miércoles, 20 de octubre de 2021

Miércoles de intolerancia a la realidad.

Hoy sentí una insatisfacción muy puntual mientras hacía la fila en el área contenciosa del Instituto de la Propiedad Industrial. Fue la insatisfacción de estar precisamente existiendo en ese momento sin un propósito trascendental: solo esperando a que las habilidades motoras y cognitivas de los sujetos remunerados para tomar mis  documentos y sellarlos alcanzaran su máximo cenit y me atendieran sin dilación.

Era eso o pasar la vergüenza de ser regañada por Alondra al recogerla tarde -tardísimo- de la escuela.

El trauma de ser el último niño de la guardería es algo que no se quita nunca, tal como lo es el ser la única niña de primero que no sabe abrocharse las agujetas, o la que no alcanza a comprar en la cooperativa a tiempo, o la que nunca escogen para las obras de teatro, o a la que le endilgaban responsabilidades afectivas desde edad temprana y por ello desarrolló codependencia. Hablo de mi, por supuesto. ¿De qué hablas? ¡Alondra es una súper estrella!.

Hay días así, ¿no? Trabajas durísimo en construir un castillo de arena y sin más, llega la gran ola de Hokusai y se lo lleva.

Castillos de arena de ilusión por un aumento, castillos de arena de lograr que tu pibe coma las verduras, castillos de arena de querer encontrarle un significado dhármico en medio de un bajón emocional.

Ya una no sabe si son las hormonas, si es la falta de oxigenación por el cubrebocas, si es la dosis equivocada del xanax... Hablando del cubrebocas: de niña se me hacía super cool traer cubrebocas. Me encantó ir al dentista y no haber conocido jamás su cara completa porque siempre traían el cubrebocas, a excepción del Dr. Jordan de la clínica Pablo Funtanet porque nunca se lo ponía ¡wooow!, era muuuy guapo. Me dejé enlatar la boca sin quejarme pues no quería que pensara que aparte de dientona, era una puberta llorona (lo sigo siendo, Doctor, solo que en el cuerpo de una señora de cuarenta y uno). Cuarenta y uno, caray!

¿Qué habrá sido del doctor Jordan?, ¿Los jóvenes siguen diciendo "¡te debrayaste!"?, ¿Quién vivirá ahora en las casas que habité?, ¿Se me quitarán las ganas de adoptar un gato?, ¿Sigues mirando a la luna como yo?

Sip, son las hormonas.

Sale, bye.


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