¿A qué edad dejas de ser niño?
He visto gente en la calle (en la misma donde llueven gatos y perros) que a decir de su aspecto, parecen quedados en la niñez (ojo, que no en el forovereo, como acá su servilleta, eh? -guiño de ojo-.) y que efectivamente, viven en un mundo de caramelo. Envidia, a veces.
A título personal, nunca he renegado de la parte (o totalidad) que le he mercado a la niñez para seguir usufructuando en la edad adulta y es por eso que las líneas superiores son puuuuura vacilada.
Empecemos:
Recuerdo con oso todos los días del niño. No hubo alguno en el que no sufriera algún percance, ya fuera físico o emocional. Estoy convencida (debido a mi retorcido narcismo) que nadie sufrió tantas contrariedades en la niñez como yo. Y lo pruebo:
Tenía seis años, iba en primero de primaria, en una escuela bien pedorra cerca de "El Sol de México", en la colonia San Rafael. Ese día, salimos de la escuela con rumbo al ilustrísimo Cine Opera, que en esa época aún exhibia funciones para niños; formados, me tocó como compañera a una niña con la que me llevaba equis: Yésica (sí, con ye). Y bueno, papalotera como siempre he sido, la mentada Yésica y yo terminamos -inexplicablemente- separadas del grupo, en la bola con los alumnos de sexto (que eran los más gandallas) y... en gayola, o sea, hasta arriba.
En el susto por imaginarme viviendo allí para siempre, trepeme a la butaca, con la certeza de que mi 1.33 mts me ayudaría para visualizar y encontrar a mi grupo y de paso, rescatarnos y llevarnos sanas y salvas con la miss.
No solo no vi un carajo, sino que además, en la prisa y con el alboroto causado por los chavitos, mi pie quedó atorado en el hueco del respaldo/asiento y ¡zaz!, mi trastorno generalizado de ansiedad se manifestó al hacerme perder el juicio y obligarme a dejar mi zapato en aras de llegar con vida a la escuela.
Despeinada y sin un zapato, al fin pude salir de aquella pesadilla, sólo para comprobar que la dotación de regalos había sido magnífica pero, y eso es lo más triste, como la miss no me vió (y ni siquiera se percató de mi ausencia) pues ya no me tocó, ¿verdad?, ay éstas muchachas.
Así que: despeinada, sin un zapato y SIN REGALOS, mi madré recogió a su hija.
Y ustedes imaginen el resto.
FELIZ DIA DEL NIÑO.
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