Advertencia: quien vaya con el chisme a Marmota, se las verá conmigo.
¿Qué, pues; qué carambas traemos ahora con la "juvetú"?
Ayer cuando salía de la oficina me interceptaron dos de las asistentes: "Lic., ¿se va con nosotras?"; no se si era una pregunta retórica o una invitación, pero gustosa les acepté la oferta y alegremente salimos de ahí con destino a nuestro hogar... o al menos, eso era lo que yo pensaba de cada una.
En el punto donde el camino se dividía, pensé que seguiríamos adelante hasta que pintaron su raya y me soltaron un "Es que nosotras vamos a la Condesa.."; "ah", pensé, "pues entonces nos vemos mañana, se van con cuidado". Una de ellas medio pescó la onda y atinó a preguntar "¿No viene con nosotras?", pero la otra ya le estaba contestando por mi, recordando que tenía a mis dos hijitos esperando en casa. ¡Cielos, es verdad! Sonaba verdaderamente tentadora la oferta... *suspiro.
Hace nueve años yo trabajé en un lugar llamado B2B; en esa época yo era veinteañera, soltera y despreocupada mientras mis compañeras ya eran mamás y con una patita en los "tas". Mucho les sorprendían y divertían mis cuitas y andanzas de aquella época, donde organizaba unos fines de semana salvajes en Querétaro y sitios varios. Jamás creí verme en el lugar de ellas en ese entonces, pero ayer ¡vaya que sentí el aironazo de tener treintaytantos y cargar con una familia a cuestas!
Cabe decir, en defensa de mis dos niñas favoritas de la oficina, que al principio me consideraron "una de ellas": recién entré a trabajar, me preguntaron si ya vivía sola... ¡Wow!, la neta se me hizo insólita esa pregunta pues estaba acostumbrada a que la gente asumía y/o comprobaba que era una mamá de tiempo completo, al estar la mayoría de las veces (si no es que siempre) acompañada del Mats y de Papita.
Cuando les respondí que no, pensaron que vivía con mis papás... ¡y cuando les dije que era casada y con dos hijos en verdad no lo podían creer! Pensaron que tenía 28 y no mis muy respetables 35 años... ese día creo que hasta lloré de la emoción. ¡Ja!
Camino a casa venía reflexionando acerca de la juventud, tan relativa en realidad.
Es cierto, mis veinte primaveras pasaron hace mucho tiempo, pero creo que jamás me había sentido tan segura de mi misma como el día de ayer.
Sí, sentí cierta nostalgia por no poder acompañarlas en un rato de charla, chelas y chicos, pero también sentí alivio, una ligereza de equipaje al no tener que someter a mi treintañera mente al maratón de emociones e inseguridades que se experimentan a esa edad. Fue lindo sentirse admirada, pretendida o asediada por los galanes, tener veinte años y más es la edad en la que la piel y los ojos brillan y el diablito se asoma a las pupilas. Pero de igual manera la incertidumbre por saber a dónde vas y con quién formarás una vida (sean amigos, familia o pareja) también viene en el combo y hoy, respiro por tener respuesta para ello.
Claro, sentirse admirada es lindo a cualquier edad, solo que cuando tienes ya a tu pareja, nada o nadie te mueve el piso... ¿o si?
*Pausa dramática...
En esas cavilaciones me encontraba el día de hoy cuando tuve que salir hacia la Delegación Cuauhtémoc a una diligencia. Pedí tranquilamente mi Uber, me polveé la nariz y en unos minutos ya estaba cómodamente instalada. Generalmente no hago plática con el taxista porque no quiero dar la impresión incorrecta, pero supongo que hoy me encontraba bastante distraída porque al final, ni cuenta me di de todo lo que pasó en cuarenta minutos de viaje... en un trayecto que no dura ni 15 minutos...
Ay dios, creo que entre más lo pienso, más escabroso lo encuentro... el conductor resultó un jóven sumamente educado, cortés y buen conversador. En el trayecto fue platicando la historia del inmueble donde están nuestras oficinas, la historia de los anteriores dueños, su relación con ellos y así, pian pianito pasamos al tema del Uber, que dizque muy buen negocio, que muy noble, que muy efectivo, que hasta para conocer chicas está padre porque pues él trabaja todo el día y ni tiempo de salir... todo iba muy bien hasta que la plática se centró en eso, en el ligue uberil. Y desde ese momento supe que debía bajarme, correr y contárselo a quien más confianza le tuviera, pero no contaba con que me había quedado atorada en Circuito Interior y ¡aquello no ayudaba!
Bueno, el cuate no paraba de halagar lo bien que me sentaban los lentes, la manera en la que le respondía le decía que yo era una chica (si, esa palabra usó) muy interesante, no como las otras que se suben y que aunque son guapas, tienen una papa por cabeza; que seguramente tenía muchos admiradores, que si me gustaba leer, que si alguna vez había salido con alguien de Uber... Y en ese punto, cuando los monosílabos ya no daban para más, contesté que seguramente a mi esposo no le agradaría que ningún conductor de Uber o de cualquier vehículo motorizado me invitara a salir. Silencio incómodo inmediato.
¡Ay, chirriones! Pensé que con eso se quedaría en paz hasta que no aguantó a preguntar, "¿Pues cuántos años tienes?
Me quedé pensando un momento... ¿En verdad el diablito veinteañero de mis pupilas sigue viviendo ahí?
A primera vista, parece que si...
Y si fuese así, ¿ello cambia el curso de mi historia?
Suena tentador sentirte admirada o deseada, pero el chiste de tener treintaytantos es mantener a raya los impulsos, es notar que no necesitas demostrar nada a nadie porque la única persona a la que debes impresionar es la que te devuelve la mirada en el espejo.
Ese diablito que ha entendido que el valor se lo da una y no un puñado de cumplidos sin sentido.
Sip, ligarme ya no es tan sencillo... gracias Treinta y cinco por demostrármelo.
Así es, queridos menos cinco veinteañeros lectores de siempre: liguen y sean felices. Gústense a sí mismos y el resto vendrá solo...