viernes, 1 de agosto de 2014

I am Sam...antha.

Mientras el Matius se encuentra mareando a sus abuelos en el auto, camino al Acuario del Hombre Más Rico Del Mundo Mundial y la Peluss se encuentra enterrada en los escombros debajo de mi cama, durmiendo la siesta, yo no se dónde carambas poner mi cabeza que está a punto de estallar... ¡es mi cruz por estar siempre de protestona y berrinchuda!
Pero bueno, al mal tiempo buena cara y como dice mi comadrita: "No se es menos por quejarse, pero sí por no actuar en consecuencia", será mejor que disponga todo mi ánimo para escribirles a gusto.
Resulta que vino mi prima Lluvia de vacaciones a mi casa y reímos y lloramos, como hasta hacía mucho no lo hacíamos, recordando momentos como el hecho que, cuando eramos niñas, al jugar nos cambiábamos el nombre y yo siempre escogía el de "Samantha Fox"...
Ok, escrito suena peor de lo que es.
Well... 
¿Qué busca un niñ@ al momento del juego? Según teorías montessorianas y jungianas (éstas últimas, harto cuestionables pues según yo, lo que menos le importaba a Jung eran l@s niñ@s) el juego es un espacio donde el niño descansa de sus inquietudes diarias y las resuelve mediante diferentes actividades que le proporcionan placer; también en el juego el niño explora el mundo de los grandes sin que éstos estén presentes. A resumidas cuentas, el juego es algo chido que ayuda al niño a crecer y desarrollar su personalidad.
Por ello, cuando mi prima me recordó que al jugar a la casita, a la escuelita, a las mamás o a las secretarias, mi nombre "artístico" era el de Samantha Fox (con todo y apellido, caray), "ahoy" me pregunto, ¿de dónde %&#$ saqué dicho nombre? ¿Cómo es que una pibeta de siete-ocho años fue capaz de inventarse tal nombre? Seguramente lo escuché en la tele, o lo leí en alguna revista "Cosmo" que mi mamá me escondía para que no las leyera (¿mi mamá era una "Chica Cosmo"? Ok, too much information for today!)
Gugleando ávidamente (actividad que siempre realizo cuando mi memoria me traiciona) me topo con imágenes de la tal "Samantha Fox" y cuál va siendo mi sorpresa cuando lo que leo (¡y veo, oh cielos, mis ojos me sangran!) son fotos de una pechugoncita ochentera, que lo mismo le daba cantar "Touch me" que retratarse sobre una moto en topless, mientras el viento sacudía su melena rubia platinada...
O sea que, si la teoría del juego es cierta, lo que yo aspiraba en ese momento de mi niñez era a convertirme en una pechugoncita rubia, con aires rebeldes y mucho encaje negro.
A riesgo de ponerme impertinente  (y estando sobria, ¡horror!) me defiendo de tal argumento como gato panza arriba: suponiendo que la teoría del juego sea cien por ciento verídica, el nombrarme de tal manera fue para asegurar en el futuro que siempre iría por el camino del bien, que haría mi tarea y estudiaría una carrera universitaria como mi mamá, que jamás se me ocurriría posar desnuda en cuanto calendario de taller mecánico hubiera y sobre todo, que no cantaría una canción tan horrenda (y con tan poco estilo vocal) como la de "Do ya do ya (wanna please me)". Sip, seguramente eso fue lo que pasó.
Pues de lo contrario y si lo hubiera hecho a propósito para ser toda una fichera, lo menos que hubiera escogido como nombre artístico sería el de Sabrina Salerno.
Al menos iba más con mi tipo morocho. 
¡Morocho, dije!


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