sábado, 25 de diciembre de 2010

La Navidá.

Mi época favorita desde siempre ha sido la navideña. Desde niña, a pesar de irregularidades en mi crecimiento y mi desarrollo (que tenían que ver con problemas existenciales con mi amigo imaginario y el uso obligatorio de zapatos ortopédicos) las fechas para cantar dale, dale, dale y salir en la pastorela, estaban marcadas con rojo desde enero. Mi mamá se sorprende que, siendo Grinch para muchos aspectos de la vida, tenga ese ánimo festivo para celebrar una fecha que ps la neta está bien devaluada. Y bueno, al paso de los años he tenido que reestructurar el verdadero significado de la navidad, dejando a un lado mi consumismo natural e inherente en todo ser humano (¡ustedes también, no se hagan!) para dar paso a lo que se espera que todos sintamos en ésta fecha: amor desinteresado y vehemente por la humanidad. Traducido al cristiano, que todos nosotros confiémos en todos nosotros.
Es difícil. Más que difícil es imposible.
Tal vez si viviésemos en una aldea noruega de 300 habitantes, donde neva y se come lutefisk, ese sentimiento sería latente, pues el cálculo nos indica que es matemáticamente posible confiar en una población donde comer sosa indiréctamente, es señal de que todo está bien entre nosostros.
Pero confiar en los 108.4 millones de compatriotas... no se. Yo puedo decir que confío en algunos de mis 77 amigos de facebook, que confío en uno que otro familiar lejano y que confío en mi familia cercana.
Eso sí, no confío para nada en el gato que tenemos por gerente general de éste país.
Ni en la Iglesia, a la cual en Diciembre, registra su "temporada alta".
Tampoco puedo amar salvaje y desinteresadamente a aquellos que año con año se frotan sus pezuñas esperando a que yo declare mis impuestos.
Ni al cabrón que me asalta en la esquina, quitándome mis cositas que con mucho trabajo adquiero (amén del susto que me pega)
Tons, volviendo al punto que es el significado de la Navidad y releyendo lo que acabo de escribir, yo diría que lo único que me motivó a celebrar éstas fechas de manera tan regocijante, fue la responsanbilidad y la ilusión de educar a un futuro ciudadano ejemplar.
Aunque no le haya latido el Mega tráiler que Santa y el Niño Dios (en un claro ejemplo de cooperación internacional) le obsequiaron y prefiriera jugar con la caja.
Ahora se de dónde salió la publicidad de Master Card.
Y finalmente, todo se reduce siempre a nada.
Feliz Navidad!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Claro uno no puede no mas asi privar de esas ilusiones y bonitas festividades a los niños.....
La verdad creo de la lista de mis mejores recuerdos siempre estan las navidades y festejos con la familia!
Danny Fdez