Como bien se dieron cuenta mis menos cinco lectores de siempre (¿O ya son menos seis? ¡Quién sabe, a cada rato ando dejando gente en el camino!), en todo el largo día no he tenido la maldíta delicadeza de venir a escribir a éste, el blog favoríto de las damitas del hogar y demás damas de compañia.
¿Motivos? Pues... si el tener en casa a un hijito de cuatro años que goza de un sistema escolar deficiente, el cual ve con beneplácito que los escolapios del país falten a clases "el último viernes del mes" en aras de procurar una junta de sepa qué madres, no se les hace un buen motivo... ¡entonces quiere decir que están leyendo el blog equivocado!
Ok, ya. Tenía que desahogarlo, escupirlo y endosarlo para que el veneno me deje a bien mover mis articulaciones y teclear a la máxima velocidad algunos parrafitos decentes, con tal que no huyan a espacios menos tóxicos.
Anyway.
Resulta que tomé a mi hijito de la mano y lo llevé a conocer el mundo, es decir: lo trepé al metro de nuestra amada metrópolis (y si no la aman, ¿tons por qué carambitas siguen viviendo en ella -los que lo hacen, claro está; los que no, ¡pues no!- eh?). Como les decía, que trepo al Matius al metro y que nos lanzamos a la Feria del Libro del Palacio de Minería. Para no variar, cada que salgo con él me hace pasar las verguenzas naturales y propias de su edad; nada raro. Esta vez se trató de gritar a los cuatro vientos que por qué él no conocía el metro y por qué no viajábamos más seguido en él, al fin y al cabo está bien bonito y la rú. Pues total, ya llegámos a nuestro destíno y fue el más feliz al hacerse de otro libro de "Ardilla Miedosa", que es su hit en éstos momentos. Entramos a conferencias varias donde recicló basura y durmió una pequeña siesta, respectivamente, y al final me alcanzó a sablear algunos rompecabezas y otra clase de chunchitos.
Muy bonita la feria, muy bonito mi hijo, viva yo, sip.
Bueno, creánme que éste post no era ni de Matius, ni del metro, ni de la Feria del libro.
La neta es que cuando me senté a escribir, me puse a leer primero los reclamitos en el feisbu y los tuits del tuiter -¿de dónde más si no?- y ya cuando quise entrar en materia noté que me faltaban como que ciertos cabitos que atar, pero la verdad es que ¡ya ni me acuerdo de qué les quería platicar!
¿Qué les parece si por hoy todos nos hacemos de la vista gorda, nos quitamos ropa estorbosa, preparámos una meriendita y nos entregamos a nuestros más bajos placeres? Total, hoy es viernes, estamos en febrero, se estrenaron dos tres peliculitas pedorras, el mundo no dejará de moverse por encontrarnos tirando estilo con ídem y sinceramente, estoy MEGA CANSADA para seguir escribiendo sandeces (¡Aunque no lo puedan creer! Yo se, yo se)
Prometo recompensarlos la próxima semana, de veras manitos.
(Uffff! Creí que gritarían: "¡¡Que devuelva las entradaaaaas...!!")
¡Siguienteeeeee!
¿Motivos? Pues... si el tener en casa a un hijito de cuatro años que goza de un sistema escolar deficiente, el cual ve con beneplácito que los escolapios del país falten a clases "el último viernes del mes" en aras de procurar una junta de sepa qué madres, no se les hace un buen motivo... ¡entonces quiere decir que están leyendo el blog equivocado!
Ok, ya. Tenía que desahogarlo, escupirlo y endosarlo para que el veneno me deje a bien mover mis articulaciones y teclear a la máxima velocidad algunos parrafitos decentes, con tal que no huyan a espacios menos tóxicos.
Anyway.
Resulta que tomé a mi hijito de la mano y lo llevé a conocer el mundo, es decir: lo trepé al metro de nuestra amada metrópolis (y si no la aman, ¿tons por qué carambitas siguen viviendo en ella -los que lo hacen, claro está; los que no, ¡pues no!- eh?). Como les decía, que trepo al Matius al metro y que nos lanzamos a la Feria del Libro del Palacio de Minería. Para no variar, cada que salgo con él me hace pasar las verguenzas naturales y propias de su edad; nada raro. Esta vez se trató de gritar a los cuatro vientos que por qué él no conocía el metro y por qué no viajábamos más seguido en él, al fin y al cabo está bien bonito y la rú. Pues total, ya llegámos a nuestro destíno y fue el más feliz al hacerse de otro libro de "Ardilla Miedosa", que es su hit en éstos momentos. Entramos a conferencias varias donde recicló basura y durmió una pequeña siesta, respectivamente, y al final me alcanzó a sablear algunos rompecabezas y otra clase de chunchitos.
Muy bonita la feria, muy bonito mi hijo, viva yo, sip.
Bueno, creánme que éste post no era ni de Matius, ni del metro, ni de la Feria del libro.
La neta es que cuando me senté a escribir, me puse a leer primero los reclamitos en el feisbu y los tuits del tuiter -¿de dónde más si no?- y ya cuando quise entrar en materia noté que me faltaban como que ciertos cabitos que atar, pero la verdad es que ¡ya ni me acuerdo de qué les quería platicar!
¿Qué les parece si por hoy todos nos hacemos de la vista gorda, nos quitamos ropa estorbosa, preparámos una meriendita y nos entregamos a nuestros más bajos placeres? Total, hoy es viernes, estamos en febrero, se estrenaron dos tres peliculitas pedorras, el mundo no dejará de moverse por encontrarnos tirando estilo con ídem y sinceramente, estoy MEGA CANSADA para seguir escribiendo sandeces (¡Aunque no lo puedan creer! Yo se, yo se)
Prometo recompensarlos la próxima semana, de veras manitos.
(Uffff! Creí que gritarían: "¡¡Que devuelva las entradaaaaas...!!")
¡Siguienteeeeee!
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