Muchos de ustedes han seguido mi desgracia, la de mudarme fuera de ésta, mi amadísima, contaminadísima, apestosísima, cagadísima Ciudat de México.
A varios ha extrañado que, de ser una auténtica amante de los gatos, de pronto he pasado a tomarles ojeriza, a declararlos mis enemigos naturales y sobre todo, a iniciar una cruzada en contra de todo felino doméstico que ose poner sus patitas en mi jardín (Y EN MI BOTE DE BASURA)
Nada, que estoy completemente desequilibrada por el asunto de mi mudanza y la locura, compañeros, creanme que no tiene nada de poética.
Apenas tengo una semana viviendo en una casota, no es presunción. La alucino por exactamente, su tamaño. Pero al márgen de eso, la alucino porque no es NADA funcional. Le falta ésto, le sobra aquello, no me permite moverme con comodidad y el desorden habitual en mi ya se ha convertido en un suceso alarmante, puesto que ahora es descomunal y no se limita a un sillón o dos, sino a toda la estancia.
Y y y y... pus en un nada bonito acceso de locura, rompí precisamente el vidrio enterito de la cocina.
Si antes le tenía inquina al gato que abusaba de mi basurero, ahora le tengo ¡PAVOR! puesto que en cualquier momento puede ingresar a la casa y hacerla como su rechingada gana le de.
Y es que no, no es siquiera bonito, pachonchis, lindo...noooooooooooo, es realmente un vil gato de basurero.
Pero güeno, con Mundial, pan y circo nos la llevaremos hasta que dentro de dos años pueda decirles a todos ustedes: "Ay miren, los invito a cenar huevito cocido a mi casa"
O sea!
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