Soy Dana, tengo CASI treinta años y hoy cumplo tres años de matrimonio.
Escribo esto a una hora en la que debería estar dormida, emocionada como niño en vísperas de día de Reyes, o en su defecto, gozando como enana las ventajas de “dormir” con la pareja de manera “oficial”, sin el nervio de andar apagando el celular, inventar pijamadas en lugares donde no existe el teléfono o pagando a la mejor amiga por sus servicios como tapadera.
Pero no.
Frente a mi computadora trato de digerir lo que sucede: que no habrá celebración, que me he casado con un workaholic y que de plano la situación económica no está como para tomarse un día de descanso para celebrar tan magnífico acontecimiento. (Pus mientras me cambie el carro…)
No se qué postura asumir… por un lado, mi formación universitaria, mujer de ciencia y librepensadora me dicen que pa qué hacerla tanto de emoción, si es un día cualquiera; no es algo específico como, digamos, la navidá ¿no?, en la existe tal enajenación por parte de la mercadotecnia que los miles de grinchs que pululan por el mundo alegan que “todos los días deberían ser (aquí ponga el festejo que más le guste: navidad, año nuevo, día de las madres, día de los padres, día de las mascotas perdidas en accidentes automovilísticos, día de las carreras en ropa interior de zanahoria, ad nauseam) y no sólo recordarlo una vez al año.
¡Pero estamos hablando del matrimonio!
¿A quién en su sano juicio le gusta recordar los 365 días (y 366, por si es bisiesto) que se encuentra sometido, amarrado, juntado, pegado, matrimoñado precisamente los trescientos sesenta y tantos días de toda su vida?
Aunque por otra parte, el lado más suave y menos cínico que coexiste en mi cerebrou dice que cómo es posible que intente hacerme la fuerte si muy en el fondo, también recibí la educación telenovelesca Barbi-Ken y que muero por celebrar con cenita, piojito y besito éste día.
Y alega, además, que por qué me estoy haciendo la sarcástica cuando bien se que me duele dejar pasar éste día, teniendo yo (como en todos los matrimonios) el 50% de la responsabilidad (que no la culpa) de no tener festejo.
Irónicamente, a raíz de haberme casado, dejé de ser la Dana detallista que ustedes, queridos ex novios conocieron, para convertirme en alguien más práctico. No cartita, no regalito, no cenita. ¿Y me enojo por que yo no recibiré algo? Pues así ni cómo ayudarme, ¿verdad?
Conclusión: Gracias, Máxima deidad existente, por dejarnos llegar vivos y medio cuerdos a éste tercer año en las carreras de resistencia amorosa y gracias porque por lo mismo, tenemos un hijo que goza a sus padres juntos (y, pues sí, ¿a quién engaño?, felices).
Tan tán!
3 comentarios:
FELICIDADES! SIGUELE EHCANDO GANITAS Y PORFA INTENTA REGRESAR A LOS DETALLES!
PERDON SOY DANIELA FDEZ
muakssss!!
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