Sí, lo confieso. He estado insoportablemente políticamente correcta. Me he desesperado hasta el hartazgo del rumbo que toma nuestro destino político y me he autoimpuesto silencio mediático para no confundir mi postura ante el relajo de país y situación económica con mis eternos dislates personales. Pero démonos un break, al cabo la ropa ya está en la lavadora, las demandas ya están en la Oficialía de Partes (ya Dios dirá si las admiten o no), los cuatro candidotes se encuentran lamiéndo sus campañantes heridas y por más que les pida en éste espacio que vivan y dejen vivir, respétense y respeten y ámense a ustedes mismos como a su prójimo, siempre habrá el eterno pelo en la sopa, so...
Anoche divertía a mis menos cinco lectores de siempre por el Feisbuki con las ocurrencias de mi querido Matius, el cual, en un temprano (¿temprano? ¡madrugadorsísimo, diría yo!) despertar a la apreciación del sexo opuesto, me ha pedido que me pinte el pelo como CiertaActricillaHollywoodense, la cual actúa en ConocidaPelículaDeSuperhéroesDeHartísimosMillonesDeDolarúcos, ó en su defecto, como su compañerita de escuela Chelsy (sic), es decir HIPPER ROJO.
El hecho de que alguien muy amado y muy cercano, diréctamente me pidiera una modificación a mi fisonomía claramente autóctona me ha puesto a pensar en varios temas, todos ellos preocupantes.
Lo primero que pensé al respecto de mi hijo fue cuánta importancia le da a la imágen exterior. Y luego, el por qué de dicha valoración. No es por aventarme cebollazos, pero la verdad he tratado de inculcarle que el exterior, si bien es importante cuidarlo por salud, no es lo más sustancial de una persona. Y miren que predico con el ejemplo los días en que no ando en tribunales o en asesorías, ¿eh?, a mi no se me da el glamour para nada.
Luego entonces, pensé que, si, mi hijo a sus cuatro años tiene claro que es libre de elegir sus gustos y los métodos para llegar a conocerlos. Por más que procure retardar su incursión a los juegos de video, o el uso de tecnología como el Ipad, la compu, el smartphone, etc más que para lo verdaderamete necesario, la influencia que el exterior ejerce sobre él ya se puede dejar sentir en nuestro clima familiar. Yo, honestamente lo esperaba hasta un poco más tarde, digamos... ¡ya si mucho me apuran, en la primaria!
Fue cuando me cayó otro veinte, la tecnología ha permitido que las generaciones nacidas después de los noventa sean ya parte de los cambios sociales que hoy en día están acaparando titulares y reflectores (para bien y para mal), y no puedo evitar sentir envidia de tener treinta y un años y haber pasado la mitad de ellos con muchas ideas, mucha curiosidad y ganas de que alguien escuchara mi juvenil voz y ésta se haya quedado en silencio, sin chance de ser parte de algo como #Yosoy132.
Pero bueno, no he dicho que mi legado llegó hasta ahí, ¿verdad? No olvido que tengo unas cuantas cuentas que ajustar con el futuro...
Como por ejemplo, averiguar cual tinte es el que mejor tratará a mis respetables y venerables canas...
Feliz Martes.
Dedicado a Danny Fernández, con cariño.
Anoche divertía a mis menos cinco lectores de siempre por el Feisbuki con las ocurrencias de mi querido Matius, el cual, en un temprano (¿temprano? ¡madrugadorsísimo, diría yo!) despertar a la apreciación del sexo opuesto, me ha pedido que me pinte el pelo como CiertaActricillaHollywoodense, la cual actúa en ConocidaPelículaDeSuperhéroesDeHartísimosMillonesDeDolarúcos, ó en su defecto, como su compañerita de escuela Chelsy (sic), es decir HIPPER ROJO.
El hecho de que alguien muy amado y muy cercano, diréctamente me pidiera una modificación a mi fisonomía claramente autóctona me ha puesto a pensar en varios temas, todos ellos preocupantes.
Lo primero que pensé al respecto de mi hijo fue cuánta importancia le da a la imágen exterior. Y luego, el por qué de dicha valoración. No es por aventarme cebollazos, pero la verdad he tratado de inculcarle que el exterior, si bien es importante cuidarlo por salud, no es lo más sustancial de una persona. Y miren que predico con el ejemplo los días en que no ando en tribunales o en asesorías, ¿eh?, a mi no se me da el glamour para nada.
Luego entonces, pensé que, si, mi hijo a sus cuatro años tiene claro que es libre de elegir sus gustos y los métodos para llegar a conocerlos. Por más que procure retardar su incursión a los juegos de video, o el uso de tecnología como el Ipad, la compu, el smartphone, etc más que para lo verdaderamete necesario, la influencia que el exterior ejerce sobre él ya se puede dejar sentir en nuestro clima familiar. Yo, honestamente lo esperaba hasta un poco más tarde, digamos... ¡ya si mucho me apuran, en la primaria!
Fue cuando me cayó otro veinte, la tecnología ha permitido que las generaciones nacidas después de los noventa sean ya parte de los cambios sociales que hoy en día están acaparando titulares y reflectores (para bien y para mal), y no puedo evitar sentir envidia de tener treinta y un años y haber pasado la mitad de ellos con muchas ideas, mucha curiosidad y ganas de que alguien escuchara mi juvenil voz y ésta se haya quedado en silencio, sin chance de ser parte de algo como #Yosoy132.
Pero bueno, no he dicho que mi legado llegó hasta ahí, ¿verdad? No olvido que tengo unas cuantas cuentas que ajustar con el futuro...
Como por ejemplo, averiguar cual tinte es el que mejor tratará a mis respetables y venerables canas...
Feliz Martes.
Dedicado a Danny Fernández, con cariño.