Pfff, qué finde, ¿eh?
Si no me las diera de madre respetable, les platicaría todas las cochinadas que procuré en mi fin de semana.
Ni modo, será en otra vida. Por lo mientras, en ésta les platico que después de un sábado hibernando en casa, con pizza y películas de Barney como únicas deferencias a la lluvia que no cedía, el domingo ya era hora para que el papá de Mateo hiciera acto de presencia y yo ¡por fin! pudiera tener un ratito de solaz y esparcimiento. ¿Y qué se me ocurrió para hacer de mi domingo uno inolvidable?
Nada más y nada menos que ir al cine. ¿Y cual película mereció mi atención? "Get the Gringo"... Aplausos.
Como ya les he expresado con anterioridad (y si no lo recuerdan ¿a qué esperar para re leer antiguos posts?) el cine es un acto de fe para mi. Podré tener muy buenas intenciones para ver películas "de arte" y claramente disfrutarlas, acariciarlas con la mirada y hacerles homenajes póstumos que van desde tomar cursos express de alemán, acercarme a la fotografía costumbrista, adentrarme al estudio de la comida japonesa, específicamente la de la prefectura de Shizuoka, de la región de Chübu y hasta contestar el teléfono con el típico "Pronto" italiano.
Pero la verdad es que también le hago al cine comercial y no me da vergüenza admitirlo... sí, un poco, cuando la película es tan ambigua como la de anoche.
"Atrapen al Gringo" se exhibe en México en un clima de violencia hiper real, donde ya no es raro despertar con noticias como la de dos policías muertos en el aeropuerto de la Ciudad de México, o -ponga aquí el hecho sangriento que le ha tocado conocer- y con una soberanía que sólo existe en los libros de civismo del siglo XX, la película ya tiene un trecho ganado en el corazón del expectador.
La trama es simple: un delincuente de altos niveles, al que le tendremos simpatía pues Mel Gibson es como para amarlo toda la vida (what?!) está siendo perseguido por la poli de Estados Unidos, se le ocurre la brillante idea de cruzarse de mojado a nuestro país, la eficiente policía mexicana -retratada como corrupta y apestosa- lo detiene y para quedarse con la lana que se clavó, lo manda a una prisión bien sui generis, pero de peligrosísimo parecido con la realidad. Ahí se hace "amiguito" del chavito carente de figura paterna, quien lo adopta, lo ayuda y al final, se salvan mutuamente, entre balazos, corruptelas y primeros planos de la cárcel "imaginaria" tan reales, que simplemente son compradas al instante por el respetable.
Independiéntemente del tono "chistoso" que la película maneja, de las situaciones inverosímiles (pero comprendidas perfectamente) y de actuaciones bien manejadas (una no sabe si cobijar bajo su seno a Daniel Jiménez Cacho o mandarlo a la chingada por ser el más cínico criminal) la película termina debiéndo por su final ñoño y harto predecible. Un ejemplo más de que la violencia en los medios, en la vida real, ya no sorprende a nadie y -por el volúmen de las carcajadas que arrancó en la sala- a todos ya deja indiferente.
Es como divertirse con las bromas pesadas que el chico malo te receta cada que te lo topas, una especie de síndrome de Estocolmo que nos hace consumir estos productos donde canciones, películas, novelas y lecturas ensalzan el modus vivendi de los malosos, comprenderlos -y ¡hasta compadecerlos!-
En fin, cada quién hace con su dinero y su tiempo libre lo que se le pega la gana, pero definitivamente leeré la "sipnosis" antes de dar mi apoyo tácito a toda esta situación que nos tiene hasta el copete.
¡ Ay no, el copete no!
Si no me las diera de madre respetable, les platicaría todas las cochinadas que procuré en mi fin de semana.
Ni modo, será en otra vida. Por lo mientras, en ésta les platico que después de un sábado hibernando en casa, con pizza y películas de Barney como únicas deferencias a la lluvia que no cedía, el domingo ya era hora para que el papá de Mateo hiciera acto de presencia y yo ¡por fin! pudiera tener un ratito de solaz y esparcimiento. ¿Y qué se me ocurrió para hacer de mi domingo uno inolvidable?
Nada más y nada menos que ir al cine. ¿Y cual película mereció mi atención? "Get the Gringo"... Aplausos.
Como ya les he expresado con anterioridad (y si no lo recuerdan ¿a qué esperar para re leer antiguos posts?) el cine es un acto de fe para mi. Podré tener muy buenas intenciones para ver películas "de arte" y claramente disfrutarlas, acariciarlas con la mirada y hacerles homenajes póstumos que van desde tomar cursos express de alemán, acercarme a la fotografía costumbrista, adentrarme al estudio de la comida japonesa, específicamente la de la prefectura de Shizuoka, de la región de Chübu y hasta contestar el teléfono con el típico "Pronto" italiano.
Pero la verdad es que también le hago al cine comercial y no me da vergüenza admitirlo... sí, un poco, cuando la película es tan ambigua como la de anoche.
"Atrapen al Gringo" se exhibe en México en un clima de violencia hiper real, donde ya no es raro despertar con noticias como la de dos policías muertos en el aeropuerto de la Ciudad de México, o -ponga aquí el hecho sangriento que le ha tocado conocer- y con una soberanía que sólo existe en los libros de civismo del siglo XX, la película ya tiene un trecho ganado en el corazón del expectador.
La trama es simple: un delincuente de altos niveles, al que le tendremos simpatía pues Mel Gibson es como para amarlo toda la vida (what?!) está siendo perseguido por la poli de Estados Unidos, se le ocurre la brillante idea de cruzarse de mojado a nuestro país, la eficiente policía mexicana -retratada como corrupta y apestosa- lo detiene y para quedarse con la lana que se clavó, lo manda a una prisión bien sui generis, pero de peligrosísimo parecido con la realidad. Ahí se hace "amiguito" del chavito carente de figura paterna, quien lo adopta, lo ayuda y al final, se salvan mutuamente, entre balazos, corruptelas y primeros planos de la cárcel "imaginaria" tan reales, que simplemente son compradas al instante por el respetable.
Independiéntemente del tono "chistoso" que la película maneja, de las situaciones inverosímiles (pero comprendidas perfectamente) y de actuaciones bien manejadas (una no sabe si cobijar bajo su seno a Daniel Jiménez Cacho o mandarlo a la chingada por ser el más cínico criminal) la película termina debiéndo por su final ñoño y harto predecible. Un ejemplo más de que la violencia en los medios, en la vida real, ya no sorprende a nadie y -por el volúmen de las carcajadas que arrancó en la sala- a todos ya deja indiferente.
Es como divertirse con las bromas pesadas que el chico malo te receta cada que te lo topas, una especie de síndrome de Estocolmo que nos hace consumir estos productos donde canciones, películas, novelas y lecturas ensalzan el modus vivendi de los malosos, comprenderlos -y ¡hasta compadecerlos!-
En fin, cada quién hace con su dinero y su tiempo libre lo que se le pega la gana, pero definitivamente leeré la "sipnosis" antes de dar mi apoyo tácito a toda esta situación que nos tiene hasta el copete.
¡ Ay no, el copete no!
No hay comentarios:
Publicar un comentario