¡Ahhhhh! Tenía un buen rato de no saber lo que era estar en casa, haciendo las labores propias de la domesticidad y cuidando -y entreteniendo y consolando y jugando a las luchas y viendo "Charlie y Lola" hasta la náusea- al Matius... All day long!
Cuando uno se acostumbra a ser pata de perro (o bueno, de gato) la casa es el lugar donde menos quieres estar (y menísimos si tienes que limpiarla...ewww!)
¿Y cuál es el motivo de tan terrible suplicio? Pues que la maternidad tiene sus vericuetos en los que mi comprensión es insuficiente.
Estoy bien pinche preocupada (sí, así de preocupada. ¡Imagínense!) por la salud de mi hijín. Cuando él era una pequeña marmotita, yo pasaba las tardes mirándolo dormir y apresurándolo en silencio para que ya creciera. No veía la hora en la que él y yo nos descolgábamos por la ciudad visitándo parques, circos, cines, zoológicos y miles de neverías. Planeaba idas al Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria para gritar muchos "goyas" y en mi muy fecunda imaginación, lo visualizaba participando en concursos de spelling bee.
Pero nunca reparé en que al crecer los chicos también crecen sus necesidades y sus cuidados, y es por ello que aquí me tienen pariendo chayotes con los miles de doctores y especialistas que han auscultado al Mats.
La verdad es que traigo el corazón hecho puré, pues en menos de una semana hemos pasado del pediatra al cardiólogo, al doctor general, a los análisis de pipí y popó y al doloroso procedimiento de extracción de sangre.
Todo está en aparente calma, estamos en la fase donde los diagnósticos son un tanto a ciegas y el mantener la cabeza fría es necesaria. Y es que parece que cuando te trepas al carro de "soy mamá primeriza", el camino es un trayecto interminable. Por más que los consejos en los baby showers (de, por cierto, amigas que en su vida han sido mamás) tratan de despejar un poco la incógnita de la maternidad, lo cierto es que cada una de nosotras debe descubrir por sí los "do" y los "dont's" de la misma.
Lo siento menos "n" lectores de siempre, quise que compartir ésto con ustedes no para deprimirlos ni disuadirlos de ser mamáses o papáses, sino para que le vayan midiendo el agua a los elotes...
Ya ni les platico de lo que es elegir el kínder adecuado, pues en éstos días me desconozco completamente. Tal parece que estoy buscando la nursery de Harvard (puuuu... ¡y luego en mi pueblo!...jajaja)
Bueno, me están esperando en una casita hecha con almohadas y sábanas y pues... ¿cómo perderme semejante fiesta de té?
Finalmente lo único que queda de nosotros en éste mundo es la continuidad de nuestros pensamientos en el actuar de otra persona.
Como el gusto de mi hijo por los gatos callejeros.
Cuando uno se acostumbra a ser pata de perro (o bueno, de gato) la casa es el lugar donde menos quieres estar (y menísimos si tienes que limpiarla...ewww!)
¿Y cuál es el motivo de tan terrible suplicio? Pues que la maternidad tiene sus vericuetos en los que mi comprensión es insuficiente.
Estoy bien pinche preocupada (sí, así de preocupada. ¡Imagínense!) por la salud de mi hijín. Cuando él era una pequeña marmotita, yo pasaba las tardes mirándolo dormir y apresurándolo en silencio para que ya creciera. No veía la hora en la que él y yo nos descolgábamos por la ciudad visitándo parques, circos, cines, zoológicos y miles de neverías. Planeaba idas al Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria para gritar muchos "goyas" y en mi muy fecunda imaginación, lo visualizaba participando en concursos de spelling bee.
Pero nunca reparé en que al crecer los chicos también crecen sus necesidades y sus cuidados, y es por ello que aquí me tienen pariendo chayotes con los miles de doctores y especialistas que han auscultado al Mats.
La verdad es que traigo el corazón hecho puré, pues en menos de una semana hemos pasado del pediatra al cardiólogo, al doctor general, a los análisis de pipí y popó y al doloroso procedimiento de extracción de sangre.
Todo está en aparente calma, estamos en la fase donde los diagnósticos son un tanto a ciegas y el mantener la cabeza fría es necesaria. Y es que parece que cuando te trepas al carro de "soy mamá primeriza", el camino es un trayecto interminable. Por más que los consejos en los baby showers (de, por cierto, amigas que en su vida han sido mamás) tratan de despejar un poco la incógnita de la maternidad, lo cierto es que cada una de nosotras debe descubrir por sí los "do" y los "dont's" de la misma.
Lo siento menos "n" lectores de siempre, quise que compartir ésto con ustedes no para deprimirlos ni disuadirlos de ser mamáses o papáses, sino para que le vayan midiendo el agua a los elotes...
Ya ni les platico de lo que es elegir el kínder adecuado, pues en éstos días me desconozco completamente. Tal parece que estoy buscando la nursery de Harvard (puuuu... ¡y luego en mi pueblo!...jajaja)
Bueno, me están esperando en una casita hecha con almohadas y sábanas y pues... ¿cómo perderme semejante fiesta de té?
Finalmente lo único que queda de nosotros en éste mundo es la continuidad de nuestros pensamientos en el actuar de otra persona.
Como el gusto de mi hijo por los gatos callejeros.