viernes, 18 de julio de 2014

¡Cómo no te voy a leeeeeer, cómo no te voy a leeeeeer!

¡Ya, ya chaparritos, cálmex! El mundial ya fue, estoy de acuerdo que #Noerapenal y ya nos dieron donde más nos dolía... reformas everywhere. Mañana iremos a protestar al Angel y al Zócalo, ahí nos vemos. Ok, ya... ¡relajémonos! 
Un día como hoy pero de 1817 murió la querida Jean Austen, famosa autora de novelas como "Orgullo y Prejuicio" y otras tantas que ya he mencionado por aquí. Se murió, se nos adelantó (como dos siglos, mínimo) y nada de lo que se haya escrito después es digno de mencionarse. Así, radical.
Ok, no. 
Como parte de mi terapia ocupacional, hube de releer dos novelas suyas, las que más me dan "repelús" y que por ello, tenía que comprender qué carambas era lo que me hacían dudar de su excelente prosapia. Al tiempo que las releí y las comprendí un poco mejor se atravesó una autora sueca, Camilla Läckberg, quien ha escrito una serie de libros mejor conocida como "Crímenes de Fjällbacka". El libro -debo confesarlo- ha estado en mi muy procrastinadora lista de "Por leer" (lista a la que le siguen las siguientes: "Por llamar", "Por hacer", "Por conocer" y la más olvidada de todas, "Por pagar") desde el 18 de febrero de 2014... ¡escándalo!...
Y francamente lo había tenido en la congeladora por mero capricho, lo acepto. Cuando un amigo se interesó en dicho libro, automáticamente perdí el interés en él, como cuando alguien que te gusta muchísimo empieza a acercarse a ti y entonces pierde el encanto. O algo por el estilo.
Total, que dije "ahora o nunca: o lo lees o lo regalas". Y ps que lo leo. Y ps que me empecé a clavar con la méndiga trama. Y ps que no había poder humano que me sacara del baño porque no podía dejar de leerlo (ah si, si en casa quiero ponerme a leer, debo encerrarme en el baño con o sin motivo para poder estar a gusto y sin interrupciones del tipo "Gato, ¿dónde está el mando a distancia?" o "mami, dame cereal").
Y de repente dejé de pensar en la campiña inglesa, en Mr. Darcy, en Bath o en Sropshire; todo se volvió Suecia y el anhelo por experimentar en mis poritos el frío inclemente que preservaba mejor el cuerpo de la chica que fue hallada en la bañera, completamente desnuda. Mientras en Parque Mansfield seguramente estaban tomando el té y conspirando para hacer llorar a la pobre Fanny Price, en Fjällbacka se estaban preguntando qué relación tenían el vago del pueblo con la hermosa "Princesa de hielo" y no, no paraba de tratar de aplicar mis conocimientos de Medicina forense y Criminología para establecer un patrón o un perfil criminológico. Al final me llevé menudo chasco, la verdad siempre es la hipótesis más obvia.
En fin, que llegó el martes y yo ya había dado cuenta de tan suculenta lectura, así que lo que seguía es algo que conozco taaaan bien y que entre librodependientes llamamos el "síndrome de abstinencia literaria". Justamente lo que más temía se concedió (aguas con sus facultades de atracción) y a las 16:48 p.m. estábale marcando a la Marmota como una desquiciada paranoide, pidiéndo su ubicación y el tiempo en que tardaría en llegar a casa para que se quedara un rato con Mateo y yo fuera tan amable de irme a buscar el segundo, el tercero, el cuarto título de la serie. A grito pelado lo amenazaba con dejarlo sin comer una semana si no se apresuraba a llegar. Huelga decir que llegó y corrí como la maniática que soy en busca del Sangrons más cercano (fue el lugar donde topéme con dicha serie) y con manos temblorosas hurgué en cada maldíto estante que tenían, casi al borde de las lágrimas porque pa colmo, había promoción "sólo para tarjetahabientes Sangrons", ¡bah, ni quien quiera su apestosa tarjeta!... pero yo moría de desesperación por no encontrar mi vicio nuevo, ¡ay dios!
No se en qué momento sentí en mi hombro un apretón que conozco tan bien y escuché un dulcísimo "mami, olvidaste tu cartera" que me hizo voltear para comprobar que ahí estaban mis Marmotas, uno con el libro en la mano y otro con mi cartera. Mutis absoluto.
Total, que ya para no hacerles el cuento MÁS largo, he terminado de leer el segundo libro, pero como la autora tuvo el tino de que no me gustara, el síndrome de abstinencia está bajo control. Se que voy a seguir leyendo (y engrosando la cartera de cierto hombre de cierto país que es el más rico del mundo -o sea, el hombre, porque el país ¡ni cómo!-) y que cuando termine de leer todos los libros de la serie seré la mujer más triste del mundo. Lo se porque cada vez me pasa lo mismo: Siempre quiero más.
Afortunadamente estaré muuuuuy ocupada en el futuro y eso le pone freno al mounstro gordito que vive en mi (y en mis caderas) y que baila de gozo cada vez que lo llevo a una librería. 
Con o sin cartera en la mano.
Feliz fin de semana chaparritos y plis, lean.


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