viernes, 18 de noviembre de 2011

El Ocaso de los Dioses (Post amenizado con música del Grupo tropical "Nietzsche"... se pronuncia "NICHE", gracias.)

¡Oigan ya, ¿no?! ¡Déjenme descansar tantito, no sean ingratos!
¿Cuántas veces nos hemos leido en ésta semana? Como muchas, yo diría...
Larguémonos todos a despilfarrar el dinero en el Buen fin del mundo. Total, antes de que termine el año a todos nos cargará Pifas y no habrá necesidad de pagar lo que ya nos chutamos. (Me acordé de la palabra "chutódromo"... casi como "dopádromo"... jajaja!!... Cucú!)
Bueno, pues en vista de los acontecimientos políticos de la semana, en donde regresa el hombre que unió a México en una sola voz al grito de "¡Que se quiten de Reforma!", quiero aprovechar para contarles una anécdota que me está quemando el alma desde 1988.
Resulta que mi infancia transcurrió entre Nezayork e Insurgentes Centro (así o más cosmopolita, ¿eh?). Así que la ingenuidad que se gestó en mi desde los 2 años, tiempo que viví en Cd. Neza, vivió su pico más alto cuando a los 7 años y ya viviendo en la city, se aproximó el periodo para reelegir ¡ah, no, perdón! para elegir Presidente de la H.H.H. República de las letras de cambio y artefactos voladores no identificados (AVNI), osease, de México lindo y querido.
Bien, pues resulta que mi locura e ineptitud social no son de gratis -¡faltaba más!- sino que son el resultado de una serie de eventos, si no desafortunados, si bastante chabacanos.
Que, viéndolo ya a la distancia y sobre un diván de psicoanálisis, ahora ya me causan risa. Cosa que no pasaba cuando los padecí sin decir "agua va". Y es el caso que de niña, mi padre era -como yo creo que el de la mayoría de los niñ@s- mi súper ídolo infantil (o sea, el papá de cada quien, no vayan a pensar que mi apá era el "Chucho Cuerero" de toda la infantada ochentera) y cualquier cosa que dijera era LEY para mi (*ella contiene un suspiro y una lagrimita asoma a su ojito Remy)
Pues nada, que por esas épocas cuando yo le preguntaba a mi papá que qué quería hacer de su vida (además de un papalote...jajaja!) o algo parecido (no creo que tal profundidad heggeriana fuera propio de una niña de siete años), él respondía muy seguro que "sería Presidente de la República".
Y no sólo me lo decía a mi, sino que toda SU familia estaba en conocimiento de tal anhelo, ¿verdad? y si no lo alentaban, por lo menos no se lo desmentían.
Quiero aclarar que mi papá no es el lunático que se están imaginando -y que yo creo que erróneamente estoy describiendo-, simplemente es súper bromista. Y claro, mi ingenuidad era el blanco perfecto para sus siempre constructivas y jocosas bromas.
Así que imagínense a una Dana chiquita, con su faldita tableada, sus dientitos de conejo y de trencitas, yendo a la escuela a repetir como lorito, que su santísimo padre iba a ser Presidente de la Nación, como lo cantaba Miguel Mateos.
Claro, aquello fue todo un acontecimiento. Las compañeritas envidiosillas me malmiraban, pero ni así lograban captar el sarcasmo porque yo misma estaba creída de tal cosa. ¡Bueno, ni la maestra pudo tener el sentido de común de despertarme de mi fantasía, carambas! Cada que sacaba a relucir el tema -que era en todo momento pues el país entero era un hervidero de comentarios politiquillos-, mis amiguitas envidiosas trataban de razonar conmigo con preguntas retóricas del tipo: "Y si tu papá va a ser presidente, ¿por qué vienes a ésta escuela? (porque en ese año asistía a  la muy famosa "Florencio M. del Castillo, escritor y gran patriota") y ¿por qué no te compra una mochila más bonita (que en ese tiempo usaba un adefesio de cuero café HORRIBLE, elegido por mi mamacita, que era "mucho más útil y duradero" que la simplona bolsa de Snoopy), eh?"
Puuuuts!!
Total, que llega el día fatídico en donde, como media de señora fodonga, se cae el sistema...
¡Ay!
¿Y quién resultó gandor, queridos menos cinco lectores de siempre?
Obviamente no fue mi papá. Eso lo sabemos de sobra.
Los efectos colaterales no los iba a racionalizar hasta ya bien entrados mis veintipico años, pero en ese momento maldije a Salinas de Gortari por, no sólo ser el presidente más raro que había visto (ok, sólo tenía conocimiento de Miguel de la Madrid y se me hacía un señor bien guapo) sino porque gracias a su "triunfo", me gané la burla y la rechifla de la clase (y no política... de ella sólo hubiera obtenido una miradita de lástima) que, en un claro ejercicio de democracia, me aplicaron la ley del hielo por bocona.
Obvio, llegué a mi casa hecha una furia, ya ni me acuerdo si lloré o no -I guess so- pero recuerdo perfectamente el sentimiento de impotencia y desilusión por tener un papá que NO iba a ser presidente.
No se cuanto me duró la decepción y el enojo hacia mi papá. Yo creo que no mucho pues el siempre ha sabido cómo llegarme para no estar alejada de él por mucho tiempo y hasta reirme de sus disparates.
Lo que me queda como moraleja, en este punto de mi vida, es que los niños no sólo son seres crédulos o inocentes. Son los únicos que creen ciegamente que los sueños- por más absurdos que éstos sean- son posibles, sin cuestionarse el qué, cómo, cuándo y por qué. Y que tan maravilloso don lo llegamos a perder con los años, cuando a fuerza de tropezarse una y otra vez con "la realidad", dejamos que la inercia nos lleve hacia donde su inerciosa gana le de.
Ya se, no a todos les pasa esto y que no todos lo comparten. ¡Bien por los que persiguen su sueño diariamente, sin importar qué tan descabellado u imposible suena! ¡Bien por los que conservamos el espíritu juguetón de la infancia y podemos imaginarnos en escenarios tan distintos de los que nuestro panorama nos ofrece!
Sólo por hoy ahorrémonos el sarcasmo y la ironía hacia los sueños de los demás.
Recordemos: calladitos nos vemos más bonitos y el silencio siempre nos deja conectar con nuestros más puros anhelos, aquellos que no se atreven a salir tan seguido por temor a una rechifla...
Feliz fin de semana, queridos!





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