por ello, con el corazón lleno de gozo y los pulmones llenos de flemas, siendo las 04:10 hrs. del dia 24 de diciembre de 2022 (para los numerólogos: el 24/12/2022) es que escribo GRACIAS por todo lo vivido en éste año que está a un suspiro de terminar.

¿Y quién ha dicho que mi vida no ha sido una película este año, ah?

Miren que ha habido de todo y como los peluquillos: sigue la mata dando.

Dejaría de ser yo si mis logros y alegrías no mostraran al mismo tiempo el lado B de la vida. Se que nada ha sido fácil ni rápido, que se ha tenido que sufrir un poco pero al mismo tiempo, las lecciones de este año han sido tan preciosas que alcanzan para no repetirlas y comenzar a respirar tranquila de cara al 2023.

Ascensos profesionales, enfermedades, muertes, choques, accidentes, cambios drásticos de escuela, gustos y hasta formas de pensar, este año no me va a dejar indiferente porque es el año en el que más he aprendido de mí misma, el año que me ha hecho saborear con todas las mieles mis 42 años, mi profesión, mi fuerza interior, mi cuerpo y mi alma.

Este año he sido super afortunada de poder cerrar infinidad de puertas que solo estuvieron abiertas por el simple hecho de no saber quererme ni valorarme y que hoy, cuando le doy la razón a José José, puedo darme la vuelta tranquilamente y no voltear la vista atrás.

Creo que he sido la más hermosa posibilidad en la vida de cada una de las personas que he conocido y solo me he quedado como la más absoluta certeza en aquellos que no han dudado en tomarme por lo que soy, por lo que nunca seré y por todo aquello que tengo dentro para ser.

Ya solo me queda pasar el examen final de Geografía de México, desempolvar la práctica de Derecho Familiar y aventarme un maratón de Emmanuelle´s para concluir mi educación en este año. 

Creo que finalmente sí obtuve mi película de Navidad soñada y estoy ansiosa porque llegue la segunda parte aunque digan que segundas partes nunca fueron buenas,


jueves, 22 de diciembre de 2022

FRAGMENTOS DE FELICIDAD

 

Confía en el futuro, Amanda,

El agua que se presenta clara no lleva sales ni metales consigo; no te hará daño por beberla, al contrario. Se presentará fresca y simple. Sin ninguna clase de truco o engaño.

El agua, Amanda, es lo que nutre la fuente dadora de vida que brota dentro tuyo y moja campos y sembradíos. Es quien limpia las ventanas de recuerdos y miradas colgadas al pasado.

El agua se echa a correr cuesta abajo y no para, no para. Nadie la detiene porque a nadie le pertenece, Amanda. Nosotros no le pertenecemos a nadie, ni a nosotros mismo.

Somos irresponsables y difíciles de pastorear, somos bestias de carga y embiste.

Sin embargo, la caída del agua sobre nuestros cuerpos nos bautiza y cristianiza hasta volvernos un poco menos animales y un poco más semejantes.

Aún así, Amanda, nadie ha nacido para ser encerrado en un sueño de cristal y eso debes entender, antes de que vuelvas a echar raíces que sean varas secas por la espera.

No hay en este mundo un milagro más grande que el del agua que penetra en dichas varas, haciéndolas florecer.

Es un momento, Amanda; tienes tierra y minerales que hacen crecer lo verde de tus tallos. Tienes calor en tus entrañas y floreces sin poderlo evitar.

Así es amar, Amanda… abrirte al agua que inevitable se cruza en tu camino; al agua que se introduce en tu suelo poroso y te hace florecer las varas secas de la espera.

No se por cuánto tiempo, Amanda… la primavera no se hizo para aprisionarla ni para esperarla.

Allá los pájaros cantarán a su tiempo y tú volverás a tus raíces llena de vida, llena de agua, fresca, limpia y purificada. Seguirás en tu sitio pero en otra parte. Tus semillas se irán volando por los cielos infinitos esperando caer en tierra fértil.

Las campanas doblarán sobre sí y sacarán las notas que ya sabes, pero que nunca te han tocado a ti.

Entonces echarás a andar, Amanda; porque el destino está en otra parte, porque las ramas han enverdecido, porque el agua se ha hecho pozo y tú estás lista para llegar.

Amanda: los sueños se hicieron de algodón y no se hilan, se dejan hinchar y desparramarse sobre todo lo conocido. Las canciones no suenan igual, aquí nada es igual.

Esto es el Paraíso, Amanda.

sábado, 10 de diciembre de 2022

Dame sencillamente...

 Hay dos películas de desastres naturales que me gustan de a montón: Twister y Dante´s Peak.

En ambas, las protagonistas son chicas recién divorciadas (o soon to be...) y mi teoría al respecto es que dicha condición les da fuerza en los momentos en los que se necesita traer la panza bien colocada para ejecutar.

Ha sido una semana con altibajos anímicos y se cierra de la peor manera.

Tenía mucho tiempo de no sentir una confusión de este tamaño, un nudo en la panza que me despertara de madrugada a querer vomitar los sentimientos fermentados del día anterior. 

Es complicado aplacar mi tren del pensamiento (que a estas alturas parece el rollercoaster del infierno) porque los estímulos externos le están ganando la batalla a mis ganas de permanecer en OM y trascender todo aquello que está lastimando mi ser. Y cuando se tienen criaturas hiper vigilantes y dependientes del ánimo de su cuidador primario (o sea, mis ratitas maldosas y compañía), es complicado sacar las lagrimitas lilli ledy y continuar dibujando perritos y gatitos como si nada; mi club de mamitas no me dejará mentir: si quieres comerte un chocolate, llorar o avanzar dos niveles del candy crush que te hagan sentir que vuelves a la vida, lo mejor será que te refugies en el baño.

Así que, bueno... en una prisión mental, con quiebre anímico, insomnio que trato de curar con café y galletas Oreo y las canciones de José José en Tributo, es que intentaré funcionar para no tener un fin de semana de mierda, para que mis pensamientos intrusivos no tengan la oportunidad de colarse bajo mis pestañas.

De algo sirvió anotarse en todas las quinielas del mundo Godín y mañana veré si continúo en la jugada o a lo mejor me voy al Sanborn´s a aplicar la de "-Señora, ¿esos niños que se están estrangulando son suyos?... -Monsieur, Je ne parle pas espagnol..."

Y huir con todas mis fuerzas a las revistas. 



 

martes, 8 de noviembre de 2022

Ya yepeté! ( cinco minutos más, mamá)

 Dejando a la marmota menor en la escuela me topé con mi enemigo jurado de las últimas dos semanas: el camión que se llevó mi salpicadera, mi facia, mi cofre, mi faro y mi tranquilidad operativa, exponiéndome a los ene mil “¿por qués?” que he tenido que tolerarme, ya que soy (o era) una fiel creyente de los “¿para qués?”.

Y es que cuando la vida te da un putazo (bueno, en este caso fue un camión), resulta que todo es como una epifanía y comienzas a hilar (cuando ya estás enrivotrilada y mezcaleada, digamos que en estado zen) todo lo que te llevó a ese suceso (no digamos “accidente”).

En mi caso, la camioneta que se hizo cupcake ha sido motivo de mil disputas entre el exmaridoperoparasiemprepadredemishijos y yo. Me la regaló, luego me la quitó, luego me la regresó, luego la quería de vuelta, luego me dijo que la venderíamos el año entrante, luego que no porque qué bonitos (¿?) recuerdos teníamos en ella, luego que se la tenía que prestar cuando él me la pidiera no importando lo que los niños y yo tuviéramos que hacer (y luego la devolvía apestando a perfume de Jafra, caray! al menos échale lysol!) hasta que el camión de la ruta que circula sobre Lago Alberto actuó salomónicamente y dijo ni pa Dios ni para el diablo y se la llevó impunemente entre sus llantas.

¿Se terminó el problema?}

¡NO!, porque quien lidia con las criaturas que viven en mi casa soy yo y eso implica que la ciática me está punzando horrible debido a los jalones del bus y a que la nena gusta de traerse todos sus libros para que su mami vea lo bien que le salen las cosas (la mira sonriendo).

Mientras ha durado mi duelo por la comodidad perdida, por la deuda que debo afrontar para que esa madre quede decente y por fin me pueda deshacer de ella, me pasan cosas por la mente y ustedes saben que ahí no es un lugar habitable cuando se me trepa la neura… Pienso en tantos “por qué a mi, por qué ahorita cuando más vulnerable me encuentro después de los mil gastos en las escuelas de los niños marmota, por qué justo cuando me siento más sola (ahí suelo durar unos buenos ratos hasta que llega la razón y se me pasa), etc.

Ha sido un viaje largo a la zona oscura, he llorado, berreado, culpado, enojado, maldicho, azotado, emberrinchado y por supuesto contracturado por el hecho de estar cargando siempre con las culpas, los enojos, responsabilidades de más y por supuesto, los libros de la nena, sin embargo, he podido indagar qué diablos me estaba pasando cuando ello sucedió y tengo mis conclusiones (no son bonitas ni felices, ¡no chinguen! ¿pues que no ven el putazo que me pusieron?).

No logro trascender tan rápido las situaciones adversas que la vida tiene y aunque en apariencia y en operación resuelvo y actúo, en el fondo siempre estoy renegando.

Eso de fluir no se me está dando mucho, porque soy muy necia y me cuesta trabajo aceptar que las cosas son como son y no como yo las idealizo.

 

En mi mundo ideal, tengo todo bajo control y soy la persona más alivianada y eficaz porque, efectivamente tengo todo bajo control.

Y he vivido pensando en que cuando logre tener todo arreglado, acomodado en su sitio y en paz, podré ser feliz. Como cuando de niña jugaba a las Barbis y no podía disfrutar del juego hasta que todas las cositas estuvieran acomodadas y mediante el juego yo podía ir arreglando lo que estaba mal en mi casa, en mi realidad de niña que dolía y que me hacía preguntarme “¿por qué a en mi casa pasan estas cosas y en las de otras niñas no?”. Qué dolor.

Qué dolor tan absolutamente pendejo y qué brillante he sido al no poder trascender esos pensamientos infantiles que han dado pauta a que yo siga sin madurar ni enfrentar lo que es: la vida es imperfecta, los trancazos llegan todos los días y no hay casa, coche, pareja, trabajo, clóset, hobby que pueda impedirlo. Nunca estaré lo suficientemente preparada para la vida, sin embargo, tengo que hacer el esfuerzo de disfrutar mientras se teje la existencia.

Casi siempre que llegaba a este punto de darme cuenta de las cosas, me inventaba una salida para no afrontar las consecuencias. Y hasta tenía el atrevimiento de juzgar a las personas  por la manera en la que existen superficialmente.

Es duro darte cuenta que formas parte del club.

No se si sea más duro que despertar a la conciencia y volverte a echar el cobertor encima por miedo a fracasar.

Seguramente si opto por esto, la vida vendrá a jalarme nuevamente las cobijas y probablemente sea feo… mejor no le damos la oportunidad.

sábado, 24 de septiembre de 2022

Cuando los 42 llegan así de esta manera... uno no tiene la culpa.

Yo me encontraba deambulando por las calles del Centro Histórico.

Era ya de noche, las tiendas de novias habían cerrado y la gente se apresuraba a correr al Metro para irse a casa y resguardarse de los vientos de febrero.

Recuerdo la luz ambarina sobre la calle donde se encuentra la Biblioteca de la Suprema; sentí una punzada de remordimiento y lo intenté acallar mientras marcaba ese número que ya me sabía de memoria. El corazón me latía fuerte y sentí que se me salía cuando oí su voz saliendo de mi Nokia 918… “¡Hola!... Hola… ¿Qué haces?... Camino a casa, vine a ver a mi abuela, ¿y tú?... Estoy caminando sola por el Centro… ¿Tú sola?... Sí… Ok, pues vete a casa con cuidado”. Click.

Yo caminé sola por el Centro de la ciudad con la esperanza de caminar junto a él en esa noche ambarina. Yo debí estar tomando clases en ese momento, pero no tenía inspiración ni ganas para estudiar el segundo semestre de la carrera de Derecho en un lugar tan lejano y desconocido para mí, como lo era la ENEP Aragón. Les puedo asegurar que estuve a punto de darme por vencida, dejar por la paz la escuela y seguir trabajando feliz de la vida vendiendo pollo KFC.

 Yo quería ser periodista, ¿saben?, pero la huelga decidió otra cosa. Sería una de las tantas veces en las que yo dejaría que el azar decidiera por mi sin siquiera meter las manos. Iba a la deriva, estaba “así” del precipicio…

Pero entonces llegó la inspiración y ¡vaya qué f*ckin’ amazing inspiración!

Gracias por ser esa luz, ese ideal para admirar y poder seguir adelante…

II

En algún momento yo paré; ya no me bastaba litigar y ganar, litigar y perder y apelar, litigar sin poder sentir que esa era la vida que yo había elegido. No podía seguir alegando por otras personas en lugar de hacerlo por mí misma, no estaba redituando emocional ni económicamente.

Entonces me bajé del tren y di como 80 pasos en sentido contrario. Nuevamente el azar me puso en un lugar que me dio tablas y perspectiva de muchas cosas desconocidas por mí. Era emocionante y elegante y me gustó muchísimo ser consultora jr., viajar y dar cursos y conferencias. Casi caigo en las garras de un sugar daddy que conocí en un assessment para su compañía. Vuelos y hoteles reservados para cuando yo decidiera dar el paso y encontrarme con él en Cancún, Chiapas, Los Cabos, anywhere!

Obviamente no conduje mis pasos sobre esa línea y mejor conocí al padre de los niños que viven en mi casa. Otro destino azaroso y ocho años de “stay at home mom”.

Luego, ya saben la historia: azares del destino me llevaron a la industria restaurantera, enfilé mis pasos a la pasarela corporativa y aquí estoy. Malabareando la vida profesional con la maternidad.

Y aquí me están encontrando los 42 años: algo cansada y estresada; existiendo a base de cafeína y bomberazos y con una comezón por quemar las naves…

Voy a llorar... y voy a llorar dentro de mi camioneta porque es el único lugar a donde los niños que viven en mi casa ya no me siguen cuando llegamos. Los animo a que suban corriendo a ver a su gata, o a que lleguen a pelearse por el baño después de una hora y media de camino o a que suban gustosamente en fila a guardar el super que acabamos de comprar. Y es que de verdad necesito esos 3 minutos antes de entrar al segundo turno, caray.

Me duele estar tan ocupada y no poder disfrutarlo. Es un frenesí de actividad tras actividad tras actividad; correr por la mañana, correr por la tarde, correr por la noche y dormir con el pendiente de que al día siguiente hay que seguir en una carrera donde todos van a recibir premios (o con el pendiente de que tiemble), pero tú no puedes tomarte ni cinco minutos para fumar porque dejaste de hacerlo en el 2007 o donde ya no puedes bajar al bar para que te pichen un vodka porque tomas antidepresivos, manejas y ... eres una full time mom! Y lo eres porque tienes la custodia de ese par de ratitas maldosas, porque tienes el amor de madre subido hasta la garganta y sabes que se convertirán en pandilleros si es que sueltas la rienda. Porque sabes perfectamente que nadie está del otro lado para sostener la otra punta de esa cuerda... ¡cómo estarlo, si es una chinga!

Estoy segura que por eso me he enganchado un poco a Tuíter, porque bajo mi contexto, es lo más cercano a tener sexo con extraños en el baño de un bar de mala muerte en la ciudad de Nueva York. O bueeeeno😒,  es lo más cercano a sentir algo de aventura en un ambiente para nada seguro como lo es cualquier red social donde te muestras vulnerable... como aquí.

RESPIRO...

Sin embargo, creo que así se ven los cambios que permiten que tu vida trascienda: duelen, una se resiste a ellos, te revuelves como trucha furiosa contra los embates de las circunstancias hasta que dejas de luchar y entiendes que la vida es aquí y ahora, que todos esos pasos que parecen carecer de sentido serán los cimientos de tus nuevos territorios conquistados y que cuando el tiempo pase, no importará nada de lo hecho. Será la arena sobre la cual caminarán los que vienen detrás de una.

Y como dice mi sabia amiga Kry: esto también pasará.

Y el sol sí brillará nuevamente.








miércoles, 7 de septiembre de 2022

RANDOM THOUGHTS

 Random thoughts wich come to your mind constantly, cause stress and fear.

Generalmente tengo un aliado neutro del cuál asirme cuando no puedo ni concentrarme ni controlar el revoloteo agresivo de mis pensamientos. Digo "generalmente" con una displicencia desesperante, ya que la gente ni está a mi servicio ni a mi disposición. Es su cariño y preocupación sincera de cuando notan que ya se me descarriló el tren y tratan de correr para ponerme a salvo.

Pero yo, en medio de la locura de locomotora sin control ni freno que son mis pensamientos a este punto, termino por arrollarlo todo, amistad y amor incluidos. Y esto es cíclico y me siento muy avergonzada por ello.

Luis Angel: discúlpame por no hablarte en tu cumpleaños. Estuve muy metida en mis pensamientos y no podía parar (aún no puedo)  :(

Estoy verdaderamente contrita por haber dejado pasar la oportunidad de celebrar tu maravillosa vida, agradecerte por hacerme parte de ella y sobre todo, por quererme a pesar de ser una rata que olvida los cumpleaños de sus mejores amigos.

También va para ti, mi súper Lauch y para tu gemela de cumpleaños, la hermosa Aymet.

Lo siento mucho :(



domingo, 4 de septiembre de 2022

Cartas rojas.

 Hace poco más de dos meses recibí un comentario de un muy viejo conocido. Me dijo "escribí una carta roja".

Las cartas rojas eran los esbozos precoces de dos adolescentes que se guardaban las ganas del uno y otro en pos de no encontrar problemas para el futuro. Ambos conocíamos re bien la vieja historia de cómo papá y mamá se habían conocido en la prepa y ¡shush!, se embarazaron y casaron, viviendo una vida precaria en lo que hacían carrera y fortuna. Y aún no acababan de lograrla en mi caso, por ello es que siempre recurrí al ingenio.

Querido: las cartas rojas no las volví a escribir más.

Cuando el negro de un encaje se volvió real, entendí que las pasiones eran bastante simples en los sujetos conocidos. Si acaso me regalaron poesía y complicidad en una relación cruzada, pero no pasó mucho y no se repitió nunca. Éramos de otro y otra y nada parecía más seguro que eso.

Luego vino "la madurez". 

Luego vino "la dejadez".

Luego vino "la soledad" y aquí estoy instalada. Claro que puedo escribir cartas rojas pero tener que rendir cuentas a los jefes de mi casa, no sé... me sabe mal.

Si escribiera en forma anónima, estoy segura que me delataría mi sonrisa de conejo en cada suspiro, mis ojos relucirían como chispitas con cada vaivén y seguramente correría la voz de que acá, en lo de Dana, la cosa se ha puesta tan vulgar y prosaica que es mejor darle la vuelta y seguir haciendo lo propio.

Mmm, no sé. Qué más da.

domingo, 21 de agosto de 2022

Maternar es renunciar.

 Culpo a las siete veces que presenté el examen extraordinario de Física III de la confusión y miedo que actualmente se ha apoderado de mi.

Y no la culpo porque en las séis veces en las que reprobé dicho examen mi autoestima (y los permisos para las fiestitas) se fueran por el caño, sino porque con cada oportunidad, perfeccioné mi conocimiento en la Física clásica -donde, según el estado actual de un objeto, se puede predecir relativamente fácil su comportamiento en el futuro-  y nunca, pero nunca tomé en cuenta a la teoría del caos, donde ¡oh sí!, toda visión determinista se cuestiona: no todo es previsible ni funciona como reloj suizo... como yo hubiera esperado que fueran mis casi 42 años.

¡Demonios!

Estoy frita, queridos menos cinco lectores de siempre. Frita como la patata de la historia.

Estoy por cambiar a Alondra a una escuela cerca de mi trabajo, ese trabajo soñado que desempeño en las muy lejanas tierras de Polanco. Estoy dando el señorazo con todo su esplendor y no se cómo hilar estos pensamientos nadaqueverientos de manera que pueda explicar el enorme caos que reside en mi cerebro.

Pues ya, como va:

Mi trabajo era el último bastión insurgente donde mi rebeldía juvenil y mi encanto personal vivían felizmente. Era el espacio donde yo podía ser una femme fatal o una godínez regordeta y malhumorada, que de repente se le ocurría bajar por un postre a la cocina, con el cual el chef Irwin podía reivindicarse tras una fallida revisión de cocina con apego a la NOM 251. El páramo donde podía reír y aplaudir como foca al mismo tiempo con las bromas contables y soportar los regaños de mi adorado jefe (sin sarcasmo, en realidad adoro a mi jefe) por no saberme de memoria los preceptos legales de la Ley de Sociedades Mercantiles (es que ¡chale! eso no lo vi venir, jefito).

Era el último lugar donde no sentía que la maternidad me tenía copada, atada y amarrada.

*Llora en silencio.

No me malinterpreten, amo a mis hijos con pasión, sabiduría y entusiasmo. Simplemente que me sigo amando muchísimo y no se amar a medias. No he aprendido aún amar en pausas, en horarios ni en espacios definidos. 

No se cómo explicarme que la maternidad se volvió una cita ineludible y que ahora tengo que aprender a compartir mi espacio con mi rol de madre...

Muchas veces lo vi con mi mamá en sus trabajos: ella era la misma en casa y en su oficina (probablemente menos enojona y pegalona en su trabajo... jum). Eso me daba una falsa seguridad, pero esa es otra historia.

Recuerdo a la mamá de Cristina, una compañera de 5° de primaria, quien una vez me invitó a su casa después de clases para ayudarla a estudiar. Su abuela pasó por nosotras, nos fuimos caminando hasta la calle de Gabino Barreda y subimos a un departamento impecablemente hermoso. Me lo mostró en secciones "mi cuarto, el de mi hermana, la cocina, la cantina, el cuarto de mis papás, el baño y clóset de mi mamá..." A la hora llegó su papá y lo primero que hizo fue preguntarle a la señora grande por la madre. Silencio incómodo y portazo del padre. Poco antes de irme, llegó la mamá y fui presentada. Nerviosa, la mamá me dio los "mucho gusto" y procedió rauda y veloz a entrar en su clóset. Salió vestida completamente diferente a como había llegado (traía vestido corto, ajustado y con un escote discreto. Al salir, usaba un vestido tipo bata. Ugh). Mi amiga Cristina me dijo en secreto "es que a mi papá no le gusta que se ponga ese vestido". Yo, en espíritu, soy la mamá de Cristina (quien por cierto reprobó 5° al tiempo que sus papás se divorciaban), solo que mis vestidos cortos no son censurados por el cavernario esposo, sino por mi concepto martirizante de la maternidad.

De nuevo, no son mis hijos; es la cadena formada por las obligaciones que solamente afrontaré yo, son las cajas de petri bajo las cuales mis habilidades maternas son observadas al detalle y mis actos juzgados con rigor absoluto. 

Probablemente aquí es donde tomo mi maleta, me bajo del tren y despido todo ese mundo interior haciendo olas con mi mano derecha, la que uso para escribir.

No se quién seré después de salir de esta tormenta, solo se que, como dice Murakami, no seré la misma mujer que fui cuando entré en ella.

Exactamente como hace 6 años.

Pero ya no tengo 36...



 

lunes, 8 de agosto de 2022

Malos tiempos.

Están cayendo millones de soldaditos sobre la ciudad. Sobre mi parcela. Sobre mi.
Hoy fue un día muy pesado, manejar con lluvia sobre periférico se volvió una cuestión de vida o accidente: cascadas de diversión, ríos salvajes y las benditas Suburbans tratándonos como los restos de un naufragio urbano que no importa colisionar.
Pero yo tengo la culpa, ¿saben? Debí irme por el segundo piso. Debí cargar gasolina ayer. Debí dejar de soñar despierta y simplemente irme cuando debía. 
Nunca se irme a tiempo.  Siempre espero a que los tiempos se sincronicen, aunque ello signifiquen 20 minutos o 20 horas.
Suficiente exposición por hoy, a guardarme en mi concha por otros 20 años más...

miércoles, 3 de agosto de 2022

Mi verdad... al fin.

 Cuando la Marmota finalmente pudo confesarse conmigo (en un partido de la Copa América), la noticia de que tenía un hijo con otra mujer me causó sorpresa e indignación.

Fueron 2 días en los que no lo pude creer y mi sistema no podía procesar el hecho de que una mujer como yo (amorosa, empática, hermosa y que además había tenido dos hijos suyos) estuviera pasando por una trama que parecía más bien sacada de una telenovela  pues la señora con quien terminó liado era su empleada, ni más ni menos.

A partir de ese momento todo estaba ya dicho y hecho, lo difícil fue decírselo a las criaturas y por supuesto, sanar... Sanar, llorar y callar, pues no es muy bien visto que una mujer ande ventilando sus sentimientos u opiniones que tienen que ver con las fallas del sexo opuesto.

El señor tuvo una relación fuera de matrimonio y posteriormente tuvo un hijo. No es algo que yo deje pasar, no estoy hecha de esa madera. 

Hoy quiero liberarme de esa carga, pues no nos debemos nada y la relación de respeto que yo procuré en todo momento, al parecer no es lo que el señor prefiere, así que dejaré de guardar "secretos a voces", me libero de la importancia de la opinión ajena. Esto ya no es mío.

Luego pasó lo de Carlos...

Cuando Carlos decidió aparecer en mi vida, lo hizo en una época donde yo estuve vulnerable. Me bombardeó de amor rápidamente y despertó la bomba que yo tenía guardada. Yo iba por la segunda  mitad de mis treinta años y lo recuerdo perfectamente: lo suficientemente joven pero madura, llena de energía para el trabajo que adoraba, para llegar con mis hijos y desbordarme, para tener una relación tan intensa con él. Y yo sentí que florecía, que había vida saliendo por cada poro de mi ser, que finalmente había conocido el amor incondicional. En fin, una tiene que aprender a resignificar su vida una y otra vez.

Cuando Carlos decidió desaparecer de mi vida lo hizo con una especie de berrinche incriminatorio: me acusaba de infiel (?),  de ser una coqueta (¡), de ser "demasiado sexy, demasiado inteligente, astuta, extrovertida, amistosa y ambiciosa", (¡órale!, ni en drogas hubiera pensado de mi en esos términos).

A lo largo de la relación hubo muchísimos roces: a mi me iba cada vez mejor en el trabajo y tenía más proyección en la empresa, contrario a él que había sido despedido del trabajo; amaba y educaba a mis hijos con mucha consistencia y aún tenía espacio para amar a sus hijos sin que ellos quisieran amarme a mi y traté de estar a su lado en la salud y la enfermedad, cuando le diagnosticaron diabetes y su gastritis iba empeorando su vida cada vez más. No podía darme cuenta que yo tenía una relación con una persona que tiene un trastorno de la personalidad narcisista, al que mi vida feliz le producía envidia y que la única manera de desquitarse era tratando de anularme, acusándome de lo que seguramente él mismo hacía y dándome un tratamiento de silencio para volverme loca (más).

Así que tomé valor, mucho valor y finalmente le cerré la puerta. Claro que dolió; dolió no verlo regresar a tratar de cambiar por mi, a tratar de arreglar la relación para hacerme feliz y dolió aprender que eso que acabo de escribir es imposible de pedir y de dar. El amor no duele, el amor fluye y no se forza.

Me libero de la vergüenza que me daba sentirme una víctima; me libero de lo que él pueda pensar y opinar de mi. Sigo adelante con mi vida, estoy en paz conmigo misma. Esto tampoco es mío.

Y finalmente la separación de mi anterior trabajo...

En una charla expresé que el proceso que viví fue muy difícil porque estuvieron implicadas más emociones que razones y también ya estoy harta de cargar con un estigma sobre lo que pasó.

Así que hoy me libero también de esa carga innecesaria que yo no pedí y que no estuvo en mis manos parar:

Desde que retomé mi carrera, trabajé bajo sus órdenes; siempre estuve agradecida por la oportunidad que me brindaba para aprender una nueva rama del Derecho y por poder llevar un sustento a mi casa. Básicamente.

Tonta no soy, sin embargo soy muy leal y jamás se me ocurrió tumbarle la chamba para yo destacar y lograr cosas. Sabía muy bien que el único crecimiento que tendría sería si yo ocupara su lugar o si me cambiaba de empresa. Soy leal, ya lo dije y amaba mi trabajo, también ya lo dije.

Así que día tras día di lo mejor de mi y el día en que la Alta Dirección decidió dividir el grupo y que cada quien se llevara sus canicas, yo fui la elegida para quedarse. Sí, así es; desde el día uno el bando Tintorera me dijo que yo sería la nueva gerente legal y que mi puesto era el único contemplado. El detalle de todo esto es que se me pidió guardar silencio y no decir absolutamente nada.

Por un lado, tenía una excelente oportunidad para crecer, por el otro lado tenía una futura ex jefa a la que no se le estaba tratando dignamente, con toda la connotación emocional (de su parte) que eso trajo.

Al día tres de la noticia, el bando Porco me pidió que me uniera a ellos: que habían visto mi crecimiento y mi capacidad. ¡Cielos!, fue muy difícil... era literalmente decidir irme con mamá o con papá amándolos a ambos.

Y entonces todo fue un caos: no podía decir nada, no podía fingir que no estaba en un momento crucial de mi vida, no podía alegrarme por mi situación dorada y no poder gritar a los 4 vientos que mi felicidad. Y por lo tanto, soplarme el proceso de desilusión, desvinculación, maltrato y tortura que vivía mi amiga-jefa, cargando con su amargura, sus sospechas, su mala vibra, su infantilismo, sus traumas existenciales y su poca empatía hacia mi pues en cuanto supo mi destino, dejó de hablarme. 

Yo creo que Nancy Pelosi y su visita a Taiwán es poco para describir lo que fue la entrega de mi puesto al bando Tintorera; tuve que hacer muchas alianzas con gente clave considerada "enemiga" y a ojos de los colaboradores más simples, yo he estado haciendo un doble juego y me han dado un trato de "traidora". Todos trasladaron sus simpatías hacia la ex jefa, hacia aquellos con los que "el enemigo" se había mostrado implacable y ha sido duro y difícil para mi porque soy "Miss Simpatía", la neta.

Sin embargo, de esta también voy a salir como la digna hija de Eva que soy (es que así se llama mi mamá): altanera, preciosa y orgullosa.

Porque tengo un par de hijos maravillosos que podrán ver a su mamá histérica, gruñona o triste, pero no derrotada. Porque mi corazón de mujer ha llorado con las estúpidas pero precisas canciones de José José y las heridas han cicatrizado. Porque claro que me siento orgullosa de que se me reconozca la labor legal que he realizado a lo largo de estos años, imprimiéndole mi toque personal para que las cosas se logren. Claro que merezco esa Dirección y merezco los frutos que en su momento coseche.

No quiero seguir cargando con esto, ni esconder mis cicatrices ni justificarme.

Quiero lo que tú y los demás quieren: existir en paz y con propósito; ser feliz sin hacer daño a los demás; dejar un legado valioso para los seres amados.

También quiero café con pan sin seguir engordando; quiero que mis hijos se comporten a la mesa cuando salimos de paseo y quiero un amor bonito. Uno que no esté jugando juegos de poder, jugando al misterio o a la seducción sin sentido.

Merezco dejar esta carga aquí y no volver la vista atrás.