domingo, 6 de febrero de 2011

Black Swan

El día de ayer fuí al cine con Marmota, en un intento deseperado por descansar de la estresante semana que vivimos. El resultado fue super decepcionante. Lo único rescatable fue, como siempre, los nachos.
El día de hoy, en la búsqueda de un poco de normalidad, vine a la city a visitar a mis padres. Cosa rara, el Matius quiso quedarse con su abuelo y mis viejos compañeros de fechorías y yo, nos lanzamos al cine para ver con nuestros propios ojos lo que los medios han llamado "maravilla de película": The Black Swan.
¡Cámara!
¿Cómo explicarlo sin comprometer mi honra, buen nombre y pésimo juicio?
En primer lugar, para mi todo lo que suena o huele a ballet, me remonta a mi más tierna infancia y tardía adolescencia.
El estudio de "madmoiselle Miriam" se ilumina tras ventanales que permiten a los rayos del sol vespertino, adherirse a nuesta nubil piel, mientras los acordes de Chopin nos acompañan en la interminable búsqueda de la perfección. Cada "plié", cada "grand battement tendu" nos conducía a un dulce sueño del que para mi era muy fáil despertar.
¿Por qué? Pues porque yo siempre he sido contreras por naturaleza. Además tenía miles de ocupaciones en la agenda que realmente no me permitían concentrar en una sola cosa: iba al ballet pero también a los scouts, al inglés, a la doctrina; entré a la Anexa, entonces era doble turno, eran los talleres, eran las clases y además era el dedicar hoooras a pensar en por qué ¡Alfonso Plascencia no me pelaba!
Eso sí, amo el ballet, amo el mundo del ballet, la disciplina; amo la pasión y fuerza que encierra el frágil cuerpo de la "prima ballerina". Pero aborrecí la peli de Natalie Portman, por..precisamente Natalie Portman.
No es posible que en casi dos horas lo único que aprendimos del ballet es que es un mundo de fieras en tutú, que más vale vender tu alma al diablo para ser ´"más bonita que ninguna" y que la boba SIEMPRE se queda con el guapo.
Tampoco me maravilló "El manual de masturbación" que Portman explicó hasta el cansancio, ni  justifico las escenas gratuitas de lesbianismo que nos hicieron "entender más al personaje".
Thomas Leroy, el maestro-Pigmalión de la película, ese merece su post aparte por el simple hecho de encarnar al tipo de hombre que me hace perder -literalmente- la razón.
Bueno, efectivamente, ésta no era una película exclusiva del mundo del ballet ni pretendía serlo. Y como película "de sustos" cumplió su cometido pues hizo que me retorciera todo el tiempo en mi butaca, prendida del brazo de mi hermano (si no fue la película, entonces debieron ser los dos litros de ICEE de uva que ingerí durante la muvi)
Whatever, ví la película que anhelaba ver, con las personas con las que mejor disfruto el cine, en el cine de mi preferencia y con el plus de que, ésta vez, el protagonista masculino me recordó poderosamente a...
Tendrán que verla para descubrirlo.


1 comentario:

Anónimo dijo...

ire a ver la peli!
danny fdez