miércoles, 11 de diciembre de 2013

DEJA DE LLORAR, CHIQUILLLAAAA (Deja de lloraaaar)

Hoy, mientras cocinaba un rico pulpo Pol a la Dana, unas lagrimillas estúpidas casi cortaban la emulsion de coliflor que tenia reservada.
Ya saben, de esos dias (o semanas, o años) que uno amanece mas perceptiva (u ociosa) que de costumbre, en los que el inconsciente se manifiesta y todos los recuerdos salen atropelladamente,  como cuando rompes una piñata y que, si no estás preparad@, te caen con saña y sin miramiento, (¡exácto,  como cuando te caían las jícamas y cañas en la cabeza!), asi cayeron algunas memorias dolorosas.
Y miren, la cosa no es que recuerdes cosas tristes, llores, eches a perder tu comida y ya; el chiste es que un@ solucione aquellos sentimientos de dolor que dichos recuerdos han desatado. O sea que, mamita, pónte a trabajar.
Lo primero que sentí al recordar aquellos mentados momentos fue tristeza, obvio. Y mis lagrimitas ya se asomaban y la garganta ya se me estaba cerrando y ya sentía esa opresión en el pecho, esa falta de aire...
Y me dije tal como mi mamá alguna vez me dijo: "Si vas a llorar, llora. O si no, te "doy" una razón para que llores". Tan linda mi amá.
Y pos que me suelto. Todo de manera instintiva y primitiva, cero racional.
Primero, conecté con mi niña interior (la que en ese momento era la que recibía el dolor por las ofensas del pasado) y luego lloré y lloré y me interné en ese dolor que quemaba mi ser. Me sumergí en mis sentimientos de injusticia; maldije la envidia, el dolor, la ponzoña que me corría por mi alma.
Mi teoría,  hasta ese punto, era que una vez que conoces a alguien y le procuras cariño,  atención y amor, no puedes dar marcha atrás y olvidarlo. Específicamente si es un niño. Específicamente si yo era la niña y en algún punto de tu vida me quisiste y te importé y luego te fuiste y jamás volviste. (No manchen, si que me estaba azotando gacho) Y seguí con mis teorías y mis negociaciones; no me explicaba que me sintiera tan abandonada, tan ofendida,  tan lastimadaHASTAQUEMEDICUENTAQUEEEEEE....¡Con un demonio, ya tengo 33 y ya no soy esa niña ofendidaaaaa!
JA JA JA...
U.U
Crecer implica que tu cuerpo va mutando de forma, se va adaptando a las condiciones de vida que le vas procurando (con un poco de ayuda de la naturaleza) y se va convirtiendo en tu vehiculo para conocer el mundo. De repente, te miras al espejo y encuentras redondeces, protuberancias y canas donde nunca las hubo. Tu cuerpo sabe que no hay marcha atras, que nunca te volverán a quedar esos jeans que usabas en secundaria o que los zapatitos de bebé son para colgar en los microbuses...Tu cuerpo crece y lo sabe...y también deberia saberlo tu mente.
O sea, que me tiré al drama espantosamente por equis situación que ofendia a mi niña interior y la padecí -por breves minutos, ejem, ejem.- con tal intensidad que por un instante se me nubló la conciencia y casi tiro por la borda mis años de terapia.
Darse cuenta de que el cuerpo cambia es fácil,  lo difícil -y que es donde uno debe ponerse a trabajar- es educar a la mente para que entienda que aquellas situaciones dolorosas del pasado son el tronco donde una cachorro ha sido encadenado. Y, si ponemos atención,  nos percataremos que  el cachorro ha crecido y lo ha rebasado...
Tal como nuestro doloroso pasado.

Enjugándonos las lagrimitas, procedamos ahora a cortar la cebolla.
A ver si ésta sí me hace reir...

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