martes, 30 de octubre de 2007

La insoportable levedad de ser...un gato.

Sip. Para nadie que me conoce es desconocido (jujuju) que mi máximo en la vida son los gatos.
Su piel tan suave, sus ronroneos, el hecho de que tengan el peso exacto para cargarlos y estarlos trayendo como rebozo en día de feria, el que sean tan cariñosos, el que su lengua sea rasposita, el que sus patitas sean acolchonaditas....uuuhhhh...ME ENCANTAN!!
Pero no siempre fue así.
Hubo una época en la que yo militaba en el bando contrario -ESPEREN!!- me refiero a que me encantaban los roedores. Yo AMABA a las ratitas, a los hámsters, a los cullos, ¡vaya, hasta a los ratoncitos del metro les hacía yo justicia! Y en casa tuvimos varios ejemplares de tan exótica especie. Hubo uno en especial llamado "pigli" al que mi hermano David (Dr. Mitocondria) y yo queríamos mucho. Bueee, cosas de la vida; "pigli" era la primer mascota viva que teníamos en el depa de insurgentes y por ende era nuestra adoración. Resulta que unas navidades (me escuché bien Paco Malgesto) nos largamos a Qro. dejando a mi papá al cuidado de "pigli".
Resultado: Un hámster hibernando en la basura y dos chavitos llorando a madres el día de navidad.
Y de ahí, fuimos felizmente promiscuos con tanta rata se nos cruzara en el camino, hasta que nos mudamos a un lugar de la Mancha de cuyo nombre Dr. M y yo queremos olvidar.
Toris llegó una fría noche de febrero, mientras mi mamá regresaba de un curso y caminando vió a una pareja cargando un gato. Minutos después, el gato saltó de los brazos de la jóven y comenzó a seguir a mamá, hasta que llegó a nuestra casa y el gato la siguió. Entró y lo primero que hizo fue ubicar una palmera enorme en la sala y empezar a rascar y dejar su marca. El gato ya estaba adoptado.
No les voy a aburrir con una mega crónica de cómo quise tanto a mi gato. Ni tampoco voy a avergonzar a ciertos interfectos confesando que llegué a amar más a mi gato que a ellos. Pero lo cierto es que siento mil remordimientos por su partida. Es verdad, Toris resintió el hecho de que me enamorara hasta las cachas, como dice mi copa Valentín Elizalde (q.e.p.d), y que su gata vida me valiera una pura y dos con sal, (bueno, no tanto).
En cuanto conocí a mi marmota, el mundo se detuvo y todo cuanto le daba sentido a mi vida hasta ese momento, dejó de tener valor. Y mi Toris..buuuuu...mi pobrecito Toris lo supo cuando una noche de Marzo se marchó de casa cual Gloria Trevi de coapa.
Y a los dos meses, estaba embarazada.
Toris, te extraño y te querré por siempre.
Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket

1 comentario:

Kirsche dijo...

**Aww** Todos queremos y extrañamos a Toris!!! ¿Ahora a quien disfrazaremos de Hello Kitty? Jijiji. Me encanta tu blog nena! Muchos besitos.