Lo hizo, lo logró.
Mateo entró a la Prepa 5 de la UNAM.
Contra toda la adversidad lo logró. Es su
triunfo, es su momento.
Nadie más que él estuvo ahí.
No es el joven que se fracturó, no es la víctima
revictimizada del Colegio México Bachillerato, ni el joven con incertidumbres y
miedos. No es el que no fue a la graduación, ni el que vio pasar los últimos
días escolares en la cama de un hospital, el que vio cómo le arrebataron los
últimos días de su paso por la secundaria.
Es el joven que se sobrepuso al dolor, a
la indiferencia, al miedo a morir.
Es el que aún sin saber con certeza cuál
era su lugar en el mundo, luchó por reclamarlo.
Es el joven que trabajó durante un mes
lavando baños, sirviendo mesas, aguantando clientes infames y propinas nulas,
aguantando las miradas de “¿por qué tu mamá te tiene trabajando con nosotros y
no con ella en su oficina?”, todo en pos de su crecimiento personal. El periodo
más feliz de nuestra relación, debo decir. El tiempo donde recuperamos la
cercanía y complicidad que siempre habíamos tenido mi Matius y yo.
El tiempo en el que recordé cuál es mi
super poder: ser su mamá. Ser la mejor versión de mi misma para poder sacar lo
mejor de él mismo.
Es mi hijo y estoy sumamente feliz de sus
pasos y sus logros. Sólo suyos.
Felicidades, Matius. Un “Goya” muy fuerte
para ti.
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