lunes, 18 de octubre de 2010

Ruckeando en el Corona Capital...

Queridos, amados, muy estimados menos cinco lectores de siempre:
Contaré lo que sucedió el sábado 15 en el mentadísimo concierto del Corona. Si algún dato muestra imprecisión, les ruego lo atribuyan al exceso de cebada en la sangre de quien esto escribe.
Después de muchos dimes y diretes con los boletos en cuestión, -que si los tenía la prima de un amigo, que me los iba a dar en pagos, que si me los entregaba en una esquina, con camioneta de vidrio polarizado y a la sorda- etc, resultó que el mero día no tuve boletos ni nada parecido. La desesperación y el emperramiento hicieron presa de mi, aunado a la pena de decirle a Carmen "...esteeeem...jeje, todo es tan relativo y resulta que no tengo los malditos ticketes".
Con el desaliento plantado en la cara, corrimos a las taquillas del Foro Sol y ahí conocimos a fondo la codicia de OCESA (o quien chingados haya organizado el toquín), quien no teniendo reparos ni escrúpulos, se dió el lujo de subir de precio las anheladas entradas. Primer sablazo.
Pus ya entradas en materia y en calor, comenzamos a relajarnos y a ponernos cómodas. Corrimos cual Heidies en la pradera al estanquillo de las burguers y chelas pa entrar en ambiente. Los acordes de Chikita violenta se escuchaban de fondo mientras engullíamos con singular alegría la mencionada dieta toquinosa y nuestros estomaguitos pedían clemencia, que no nos fueramos a manchar con las chelas...jajaja, díganme ustedes: si nadie le hace caso a su corazón o cerebro, ¿creeran que lo íbamos a hacer con la panza?.
Cual escualos nos movimos a ver a Regina Spektor y su din, din, dinosaurio...hermosa, sublime...Parecía un ángel mientras cantaba: "Fidelity" y yo a punto de poner los ojitos en blanco cuando...ok, vamos a movernos.
Esperamos a Echo and the Bunnymen; salieron muy guapitos y ruquitos a tocar, se aventaron la puntada de amarrar el "blues de la cabaña" y hasta ahí eramos medianamente felices en nuestro espacio vital. Llegaron las gringas pandrosonas y pachecas y ahí vimos lo que era llorar sangre por los ojos...No la chinguen!, aquello era pior que las sesiones con el brujo escaldufo....
Anyway, el ánimo no decayó hasta ver a Interpol. Yo había olvidado, debido a los tres meses que llevo fuera del DF, lo que era la vibra chilanga.
Llámenle "chaqueta mental" ¡pero los defeño somos la neta!... o sea, será la capital de la basura, las viejas se sienten la nueva "Keit Mos en Glastonbury" con sus botas de hule "Junter" y la rú, los güeyes cada día se vuelven más metrosexualosos y los chavitos moco son más pendejos que antes (discúlpenme chavitos moco, pero no es "atasquémonos qui'hay lodo") pero no hay nada como vivir en el D.F.
Total que Interpol.
Ps ya, aquello era dejarse llevar por la manada que oscilaba a un lado y al otro al ritmo de "Rosemary" y enfurecida brincaba cuando "We spies we slow hands" sonaba a todo lo que dió (el sonido fue excelente).
Me sentí feliz de vivir esta experiencia junto a mi amiga Carmen, porque aquello tuvo un sabor a remembranza y nostalgia por la juventud que ya se fue.
Me devolvió un poco lo que había perdido en el camino y me dió esperanza y provisiones para continuar en el viaje.
Exácto, como las mismísimas piedras rodantes.

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