PARTE I
Ese día suprimí muchos sentimientos y emociones porque vi que había gente menos afortunada que yo: compañeros que no lograban contactar a sus familiares, gente en crisis... yo no quise sumar al desastre; no tenía derecho puesto que mis hijos estaban de inmediato con su papá, mis papás estaban afortunadamente a salvo a pesar de las putas y carajas instalaciones de todas las putas y carajas instituciones del Gobierno Local y Federal, mi hermano en Alemania -completamente ajeno al drama-, mi ángel de la guarda a salvo... mi corazón y lagrimales se cerraron, yo no tenía derecho a sentir dolor. Todo en mi estaba "bien".
Tardé 5 horas en regresar a casa; venía sudando de nervios e incertidumbre por lo que pudiera encontrar a mi paso. Todos mis defectos me golpearon en la cara al mismo tiempo: falta de previsión, de madurez, de economía, de cuidado traducido en: falta de gasolina, no traía suficiente pila en el celular, no había comido, no había ido al baño, traía tacones, no traía efectivo...
Manejé con un cuidado que me avergonzó completamente: así debería de manejar siempre. Los motociclistas de los que tanto me quejo ahora pasaban raudos, con una desesperación y pala o pico a la espalda. Aprendí a hacerme a un lado y dejarlos pasar. Aprendí a ser paciente. Aprendí a respetar la vida de todos los que manejaban a mi alrededor.
Saber que ni la ciudad que amo ni la gente que vivimos aquí volveríamos a ser los mismos me dió mucho miedo y tristeza. Yo, una mujer temerosa de los cambios, estaba por entender -de un putazo- que ya nada sería igual.
Llegué a casa de noche, a oscuras y con el estómago y la vejiga sin control. Di gracias a Dios por ver a mis hijos, asustados pero enteros. Escuché sus experiencias con el corazón hecho pasa, vi el pantalón de Mateo roto por el esfuerzo que hizo al saltar para ponerse a salvo hecho bolita en su patio, vi a Alondra arrullar a sus muñecos y decirles "ya, ya, ya... no pasha nara" y al momento, correr hacia mi por el ruido de las ambulancias... aún no supera ese miedo que le da escucharlas.
Al día siguiente desperté (muy tarde), mi cuerpo no respondía; la luz del sol mostraba mis libros volcados en el suelo o revueltos en sus libreros; avisé que no iría a trabajar: mis hijos necesitaban contención, mi casa necesitaba ser revisada y yo necesitaba quitarme la culpa por haberme encontrado lejos (muy) de mis hijos. Obvio, me dijeron que no ("eres el área legal; debes revisar tus procesos de Protección Civil, saber que todos están bien, dar instrucciones precisas... pon orden).
¡En verdad estaba enojada! ¡La puta vida pudo acabar en un instante y yo debía revisar piedras ajenas! ... Lección de vida #48: La vida sigue.
Pero yo no quería entenderlo ni asimilarlo.
PARTE II
Duré con enojo, insomnio y descontrol durante una semana.
Pasó mi cumpleaños sin pena ni gloria: nada me llenaba, no sentí que mereciera cosas y atenciones habiendo gente sufriendo. Me sentía culpable de los regalos que ya me había comprado, me sentía estúpida estrenando ropa, bolsas o zapatos mientras gente había perdido todo, mientras gente buscaba gente y todo el país contenía la respiración para poder escuchar un apenas perceptible respiro debajo de tanta soberbia y estulticia humana convertida en escombros.
No estaba lista para vivir de nuevo porque estaba aterrada con la idea de la muerte.
Y así pasó otra semana de insomnio y ansiedad, hasta que mi jefa tomó cartas en el asunto y me llevó a un spa para ayudarme a relajar. Ese día me abandoné a las manos de Silvia y decidí que era momento de soltar...
PARTE III
En el 19S no solo cayeron edificios cambiando el panorama y el vivir de la ciudad, también dejó al descubierto la cantidad de situaciones de riesgo y grietas que había en el matrimonio formado por Marmota y yo.
Y así como es de impensable regresar a vivir a un edificio a punto de caer, así de impensable es regresar a una relación que estaba fracturada desde hace mucho tiempo; exáctamente por el mismo riesgo de colapsar y crear un desastre.
Para volver a construir es necesario derrumbar, limpiar el terreno y preparar mejores cimientos, más fuertes y mejor planeados.
A veces uno planea, construye y edifica sin haber tanteado el terreno; lo hacemos con las mejores intenciones y nuestras mejores herramientas. Estoy segura que la mayoría de la gente honesta construye con la idea de que perdure para siempre, pero no tomamos en cuenta que no podemos controlar todas las circunstancias que rodean a la vida y a la naturaleza.
En honor a todos los años felices, a todas las lecciones aprendidas y por encima de todo: los dos hijos hermosos que tenemos en común, es que hasta aquí dejo las explicaciones y detalles.
En 2007 inauguré éste blog con la noticia de que me casaba y que estaba esperando al Matius. Hoy, 10 años más tarde, cierro este ciclo, este blog y esta etapa de mi vida con un profundo agradecimiento por lo vivido, una tristeza por todo lo que no fue y una muy fuerte certeza de que lo bueno no está por venir, sino que siempre ha estado, está y seguirá estando presente en mi vida.
Estoy lista para sanar.
Estoy lista para perdonar.
¡Estoy lista para vivir otra vez!
Ese día suprimí muchos sentimientos y emociones porque vi que había gente menos afortunada que yo: compañeros que no lograban contactar a sus familiares, gente en crisis... yo no quise sumar al desastre; no tenía derecho puesto que mis hijos estaban de inmediato con su papá, mis papás estaban afortunadamente a salvo a pesar de las putas y carajas instalaciones de todas las putas y carajas instituciones del Gobierno Local y Federal, mi hermano en Alemania -completamente ajeno al drama-, mi ángel de la guarda a salvo... mi corazón y lagrimales se cerraron, yo no tenía derecho a sentir dolor. Todo en mi estaba "bien".
Tardé 5 horas en regresar a casa; venía sudando de nervios e incertidumbre por lo que pudiera encontrar a mi paso. Todos mis defectos me golpearon en la cara al mismo tiempo: falta de previsión, de madurez, de economía, de cuidado traducido en: falta de gasolina, no traía suficiente pila en el celular, no había comido, no había ido al baño, traía tacones, no traía efectivo...
Manejé con un cuidado que me avergonzó completamente: así debería de manejar siempre. Los motociclistas de los que tanto me quejo ahora pasaban raudos, con una desesperación y pala o pico a la espalda. Aprendí a hacerme a un lado y dejarlos pasar. Aprendí a ser paciente. Aprendí a respetar la vida de todos los que manejaban a mi alrededor.
Saber que ni la ciudad que amo ni la gente que vivimos aquí volveríamos a ser los mismos me dió mucho miedo y tristeza. Yo, una mujer temerosa de los cambios, estaba por entender -de un putazo- que ya nada sería igual.
Llegué a casa de noche, a oscuras y con el estómago y la vejiga sin control. Di gracias a Dios por ver a mis hijos, asustados pero enteros. Escuché sus experiencias con el corazón hecho pasa, vi el pantalón de Mateo roto por el esfuerzo que hizo al saltar para ponerse a salvo hecho bolita en su patio, vi a Alondra arrullar a sus muñecos y decirles "ya, ya, ya... no pasha nara" y al momento, correr hacia mi por el ruido de las ambulancias... aún no supera ese miedo que le da escucharlas.
Al día siguiente desperté (muy tarde), mi cuerpo no respondía; la luz del sol mostraba mis libros volcados en el suelo o revueltos en sus libreros; avisé que no iría a trabajar: mis hijos necesitaban contención, mi casa necesitaba ser revisada y yo necesitaba quitarme la culpa por haberme encontrado lejos (muy) de mis hijos. Obvio, me dijeron que no ("eres el área legal; debes revisar tus procesos de Protección Civil, saber que todos están bien, dar instrucciones precisas... pon orden).
¡En verdad estaba enojada! ¡La puta vida pudo acabar en un instante y yo debía revisar piedras ajenas! ... Lección de vida #48: La vida sigue.
Pero yo no quería entenderlo ni asimilarlo.
PARTE II
Duré con enojo, insomnio y descontrol durante una semana.
Pasó mi cumpleaños sin pena ni gloria: nada me llenaba, no sentí que mereciera cosas y atenciones habiendo gente sufriendo. Me sentía culpable de los regalos que ya me había comprado, me sentía estúpida estrenando ropa, bolsas o zapatos mientras gente había perdido todo, mientras gente buscaba gente y todo el país contenía la respiración para poder escuchar un apenas perceptible respiro debajo de tanta soberbia y estulticia humana convertida en escombros.
No estaba lista para vivir de nuevo porque estaba aterrada con la idea de la muerte.
Y así pasó otra semana de insomnio y ansiedad, hasta que mi jefa tomó cartas en el asunto y me llevó a un spa para ayudarme a relajar. Ese día me abandoné a las manos de Silvia y decidí que era momento de soltar...
PARTE III
En el 19S no solo cayeron edificios cambiando el panorama y el vivir de la ciudad, también dejó al descubierto la cantidad de situaciones de riesgo y grietas que había en el matrimonio formado por Marmota y yo.
Y así como es de impensable regresar a vivir a un edificio a punto de caer, así de impensable es regresar a una relación que estaba fracturada desde hace mucho tiempo; exáctamente por el mismo riesgo de colapsar y crear un desastre.
Para volver a construir es necesario derrumbar, limpiar el terreno y preparar mejores cimientos, más fuertes y mejor planeados.
A veces uno planea, construye y edifica sin haber tanteado el terreno; lo hacemos con las mejores intenciones y nuestras mejores herramientas. Estoy segura que la mayoría de la gente honesta construye con la idea de que perdure para siempre, pero no tomamos en cuenta que no podemos controlar todas las circunstancias que rodean a la vida y a la naturaleza.
En honor a todos los años felices, a todas las lecciones aprendidas y por encima de todo: los dos hijos hermosos que tenemos en común, es que hasta aquí dejo las explicaciones y detalles.
En 2007 inauguré éste blog con la noticia de que me casaba y que estaba esperando al Matius. Hoy, 10 años más tarde, cierro este ciclo, este blog y esta etapa de mi vida con un profundo agradecimiento por lo vivido, una tristeza por todo lo que no fue y una muy fuerte certeza de que lo bueno no está por venir, sino que siempre ha estado, está y seguirá estando presente en mi vida.
Estoy lista para sanar.
Estoy lista para perdonar.
¡Estoy lista para vivir otra vez!
HASTA SIEMPRE, QUERIDOS MENOS CINCO LECTORES DE SIEMPRE.
RECUERDEN QUE VENIMOS A ESTA VIDA PARA SER...
Dana.