El aviso de batería indica que tenía 13 minutos disponibles para teclear gatejadas o si no, iba a valer madres porque ella, como la señora que cobra los impuestos, no perdona; así que si era posible, me apurara a escribir lo que tenía que escribir pues ella le importa poco que pierda información. Total, ella cumplió con avisar y listo.
En la sala, los ronquidos de la Marmota se escuchan por todo el edificio y eso, a mis vecinos, ya no les hace gracia. Prueba de ello, encontrar restos de trucha en el cajón de estacionamiento, miradas hostíles a la hora del intercambio matutino o simplemente, un "ya cállate" a grito pelado desde el 303.
La lap bufa, recordándome que estoy a un tris de desaparecer para siempre éstas breves que harán historia. Se complace en recordarme que no tengo tema interesante que platicar y que, al paso que voy, sería mejor cerrar "La Gatería" forever.
Que no hay público para las cuitas de una mujer que no se siente mujer, ni niña, ni adolescente y que esa falta de identidad con la edad la hace presa de múltiples desvaríos. Pero que ni por mucho, son desvaríos graciosos.
Y ahora se me ocurre empezar a compadecerme, justo cuando la pila está a punto de fenecer.
¿Estoy mal?, debería dedicarme a buscar recetas de pan de ajo en internet, en lugar de tratar de conquistar un lugar en sus corazones?
¿Debería hacer la colada, limpiar las huellas de carbono e irme a dormir?
Porque hoy si de plano, la pila se me acaba.
Ra...
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