Hace miles de años -específicamente en la prehistoria de mi historia- viví una desilusión amorosa que me tiró todos los dientes. Cañón, la verdad.
Resulta que por las épocas huelguistas de la UNAM y en la incertidumbre de "¿estudiaré o no estudiaré? ", entré al negocio del pollo, pa' que me entiendan: al KFC.
Mi vida transcurrió entre cajas de receta secreta, tardes de bisquets y quemadas con el aceite hirviendo, amén de atener a la gente que siempre pedían "chiles en vinagre" cuando ordenaban sus paquetes. Una cosa bien bonita, muy cultural, muy intelectual, muy de onda.
¿Y en qué se entretenía la muchachada que trabajámos ahí? Pues ni más ni menos que buscarse un novio que hiciera más llevaderas las mañanas, las tardes y las noches. Alguien que nos alegrara el ojo mientras contábamos piezas de pollo o dinero, alguien que nos sacara a pasear en nuestro día de asueto (de lunes a jueves, porque no había descansos los fines de semana)
De tal suerte que el destino me presentó a ....hummm... ¿diré su nombre real?....ha pasado mucho tiempo...
¡Pues que conocí a Israel y que nos emparejamos de inmediato, tíos!
Supuestamente duramos "5 meses", en términos prácticos yo creo que fuimos novios como 15 dias pues el tiempo que estuvimos juntos era escaso y de pésima calidad. Yo lo idolatraba y él aparentaba mostrar afecto por mi; sepa la bola cuáles hayan sido sus sentimientos. Si los tuvo, se ocupó de esconderlos muy bien. Aun así yo disfruté de mi infatuation laboral y fui feliz.
Pasó el tiempo y la UNAM se aventó la puntad de impartir clases extramuros; miles de universitarios regresamos a clases en colegios y tabernas que nos dieron posada, el ambiente estaba enrarecido por la duda de si aquellos estudios serían válidos. Yo me debatía entre estudiar para ser "alguien en la vida" o seguir vendiendo pollo para ser "alguien en la vida de otra persona". Como soy bien indecisa, elegí las dos opciones y ahí me tienen, trabajando en Villa Coapa por las mañanas y saliendo como thor-pedo hacia la hermana República de Ecatepunk para tomar apuntes incomprensibles de Derechos Romano (¡Es que el ius abutendi no es lo mío, chicos!)
Ante tamaños malabares cotidianos y falta de maña y/o experiencia en la vida, resulta que mi vida se volvió caos -as usual-, de tal suerte que a fines de semestre terminé con 2 materias reprobadas y un corazón MUY roto.
No se cómo sucedió pero el tal Israel me cortó... ¡me tronó!... ¡a mi, la mujercita más hermosa, más graciosa, más simpática y modesta del mundo!
¡Cielos! En la escuela no te enseñan a superar esto (ni nada)
El mundo se detuvo, mi corazón se detuvo; aquello era increíble: algo impedía que respirara de manera normal, que pensara de manera adecuada. Cuando dicen que te rompen el corazón en realidad es cierto, físicamente puedes sentir ese dolor entre tus costillas.
Lloré como nunca lo hice y nunca lo volví a hacer. Se me secaron los ojos, se me perdió el color y el rumbo de mi vida.
A la distancia y con los años que me quedan por vivir puedo asegurar que en realidad yo no tenia una meta clara en la vida, que no quería asumir el control de la misma y que por ello me aboqué a una relación como si ello fuera a darme y llenarme de lo que yo misma debía darme y llenarme. La trampa del corazón roto, queridos menos cinco rompecorazones lectores de siempre.
Y bueno, debo agregar que por aquellos años la canción que usé como himno de batalla es la que hasta la fecha se sigue usando cuando alguien decide irse de tu lado: Gloria Gaynor, Cake y yo nos curamos la resaca amorosa jurando que "I've got all my life to live, I've got all my love to give and I'll survive...I will surviveeee!"
Y asi, fin! (como dice Kry)
El resto ya lo saben: años de terapia, la escuela, los amigos, el amor de nuevo, el desamor, el amor -again-, el trabajo, el ius abutendi y el Matius...
De esa esa época me queda de recuerdo mi gusto por la música disco, mi amor propio y una enorme aversión a la receta secreta.... ok, ok, QUISIERA tenerle aversión al KFC pero me sigue encantando, inexplicablemente...
Se que el mundo vive un periodo de desencanto y falta de esperanza, se que a veces parece que la espiral del desaliento no tiene fin y que uno quisiera encontrar la receta para aliviar el desazón de su vida de manera rápida y eficaz, que no duela, que no se sienta el hueco.
No hay en si un remedio mágico; no hay palabras, libro o secta que resane lo que indudablemente se encuentra roto.
Simplemente hay un atisbo de conciencia, un haz de luz que nos empuja a pedir ayuda y una ligera esperanza de saber aceptarla.
Yo sentí que no había mas allá de mi dolor y en el camino del desaliento me perdí a mi misma. No supe pedir ayuda y me metí en muchos problemas gratis.
De todos los despojos y retazos de mi ser quedó un poquito de sentido común y ello me salvó.
Ese trocito mío es lo que día a día me hace cantar "Yeah, I will survive"...
Feliz viernes (o lo que queda de él), queriditos.
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