Ya se que en lo referente al tema a tratar, el título queda MUY mal, pero quiero decir en mi defensa que fue lo primero que se me vino a la mente.
Hace poco menos de cuatro minutos que chequé tarjeta de salida del trabajo y lo primero que hice fue darme mis tres caladas al cigarro (que, según conocimientos de mi psicóloga, significa "escapar") para luego venir a empaparme de los cotilleos de Palacio... nacional. O sea, que me entretuve leyendo mis columnas favoritas en los diarios electrónicos de estos lares y pues grandes acontecimientos han destanteado mi ser.
Hay un ... ¡rayos!, ni siquiera se cómo llamarlo: ¿portal?, ¿diario?, en fin... llamado "Animal Político" que es sumamente variado e interesante. Lo recomiendo ampliamente, en especial la columna titulada "La Sartén por el Mango" (ya había hecho un pequeño discursito acerca de cómo influía en mi, gracias a dios, sólo lo supo UNA persona), escrita por una "malísima" ""Mala Madre"" (¡dobles comillas!, ¡ohhhh, sí que debe ser mala!)
Todo lo contrario, excelente columna, excelente periodista, ergo...
Pero bueno, la cosa es que el día de hoy en su publicación, toca un tema de mucha importancia: El racismo.
Sin ánimos de plagiar, piratear y/o "homenajear", quisiera contarles mi punto de vista al respecto. (¡Pues si no quieren saberlo, me parece que hoy martes sale el TV notas!)
Inconsciente y francamente campechana he sido siempre; me gustaría decirles que la mayor parte del tiempo me ha valido una pura y dos con sal la opinión ajena, pero a ustedes no les puedo mentir, lo saben, así que ha llegado el momento de OTRA confesión (¡Tócala de nuevo, Chamín!)
Hubo parte de mi niñez en la que fuí discriminada. ¿La razón (o más bien "mi pecado")?, asistir a un colegio particular sin contar con el "nivel" económico de la mayoría, tener dientes de conejo y una herencia oaxaqueña que no se puede ocultar (¿pa qué?).
Tales características no casaban con la idiosincracia del cole; era casi una afrenta al buen gusto el que yo no tuviera clases en la Guay, ni una abuela gringa que mandara juguetes novedoso, ni un papá que fuera CEO de alguna compañía a nivel internacional (mis posibilidades eran: hacer ejercicio en el Monumento a la Revolución, mi abuela Ofe es 100% mixteca, cocina delicioso y con sus comadres aún habla en su dialecto y mi papá era funcionario de CONACYT, o sea que yo era rica, pero para "ellos" no.)
Así que mi no siempre presente ingenio tuvo que salvarme literalmente el pellejo varias veces para no caer en provocaciones que arruinaran mi estatus de "becada". Ir a la escuela se convirtió en martirio y no siempre salí bien librada de ahí, pues lo mismo me aplicaban la ley del hielo que me escondían cuadernos o me ponían en ridículo frente al salón. No crean que mi sufrimiento era tan telenovelesco, suponía más bien una incomprensión de mi parte hacia la situación. No entendía el por qué eran tan crueles las niñas güeritas conmigo, ni por qué me excluían de sus juegos ni de su compañía, si hasta sacaba buenas calificaciones, estaba en cuadro de honor y mi noviecito era uno de los muy guapitos del salón.
Pero así es de enigmática la condición humana y no me los voy a cuentear diciéndoles que aquel bullying me hizo más fuerte. Bien al contrario, aquí ando, en el sillón de la terapia, tratando de desenredar ese y otros nudos gordianos que mi mente tiene a bien atesorar.
Lo que sí les puedo decir es que se me hace una tontera el hacer divisiones entre seres humanos. En nada nos diferenciamos más que en lo que sentimos dentro hacia los demás y creanme, hay muchos güeritos buenos y malos; hay muchos morenos buenos y malos y hay ene cantidad de colores buenos y malos.
Lo que casi no hay es una cultura de tolerancia y respeto hacia el prójimo.
Pero no se preocupen, ocúpense de lo suyo y luego platicamos.
Ámonos!
Hace poco menos de cuatro minutos que chequé tarjeta de salida del trabajo y lo primero que hice fue darme mis tres caladas al cigarro (que, según conocimientos de mi psicóloga, significa "escapar") para luego venir a empaparme de los cotilleos de Palacio... nacional. O sea, que me entretuve leyendo mis columnas favoritas en los diarios electrónicos de estos lares y pues grandes acontecimientos han destanteado mi ser.
Hay un ... ¡rayos!, ni siquiera se cómo llamarlo: ¿portal?, ¿diario?, en fin... llamado "Animal Político" que es sumamente variado e interesante. Lo recomiendo ampliamente, en especial la columna titulada "La Sartén por el Mango" (ya había hecho un pequeño discursito acerca de cómo influía en mi, gracias a dios, sólo lo supo UNA persona), escrita por una "malísima" ""Mala Madre"" (¡dobles comillas!, ¡ohhhh, sí que debe ser mala!)
Todo lo contrario, excelente columna, excelente periodista, ergo...
Pero bueno, la cosa es que el día de hoy en su publicación, toca un tema de mucha importancia: El racismo.
Sin ánimos de plagiar, piratear y/o "homenajear", quisiera contarles mi punto de vista al respecto. (¡Pues si no quieren saberlo, me parece que hoy martes sale el TV notas!)
Inconsciente y francamente campechana he sido siempre; me gustaría decirles que la mayor parte del tiempo me ha valido una pura y dos con sal la opinión ajena, pero a ustedes no les puedo mentir, lo saben, así que ha llegado el momento de OTRA confesión (¡Tócala de nuevo, Chamín!)
Hubo parte de mi niñez en la que fuí discriminada. ¿La razón (o más bien "mi pecado")?, asistir a un colegio particular sin contar con el "nivel" económico de la mayoría, tener dientes de conejo y una herencia oaxaqueña que no se puede ocultar (¿pa qué?).
Tales características no casaban con la idiosincracia del cole; era casi una afrenta al buen gusto el que yo no tuviera clases en la Guay, ni una abuela gringa que mandara juguetes novedoso, ni un papá que fuera CEO de alguna compañía a nivel internacional (mis posibilidades eran: hacer ejercicio en el Monumento a la Revolución, mi abuela Ofe es 100% mixteca, cocina delicioso y con sus comadres aún habla en su dialecto y mi papá era funcionario de CONACYT, o sea que yo era rica, pero para "ellos" no.)
Así que mi no siempre presente ingenio tuvo que salvarme literalmente el pellejo varias veces para no caer en provocaciones que arruinaran mi estatus de "becada". Ir a la escuela se convirtió en martirio y no siempre salí bien librada de ahí, pues lo mismo me aplicaban la ley del hielo que me escondían cuadernos o me ponían en ridículo frente al salón. No crean que mi sufrimiento era tan telenovelesco, suponía más bien una incomprensión de mi parte hacia la situación. No entendía el por qué eran tan crueles las niñas güeritas conmigo, ni por qué me excluían de sus juegos ni de su compañía, si hasta sacaba buenas calificaciones, estaba en cuadro de honor y mi noviecito era uno de los muy guapitos del salón.
Pero así es de enigmática la condición humana y no me los voy a cuentear diciéndoles que aquel bullying me hizo más fuerte. Bien al contrario, aquí ando, en el sillón de la terapia, tratando de desenredar ese y otros nudos gordianos que mi mente tiene a bien atesorar.
Lo que sí les puedo decir es que se me hace una tontera el hacer divisiones entre seres humanos. En nada nos diferenciamos más que en lo que sentimos dentro hacia los demás y creanme, hay muchos güeritos buenos y malos; hay muchos morenos buenos y malos y hay ene cantidad de colores buenos y malos.
Lo que casi no hay es una cultura de tolerancia y respeto hacia el prójimo.
Pero no se preocupen, ocúpense de lo suyo y luego platicamos.
Ámonos!
4 comentarios:
SALUDOS...
DANNY FDEZ
Jijoles ps yo creo ke tienes toda la razón, ni si quiera debería existir eso de ke alguien es de tal o cual color jejeje yo por eso tengo a mi peke de chocolate y al peke de vainilla y me encanta el helado napolitano asi ke las combinaciones son lo mas sabroso de este mundo ke no? Y afortunadamente yo nunca he sufrido discriminación por ser "prietita" suerte? quien sabe!!
atte: Be Sánchez
Y
Antes que nada felicidades amiguito Mateo!!!!!
Danita, ni cabe duda que sigues igual de loquita......
Y aunk todavía me faltan muchos por leer....todos están buenísimos!,,
Miriam leos
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