Me orillaron a la orilla unos policías de la Secretaría de Seguridad Pública en plena colonia "nais".
No fue NADA agradable ser voceada por su altoparlante, hacer la maniobra de estacionarse en la -msí- orilla, bajar los vidrios (polarizados, muy mal yo) y pensar "¡bueno, y ahora qué ching*dos hice!". Las autoculpas, ya saben...
Mientras el policia Nachito se presentaba, pedía ver mis papeles (ay jóven, ¿de qué papeles me habla?) y se acomodaba sabrosamente sobre mi puerta mientras metía media humanidad por la ventana (¡nooo, tacos con cebolla no!), vi por el retrovisor la cara de shock de mi muy amado hijo Mateo... si había regresado bronceadito de su campamento, en esos momentos estaba blanco.
Con tranquilidad y torpeza me identifiqué, repasé mentalmente mis clases de Derecho Penal (¿por qué cuando alguien está en problemas recuerda lo menos útil?) y simplemente dejé que el poli cacareara...
Que si la verificación del segundo semestre, que dónde está la calcomanía, que por qué traía aún los sellos del corralón, que un coche es una responsabilidad...etc, etc, etc.
Sí, don Poli, tiene usted TOOOODA la razón, una no debe dejar de checar esas cosas en su lista de "Por hacer". Sí, don Poli Nacho, usted se ve que es a todas luces un hombre responsable, nada más dígale a su compañero que se aleje con su rifle a otro lado, que aquí me está espantando al niño...
Y bueno, como mujer valiente que soy le dije que órale, que llamara a la grúa porque en ese momento me iba a bajar de mi carro y yo personalmente lo iba a enganchar para que lo arrastraran -again- al corralón. Que al fin y al cabo me falta que me roben la salpicadera derecha y así por fin pueda estar pareja y estética mi nave, por que: ¡qué son esas cosas de nada más robarse una de ellas!
Don Poli Nacho nomás no se activaba, me repetía que cómo nos íbamos a arreglar. Pero a arreglar de qué o qué; ¡ni que nos estuvieramos pinchis poniendo de acuerdo para ir a un baile, carajos!
Para esto, el Matius ya lloraba francamente a lágrima viva (maldíta sea mi maldíta costumbre de escuchar noticias como si fuera el Discovery Channel; maldíta sea este maldíto tiempo violento en el que no estoy dispuesta a cooperar con corruptelas). Y bueno, nomás no me decía nada en concreto y la neta, la neta, si quería que le soltara unos pesitos pues le iba a tocar bailar con la más fea y no precisamente porque se fuera a topar con mi intachable calidad moral (ejem, ejem) sino que no traía ni un decente billete de a cincuenta en la cartera (pero qué tal los libritos).
O sea, que si se llevaban mi nave, ellos tendrían que darnos aventón a la casa porque ni para el taxi...
Supongo que las lágrimas y gritos desesperados de mis hijitos (porque a esas alturas Alondrita también estaba cooperando con lo suyo; más de hambre y sueño que de total comunión con su hermano, pero llanto al fin) ablandaron -o desesperaron, ¡bienvenido a mi club, hermano!- al poli, el cual amablemente me pidió que me sacara para la ching*da, que "sólo porque sus hijos están llorando y porque ya va a llegar a su casa, ¿verdad, señora?, ándele pues." Y pues si, ni bien terminó de decir "...y si la vuelven a parar, dígale que el comandante Ignacio ya la atendió"... cuando yo ya estaba en mi casa.
Ah caray, ¿en verdad dijo "la atendió"?
* * *
Lecturas varias: ¿tuve suerte? Tal vez.
¿Me gustó lo que me sucedió? Para nada.
¿Mis hijos me salvaron el pellejo? Definitivamente.
Conclusión: Mom fails again.
Y así voy por la vida...