Sublime y surrealista ha sido el día de hoy, pues yo, como muchas madres adolescentes tengo derecho a diversiones, ¿no?
La verdad es que mis suposiciones son bastante erróneas pues sabemos de antemano que hace casi quince ayeres que dejé de ser adolescente y que por supuesto no tengo derecho a diversiones, sino a andar buscando trabajo para mantener a una criatura hermosa (o al menos, para cumplirle sus caprichitos) y por ende, he actuado irresponsablemente al acudir a Bellas Artes a nutrir mi espiritu contemplando a René Magritte.
Pero es que la idea de tener tiempo propio fue tan seductora, tan dulce e inquietante para mi deleite que no pude decir "nel".
Y corrí, rauda y veloz hacia mi meta, al fin que la suerte ya estaba echada y ¿quien soy yo, vil juguete del destino, para desobeder al sino?
La exposición es excelsa y bastante entretenida; de los aspectos técnicos obviaré ante el temor de decir pifias, pero lo que dejó en mi es una nueva perspectiva ante la premisa de: "nada es lo que parece".
La belleza de una piedra bajo una nube, el rostro cubierto de un hombre, cualquier hombre, por una manzana verde y jugosa; el curvilíneo cuerpo de una mujer plasmado en una botella me hacen preguntar a qué le supo tal bebestible al maestro Magritte.
Y, la obra que me dejó sin palabras fue: "El mundo invisible".
Tal vez a algunos el contemplar una piedra que a su vez contempla el mar, no será cosa de gusto o de exhaltación, pero a nadie deja indiferente "El hada ignorante" y creanme, creanme de verdad, que algo, algo les moverá en las entrañas colesterosas suyas.
Ya, me rindo. Mi mundo real me jala de la manga diciendo que el viaje ha terminado y que por hoy, ya estuvo bueno de andar perdiendo el tiempo ajeno.
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