El Matius y la Marmota regresaron de sus respectivos viajes justo para la celebración del Día de Muertos.
Después de indigestarme con una poca de barbacoa, corrimos a Xochimilco por las cosas de la ofrenda. Aquello era una alegoría al cuento de Cortázar "Omnibús": todos traían ramos de flores y mal miraban a los que no. Nadie iba para Chacarita pero sí al Panteón Municipal.
Por la tarde llevamos al Matius a los Scouts y fuimos felices comiendo pan de muerto y chocolate.
Ayer domingo visitamos el Panteón y caminamos sobre una marea anaranjada de cempazúchil. Increíblemente el día en el que celebramos a la muerte es el día más vivo en el camposanto.
De regreso pasamos a comer con la abuela Ofelia.
La abuela Ofe es de Oaxaca, de la Mixteca; sus años y sus achaques no le impiden celebrar como se debe a "sus muertitos" y por ello se desvela durante dos noches para preparar la comida de Día de Muertos, consistente en mole amarillo.
El mole amarillo es un potaje hecho con diversas clases de chiles, especias y hoja santa, espesado con masa y servido con pollo. Algunas personas suelen servirlo con maíz cacahuazintle cocido, al estilo pozolero.
A mi siempre me ha gustado pasar con ella estos días, su casa huele a guayabas, pan y comida de Muertos.
No puedo pecar de ingenua, se que soy privilegiada por cada año que puedo pasar con ella mientras está en el mismo plano físico que yo y ello me hace llorar.
La muerte es el contrato que se sella al nacer, eso lo sabemos. Los niños no comprenden el concepto de morir hasta que se dan cuenta que ellos también son susceptibles de morir y cuando ello sucede, algo se rompe en su ser. Así, crecen y cada cosa que viven siempre va acompañado del otro lado de la moneda, la de lo finito.
Pensando en que era buena idea homenajear a otros muertos que queremos, partimos hacia la Alameda Central.
Pisamos el Centro Histórico para saludar a los cráneos monumentales que hicieron para recordar a Frida Kahlo, Octavio Paz, Julio Cortázar, Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, etc.
Caminamos sobre Madero, ¡aquello estaba llenísimo! y por fin llegamos a Bellas Artes.
Después de apreciar las diversas manifestaciones artísticas que allí se dieron cita, enfilamos hacia la Alameda para poder emular la famosa pintura de Diego Rivera "Sueño de una tarde dominical en la alameda", solo que esta vez no había globero, ni heladero, ni chicharronero...¡nada! solo gente que tenía su ir y venir.
Triste, ya los tiempos definitivamente han cambiado.
Y bueno, como dijo Cuco Sánchez: "me río del mundo que al fin ni él es eterno", aquello terminó en casa de mis papis degustando pan de muerto y chocolate (again)
Hoy, hoy solamente estoy enfocada en el hoy...
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