¿Se acuerdan cuando en 1985 me trajeron la "Barbie día y noche"?
De día era una ejecutiva con traje sastre, portafolios, tarjetas de crédito; de noche, la falda ejecutiva se transformaba en un hermoso vestido de vuelos y complementaba el look, una estola brillante. Desde ese momento ustedes creyeron que ese sería mi destino: una mujer que escondería su burbujeante personalidad en un traje sastre mientras acudía a la corte a objetar lo inobjetable y por la noche, bebería cocteles en copas campana.
Gracias, lo hicieron perfecto: cada que peleo contra el INVEA, pienso en que sería más útil vestir de cabaretera desde la mañana.
No, ya en serio... perdónenme por haberlos hecho correr por toda la ciudad en busca de mis regalos soñados, arriesgando el aguinaldo y el físico por ir cargando un pizarrón tamaño profesional por toda la Avenida Juárez. Y qué decir de aquellas veces donde yo cambiaba de parecer al último minuto y entonces ustedes hacían magia para poder entregarme la alegría de la sorpresa.
Cada año me hicieron muy feliz y mi ilusión por ustedes es lo que mantiene viva y sana a mi niña interior, lo que me ha hecho posible conectar con mis hijos de una forma muy hermosa.
Gracias por cada dulce en una botita, por cada galleta mordida y cada vasito de leche a medio terminar. Gracias por desvelarse en aras de dejar todos sus regalos a tiempo. Gracias por despedirse al final de la infancia y dejar encargado el changarro a mis papás. Gracias por tanto amor y cariño...
Hoy quisiera pedirles que estuvieran a mi lado siempre, porque la vida se pone muy triste y los deseos de mi corazón no siempre son racionales.
Quisiera poder volver a sentir, aunque sea por un momento, la ligereza de la vida sin responsabilidades y la esperanza de encontrar mis regalos debajo del árbol.
Aunque eso sea equiparable a fraude, despojo y privación ilegal de la libertad...
Ándenles, al fin que ustedes son magos... (¡y abogados!)
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