viernes, 17 de mayo de 2024

Mi banda tuíter.

 Pertenezco a una selecta comunidad donde cada persona nos sentimos únicos, originales e irrepetibles.

A quien le cuento de esta comunidad no parece hallarle mucho sentido y no se explican la emoción que me da platicarles de los progresos de cierto @, los triunfos, tristezas, pero sobre todo, de los memes, frases, ocurrencias, posturas políticas, musicales, etc. de varios de nosotros. Y sí, parece que nos conocemos en persona y en realidad estamos conectados solo en el nodo y todos estamos físicamente en polos opuestos... ¡ciertamente en polos opuestos!

¿Qué nos hace estar juntos? Probablemente lo difícil que es encontrar la validación o la contención que se supone nos deberían dar los seres con los que convivimos del diario y en vivo. Personalmente me he llenado de mucho de lo que mi comunidad me ha dado desinteresadamente (sobre todo, fantas... chiste local, no lo entenderían) y en éstas semanas del terror no ha habido día en el que alguien me comparta una intención de abrazo, de un beso cariñoso, otros no tanto, palabras de ánimo, palabras de consuelo y amistad, confianza y mucha empatía. No me alcanza la vida digital para agradecerles a todos lo que me han dado y lo que he aprendido de todos y cada uno de los arrobas con los que convivo diariamente.

Gracias por ser abiertos, por dejarme estar junto a ustedes en sus vidas, en sus cuitas, en sus decisiones... gracias por cada cosa bonita que han compartido y por todo lo que les he aprendido y reído.

Si algún día me vuelve a ahogar la tristeza como lo hizo hace casi un mes, se que no moriré sola y comida por gatos virtuales. Sabré que encontré mi familia, mi casa, mi banda y sabré que es de ida y vuelta.

Gracias, Tuíter y Tuiteros. Me salvaron la vida.

viernes, 10 de mayo de 2024

A ti, madrecita.

 Todos los años pasa lo mismo: digo que odio el 10 de mayo y que no soporto los festejos ni nada por el estilo… sinceramente lo que odio es la hipocresía de la focalización en UN día, cuando es una labor que 24/7, para toda la vida y súper ambivalente.

O sea… imaginen lo absurdo que sería un “Día del Sexo” y que ese día forzosamente hubieran de tener sexo sin cuestionárselo ni desearlo (o sin tener con quién). Weeeeeey… no está tan chido como se oye.

Y por no caer en lo obvio de éste día, me he ido al opuesto, el de despreciar, denostar, minimizar lo que yo soy como madre. He sentido la vara tan alta, la presión por ser perfecta, el señalamiento de no ser suficiente, que -como en otros aspectos- he sentido que no doy el ancho y me bajo del tren. Qué estupidez.

Ya no estoy dispuesta a eso, a nadie ha beneficiado que piense eso de mi maternidad, sobre todo porque los hechos dicen cosas totalmente diferentes: soy una madre a toda ídem. Mi sentido de maternidad se siente colmado de alegría cuando veo entrar a las ratitas que viven conmigo, dispuestos a pagar gustosamente el tributo a la madre que tienen en sus vidas. Y no son los chocolates, ni las tarjetas, ni los peluchitos de Miniso… es eso, justamente, sus intenciones, su agradecimiento, las lágrimas de emoción de Alondra poniéndome una canción en su Switch donde se le dice a la mami que es su mejor amiga, en la mirada tan amorosa de mi adolescente que no esconde reproches por mis errores de primeriza cometidos en su perjuicio. Es su querer compartir conmigo y no con alguien más sus sueños, sus miedos, sus dolores, su música, sus gustos y el que sientan (y yo sentirlo de vuelta) esa complicidad, ese sentimiento de libertad de juicio que sí, amigos, sí cuesta un chingo lograr y ese es mi mérito y de nadie más.

Y es momento de cambiar para siempre mi visión de éste día: en vez de esperar ese agradecimiento o reconocimiento de vuelta, yo soy la que les reconoce a estos hijos míos lo feliz que me hacen sentir al ayudarme a juntar las piezas de mi alma sin juzgar, sin enojo ni reclamos. Les reconozco su paciencia, su amor, solidaridad, entrega como hijos y eso es más que suficiente. Estoy en paz con mi maternidad, estoy agradecida por ella, me siento una gran mamá y no admito nada que quiera quitarme este sentimiento de triunfo y satisfacción.

Gracias a mis hijos es que me siento una mujer suficiente.

Y sí, tuvieron que pasar 17 años para sentir esto que pienso y siento. Nunca es tarde, ningún dolor es para siempre.

Menos cuando tienes a dos seres amorosos que han cerrado filas alrededor de mi corazón. Soy su mami, si me hieren a mi, los hieren a ellos y ellos no se tientan el corazón, son implacables en sus sentimientos y yo me siento muy orgullosa de haberlos hecho a mi imagen y semejanza. 

Mis ratitas... siempre mías, siempre amorosas, siempre juntas.


martes, 7 de mayo de 2024

Adelante, corazón...

 ¿Dónde está esa chica?

Todos se están preguntando “¿en dónde está esa chica?” y la chica les responde:

Estoy viviendo mi duelo. Atravieso una crisis y mi forma de afrontar las crisis es esconderme en mi madriguera de gatita salvaje, lamiendo mis heridas, curando mi corazón roto y fortaleciendo nuevamente mis patitas cansadas de brincar de sobresalto en sobresalto.

Había demasiado ruido en mi cabeza.

Dice Andrea Echeverri: quiero desintoxicarme, cortar esta dependencia antes que sea tarde.

Aclarado lo anterior… ya viene el 10 de mayo, gente. Aquella fecha donde los hijos rinden tributo a las mamás (las suyas, las ajenas) y yo estoy aterrada. Me purga celebrar y que me celebren el día de las madrecitas… argh, no lo aguanto.

Pero acá las cosas las están facilitando bastante. Matius ya no me va a bailar el ratón vaquero porque la UNAM está falta de recursos y porque en su primer año de prepa… ¡exentó todas sus materias! Y la escuela de Papita se está volviendo woke y en vez de celebrar el día de las mamacitas, va a celebrar “el día de la familia”… perfeeeecto, así le puedo endilgar la monserga a su papá y ¡vámonos! A chiflar a la loma.

Qué importante es dejar los convencionalismos, aunque mis tías piolín alcen la vista al cielo y digan que se están perdiendo los valores. Mi maternidad está hecha sí, de cuadros hechos de sopa, pero también de canciones de Kanye West, de dibujos incomprensibles (para el público) con técnicas mixtas, de pelos de gata en mis abrigos y de mucho amor por mis dos bellakos inocentes que me han aguantado en ésta y otras crisis donde el mundo prácticamente se me estaba desbarajando.

Tener compasión de las madres que maternan  con el corazón roto es la nueva resistencia porque no está fácil, chavos… la neta tener la cabeza bien puesta para hablar de condones rotos, niños que gustan y que ya piden besitos en la mejilla, un jefazo que pide lo imposible en temporada de elecciones ¡y luego tener el chingado corazón roto!... ´ta cabrón, gente.

Y aquí va la parte dos: mi mamá mía de mi… ha sido el refugio que nunca imaginé encontrar. Voallorar, pérenme tantito…

Cuando le dije que ps que todo había valido chetos, me miró con compasión, se llevó la mano al corazón y me dijo que lo sentía mucho. Me dijo textual: lo siento mucho, se cuánto querías que funcionara. Y yo lloré y ella me dijo lo que siempre me decía desde que estaba en la secundaria y los vatos no me hacían caso por fea: Tú estás muy bonita, ya llegará el indicado. Besitos.

Todos dicen eso, “ya llegará el indicado”. Mi corazón no se consuela con eso pero entiendo que lo que menos desean es dejarme en desolación y agradezco su intención.

Por el momento solo quiero seguir en mi madriguera, algún día mi lengüita rasposa se cansará de lamer la cicatriz y entonces saldré de ahí, como una marmota cuando termina el invierno.

(La de a devis, no La Marmota, jajaja).