Estoy a un pelo de cumplir treinta. Es una edad importante y para mi, es una edad aterradora.
Cada decisión que he tomado, por muy pequeña que sea, se ha convertido en una bola de nieve que crece y crece, aplastándome o llenándome de nevosa felicidad. Pero ha quedado para la posteridad, como aquellas fotos de secundaria en las que lucíamos sendos copetes bien crepeado y esos brackets, tratando de enderezar unos dientes austinpowerescos.
Honestamente, no me imaginé cómo sería yo al cumplir treinta.
Sabía ciertamente que no podría ser como mi mamá (a esa edad ella batallaba con dos criaturas de 10 y dos años, respectivamente. Con trabajo fijo y estable como abogada en el área de amparos del entonces Departamento del Distrito Federal y con una pequeña, pequeñísima histeria, que se volvería hereditaria). Pero tampoco sabía qué sería de mí.
Y sigo sin saberlo, pa que más que la verdad.
Hace poco bromeaba con Marmota (que por cierto, en eso de los treintas ya es todo un experto) comentando que no podía ser que ya le estuviera pegando al treintón y yo siguiera peleada con mi adolescencia… y reíamos ¡jajajajaja!, pero al término de la risa, quedaba aquello que yo llamo “posos de conciencia” los cuales me indicaban que no era del todo broma aquella afirmación. Sí, sigo peleada con el pasado, MI pasado.
Es un fardo que no puedo soltar y que me niego a comprender para evitar más errores en el futuro. Soy como los adictos moderados, que saben lo que su adicción les acarrea pero aún así, no pueden prescindir de ella.
Mi pasado me condena, me tiene sentada en un banquillo acusatorio con la luz cegadora en un alto wattaje, cuestionándome todo el tiempo por aquellas malas elecciones que tomé y que por más que terapeutas, psicólogos, metiches, buenas conciencias, buenos amigos, malos amores, etc., intenten echar de su cosecha, pues nadie puede quitarme de la cabeza esa comezón que Pastilla canta tan bien.
Por eso me resisto y me enferma cumplir treinta. Porque es como una bofetada en la cara, el pasado y me tortura y yo me dejo torturar…
Aunque, cuando sale el sol y entibia un poco mi corazón, me doy cuenta que pues ni pez, Acuamán, la vida sigue y ahora no sólo yo dependo de mi poca o mucha imaginación para salir adelante.
No me tiro para que me levanten, esa acción de tan sobrevalorada, da franca hueva. Se que en unos momentos más, mi bendita bipolaridad me tendrá de nuevo contenta, cantando “tú mi complemento, mi media naranja…” y yo seré feliz, feliz como esas inconcientes que pululan en el espacio, sin más preocupación que traer hijos al mundo para que otros los mantengan mientras ellas se dedican a lo que mejor saben hacer… y que les sale ¡tan bien!
Ta bien, ta bien, estoy asustada. Es normal, creo yo, y como otras veces se que caeré parada, como mis buenos amigos los gatos.
Porque no de a gratis esto es una Gatería, ¿o no?
2 comentarios:
bienvenida.... una cosa es cierta, unos dias antes se siente de la fregada pero una vez que llega el día todo pasa!! asi que alivianese!
atte. daniela fdez
T quiero Dany por alivianada y porque siempre e das ánimos. y porque lees la gatería!!!
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