Entre todo el sarao que hemos estado viviendo y padeciendo, debo decir que el más adaptado ha sido el Matius.
Debe ser que cuenta con poderosísima capacidad de desdoblamiento de personalidad que lo hace capaz de transformar una clara situación adversa, en un fabuloso día de campo. Por decir algo.
Es su turno para ir a la escuela. ¡MI HIJO YA VA A ASISTIR AL KINDER!... ¡WOOOW!
Y yo, como buena madrecita abnegada, estoy hecha una espina (figurativamente hablando, claro. Mis redondeces habituales impiden que mi constitución física varíe tan rápidamente) ante tamaño acontecimiento mundial.
Desde recetarme el inevitable "tour" por las escuelas de la zona para averigüar a dónde carajos se van a ir mis impuestos -y de paso cerciorarme que la escuela no sea una fábrica indonesia clandestina-, pasando por las preguntas de rigor por parte de las directotras que me hicieron desconfiar de mi absurda idea de llevarlo a educarse, hasta las pláticas con las mamáces, que como yo, buscamos que nuestros hijos desde el kínder connstruyan su camino hacia Harvard. Por decir algo.
Todo ha sido un constante ir y venir por el ya conocido tráfico escolar.
Pero ¿saben una cosa? Estoy muy emocionada; estoy muy feliz porque, siendo sinceros, la etapa escolar es la que mejor se me da. Como mamá, ¡OBVIO!
Lo anterior (la etapa de bebé) lo guardo como un nebuloso recuerdo donde voces ajenas a mi instinto maternoso se mezclan con caras largas y desvelos profundos al no saber ni que onda con los beibis.
Pero superada esa fase, lo que sigue va por mi cuenta. No en balde pasé anclada a una banca la mayor parte de mi vida. Por decir algo.
Y bueno, al fin podré darme cuenta de por qué le hacen tanto al cuento las mamis histéricas camino a la escuela, batallando con el infante que trae puesto el pantalón de la pijama mezclado con el uniforme, con un pedazo de pan dulce colgando de sus manitas, un bigotazo de leche chocolatada y terminando la tarea en el coche, porque ¿pus qué no son las tardes para jugar?
Lo repito: espero con ansias el primer día de escuela del Matius; ya quiero verlo con su uniforme, su mochila, sus cuadernos que con trabajos sobrehumanos forramos su padre y yo (¿a quién se le ocurre pedir un forro sobre un engargolado?) y sus enorme ojazos descubriéndolo todo.
Por si las dudas (porque ya nos conozco) llevo kleenex.
Porque la Marmota y yo somos pero re bien chillones.
(Y eso le da un oso a Mateo...)
Debe ser que cuenta con poderosísima capacidad de desdoblamiento de personalidad que lo hace capaz de transformar una clara situación adversa, en un fabuloso día de campo. Por decir algo.
Es su turno para ir a la escuela. ¡MI HIJO YA VA A ASISTIR AL KINDER!... ¡WOOOW!
Y yo, como buena madrecita abnegada, estoy hecha una espina (figurativamente hablando, claro. Mis redondeces habituales impiden que mi constitución física varíe tan rápidamente) ante tamaño acontecimiento mundial.
Desde recetarme el inevitable "tour" por las escuelas de la zona para averigüar a dónde carajos se van a ir mis impuestos -y de paso cerciorarme que la escuela no sea una fábrica indonesia clandestina-, pasando por las preguntas de rigor por parte de las directotras que me hicieron desconfiar de mi absurda idea de llevarlo a educarse, hasta las pláticas con las mamáces, que como yo, buscamos que nuestros hijos desde el kínder connstruyan su camino hacia Harvard. Por decir algo.
Todo ha sido un constante ir y venir por el ya conocido tráfico escolar.
Pero ¿saben una cosa? Estoy muy emocionada; estoy muy feliz porque, siendo sinceros, la etapa escolar es la que mejor se me da. Como mamá, ¡OBVIO!
Lo anterior (la etapa de bebé) lo guardo como un nebuloso recuerdo donde voces ajenas a mi instinto maternoso se mezclan con caras largas y desvelos profundos al no saber ni que onda con los beibis.
Pero superada esa fase, lo que sigue va por mi cuenta. No en balde pasé anclada a una banca la mayor parte de mi vida. Por decir algo.
Y bueno, al fin podré darme cuenta de por qué le hacen tanto al cuento las mamis histéricas camino a la escuela, batallando con el infante que trae puesto el pantalón de la pijama mezclado con el uniforme, con un pedazo de pan dulce colgando de sus manitas, un bigotazo de leche chocolatada y terminando la tarea en el coche, porque ¿pus qué no son las tardes para jugar?
Lo repito: espero con ansias el primer día de escuela del Matius; ya quiero verlo con su uniforme, su mochila, sus cuadernos que con trabajos sobrehumanos forramos su padre y yo (¿a quién se le ocurre pedir un forro sobre un engargolado?) y sus enorme ojazos descubriéndolo todo.
Por si las dudas (porque ya nos conozco) llevo kleenex.
Porque la Marmota y yo somos pero re bien chillones.
(Y eso le da un oso a Mateo...)
1 comentario:
En hora buena!!! y còmo le ha ido a Matius?
Yo me tuve que llevar los kleenex a la guarderia!
te quiero... Danny Fdez
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