viernes, 9 de diciembre de 2011

Viene, viene.. quebrándose...quebrándose...

Este post, a decir por el nombre, no es acerca de mis peripecias mientras conduzco. Ni de cómo es que aún sigo manejando tan pésimamente mal a pesar de hacerlo casi diario.
Este post es (espero yo) una especie de catársis para liberar a mi cuerpo/alma de un dolor que se ha ido acumulando y que inexplicablemente no logro ni entender, ni sacar de mi.
Les contaba ayer que me sentía del nabísimo por una gripa que si bien no sería la última que padecería en la
vida, si es como que lo último que me faltaba para acabar de sentirme terriblemente mal y ¡bueno!, en algún punto tenía que quebrárme y sacar todo lo que se me fue juntando en los últimos días.
No pude escoger mejor momento que la hora del cuento con Mateo.
 Me precio de ser una mamá que impulsa y promueve la lectura, así que esta hora es sagrada para él y para mi; nos acomodamos en su camita y comienzo a contarle la historia haciendo mil voces y efectos especiales. Pues nada, que a medio camino de "Woody" y "los chicos" a "Sunnyside" , que se me quiebra la voz.
Se me quebró la voz y con ello el llanto encontró un escape en el cual se enjuagaron muchas frustraciones de días y tal vez años. Mateo se quedó un tanto perplejo y solo atinó a abrazar a su llorosa madre que ardía de pena pero que le pedía continuar con el relato otro día. Apagué la luz, salí de su cuarto y aquí me tienen, escribiéndo a la luz de 57 megabytes por minuto.
Dije que me sentía frustrada. Es cierto.
Me siento frustrada de dedicar el 95% de mi tiempo a interactuar con Mateo y que de repente, sin decir "agua va", cambien sus preferencias hacia su padre. Lo entiendo hasta cierto punto. La mayoría de las veces el padre ausente es el más querido, el más añorado, el más extrañado. Y la mamá, que está todo el día bailando al ritmo de "siéntate bien, haz la tarea, recoge tu plato, ahorita jugamos" es la pesada insufrible.
Ya se, son condiciones intrínsecas en la relación parental, no he descubierto el hilo negro, viva Freud y sus ene mil discursitos. Pero duele.
Duele porque he puesto todo, todo mi corazón en hacerlo feliz, en mantenerlo sano y cuerdo y que a la hora de sus eventos importantes, no quiera participar hasta no ver a su papá. ¿Y si papá no llega?
Lo siento, nada me ha partido más el corazón.
¿Qué hacer? ¿Acostumbrarme a ser invisible? ¿En quién encuentra consuelo mamá? ¿En su familia de origen? ¿...?
Ese tema ni me lo toquen ahorita porque me suelto a berrear otro poco más.
Resulta que mi hermano Davide, mi único hermano, el famosísimo Dr. Mitocondria, se va a Cancún a terminar sus estudios de medicina.
Se que suena raro, que no tiene lógica pero así es. Mi hermano ha decidido hacer su internado en las paradísíacas playas del caribe y se va. Un año.
Para quien no lo sepa, amo a mi hermano casi como se ama a un hijo, puesto que le llevo nueve largos años y prácticamente hemos estado juntos en las buenas y en las malas. Y se que tenemos cosas sin resolver o más bien, yo tengo cosas sin resolver con él; cosas que le cuentas a tu terapeuta y que una no debería estar despepitando en un blog de medio pelo. Por ende, el que se vaya me deja con una interrogante muy grande y con un sapo más que tragar.
Y pues nada, que en esas y en muchas otras ando. Un poco apenada pues no es mi intención incomodar a nadie, ni amargarle la existencia ni mucho menos. Son cuestiones que ahorita, a las 22:23 me están doliendo y exigen una salida.
Como tantas otras veces, tendré que tomar mi propio consejo y decir: "Esto también pasará. Vívelo con un sufrimiento gozoso; en la esperanza de saber que pronto terminará".
...


1 comentario:

Anónimo dijo...

ayyyy amiga, qué te digo!
danny fdez.