lunes, 18 de junio de 2012

Púrpura

...y entonces yo sólo sugerí cambiar de copas, tal vez el vino de él resultaba malo. Tal vez lo suyo era el veneno en estado puro y yo jugueteaba con las coletas de mi cabeza.
No supe nada después. El efecto "china poblana" comenzaba a hacer estragos en mis piernas, pero aún así logré arrastrarme. El viejo truco de siempre, causo lástima, ergo, se enamoran.
Pero no se puede sobornar al tiempo, no hay pago que sea suficiente para tan ávaro compañero. Mis desvelos y descuidos hacían bajar la tarifa y cada vez era mucho más difícil sacar provecho de la situación.
Pero ese día no.
Arrastrándo mi ser (que no mi cuerpo) pude desarmar al "Hombre de hierro" y juntos vimos lo que quedaba del anochecer. El silencio común nos hermanaba, ya no era "carne y suelo" para nadie, pero el desayuno demoraba y sus colmillos comenzaron a brillar. Estaba perdida. Como siempre.
Al final se deshizo el encanto -y el miedo-, pero nunca volví a sentir las dos cosas al unísono. Con lo que me gustan los juegos.
Quedará su herida expuesta, encontrará la causa y sentirá la ira trepando por sus huesos. Y yo estaré lejos. Tan lejos como vieja.
El tiempo, al fin, es un enemigo conquistable. Si le ganas la carrera... si le ganas la carrera...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ay mant'a ora si no le entendi nadita a tus palabras, o amaneci hueca y faltosa de inspiracion o deplano tu estabas fumando cuando escribiste?
Me explicas? jajajajajaa
Te quiero, Danny.