Como si no tuviera cosas en qué pensar (o por resolver) de repente me asaltaron ciertos sentimientos que no se en dónde acomodar.
Me estaba acordando de cuando Matius estaba en mi panza y lo vimos por primera vez en el ultrasonido. Recuerdo a la
persona que estaba a mi lado, tomándome de la mano y llorando conmigo por lo
que estábamos viendo en esa pantallita azul y que se asemejaba más a un
tlacuachito que a un bebé, pero ¿quiénes éramos nosotros para cuestionar la
eminencia de la Dra. Botitas Pacoy (¿la recuerdan?) en esos momentos?
El problema de eso es que el
recuerdo ahí está, el bodoque ya va por las 16 vueltas al sol pero la pareja
que fuimos la Marmota y yo ya no. Y qué chido en términos prácticos y de vida,
el problema es ¿con quién compartiré esos recuerdos? Porque no estaría padre
estar llorando de felicidad al recordar las pataditas que daba el Matius a las
3 a.m. y llamar al padre para decirle “Ey, te acuerdas de que, cuando Mateo
estaba en mi panza, ¿me entraban antojos de tamales de pambazo y carnitas de
atún?” Lo más seguro es que ni tome la llamada.
¿A quién acudo para poder
legitimar/validar que aquello existió? Se que diremos lo que aquí hemos
aprendido: Nos bastamos solos… sin embargo, ¿a quién le puedes compartir esa emoción
que le signifique algo? ¿Así se siente cuando muere alguien con quien compartiste
la vida y ya no te puede validar lo que estás diciendo/sintiendo?
Creo que es mi corazón diciéndome que no debo aferrarme a recuerdos por miedo a lo nuevo.
Que probablemente no compartiré con
él las pataditas ni los antojos y nunca lo haré tal como en ese entonces, pero
que eso significa que podremos compartir a partir de lo nuevo que viene con ese
joven de casi 16 primaveras y con la ratita menor.
Es super difícil ponerles palabras a los sentimientos y es super fácil irse por trenes de pensamiento equivocados.
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