Cada que me sucede algo reelevate en mi acontecer cotidiano (y con reelevante me refiero a cosas como: tomar un viaje en el bus, ir al doctor, cenar con mis papás, viajar en metro, ¡hasta ir al super sola!) pienso en compartirlo aquí mismo, en mi blog.
Pero pasa que, por una razón u otra, no hay internet, tengo cosas que hacer o simplemente mi diablillo (¿diablillo?, ¡si es un auténtico hijo de la ching*d*!) interior me aconseja que tal vez todos ustedes estarían más complacidos en hacer cualquier otra cosa que leer éstas absurdas tribulaciones que ocupan mi mente; y ya por eso se me olvidan o las archivo en el "cajón del desperdicio pa los puercos".
Hoy una cajera me hizo llorar. No se qué rayos nos pasa que tratamos de vengar nuestra situación personal con quien se nos ponga enfrente. Ha pasado el tiempo donde ser amable y ayudar aunque sea un poco al prójimo era algo común.
Miren, yo DANA JUAREZ SALAZAR, trato de ser amable con la vecina, aunque sea una histérica que pone su música bandosa a todo lo que da y golpea y grita sin cesar a sus tres hijitos. Soy linda y tengo gestos amables con ciertos familiares que cada que se les presenta la oportunidad, se portan ojetes con mi mamá. Le sonrío y le doy dulces al chamaquito que se mazapaneo al Mats en el parque, pensando que si lo hizo, es porque nadie le dedica tiempo.
Cuando trabajaba, soborné "delicadamente" a cientos de burócratas para que, aunque fuera con un juguito, o una coca, o un chocolate se les hiciera menos pesado hacer su trabajo y no entorpecieran el mío. Le doy besito de "buenos días" a la Marmota, aunque haya puesto un tren en mi oreja con sus ronquidos.
O sea que mala onda no me porto.
Por eso es que hoy no puedo entender la actitud de la ESTUPIDA cajera que cobró mis análisis de sangre. ¡Carajo!, ¿qué le costaba guardarme el cambio y entregarmelo al término de mi cita?
Ahhhh noooooooooo, la muy bestia pretendió que cambiara un billetito de $500 bolas, a las 06:12 a.m. porque ella simplemente -¡ups!- no tenía cambio. Y de nada sirvió hacer ayuno de 12 horas, con la consecuencia de mi hiperglucemia, de nada sirvió desvelar a Mateo, a la marmota, a mis papás...
De verdad que qué triste ha de ser su vida si ella necesita realizar villanadas para sentirse mejor consigo misma
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