lunes, 21 de marzo de 2016

MÚSICA PARA CASADOS.

El día que Marmota y yo estuvimos desocupando y pintando el depa en el que vivimos durante dos años, escuchamos música y fue raro.
Nos hemos pasado nueve años escuchando la música que el otro guarda en sus memorias pero sin prestar demasiada atención porque tenemos gustos súper diferentes. De hecho, tenemos pocas cosas en común. No, aguántenme violines, no voy a llorar. Lo digo en buena onda, él y yo somos muy diferentes y musicalmente lo somos más; a mi no me laten sus gustos y supongo que él preferiría quedarse encerrado en un elevador con La Peluss antes de chutarse un recorrido por mis carpetas de música.
Así que ese domingo, pintábamos y escuchábamos forzosamente lo que el otro programaba: desde Fey hasta Banda Machos pasando por Pantera e Interpol. En algunos momentos la música decía lo que nuestras cabezas pensaban y no nos atrevíamos a decir. En otras, el momento tenso se disolvía ante la ridiculez de la letra de mis rolas noventeras (“¡Peeeeeeepe, ¿no te has dado cuenta todavíiiiii-a que te aaaamo?!”). Pero ahí seguíamos, conteniéndonos y comunicándonos en un momento bastante triste y con punto final.
El día que entregamos las llaves, nos fuimos en silencio. Costaba animarse a fuerza de tamborazos o de grititos histéricos de algún grupillo juvenil y simplemente dejamos de luchar. ¿Han oído hablar del sonido de los pensamientos? Si eso existiese, seguramente los nuestros eran el ruido de una colmena laboriosa tratando de hallar sentido a lo que estábamos viviendo, a hacerle frente a lo que nos faltaba por vivir...

*Días de mudanza...

"¡Otra vez estoy en ésta maldita situación!", pensé al verme de nuevo frente a la labor de acomodar por quincuagésima novena vez mis libros. Estoy muy decepcionada de mi: no hay manera de que logre acomodar los libros como los tenía en la anterior casa: por género, autor y región geográfica. Hay una orgía entre Murakami, Austen y Bukowski. Se que Elízabeth Bennet es una gran chica, pero al lado del idiota de Chinaski, es capaz de apagar la llama del feminismo. No se.
Marmota se encuentra chiflando como arriero un corrido insoportable de un tal Antonio Aguilar; Mateo está cantando canciones de los Scouts y Papita baila al ritmo de Pepa Pig. Parece que todos encuentran rápidamente su lugar y su contento, parece que la única que refunfuña soy yo. Necesito una dosis de Café Tacvba y un bubulubu. Tal vez sean dos.
No parece que aún en esta situación, él y yo vayamos a compartir un día de música ligera; no da tregua con mis pretensiones de "culturizar" a los niños a fuerza de acordes balcánicos. Parece que lo vernáculo seguirá siendo el eje sobre el cual se cimente el nuevo hogar...
El humor parece mejorar.

*Conclusión:
Ha pasado un mes desde aquel día en entré a trabajar; ese día recuerdo perfectamente la necesidad de acompañar cada paso con la música más alegre y optimista del mundo, así que puse "Play" y dejé que cualquier cosa sonara... No pasaron ni cinco minutos cuando ya estaba mandando mensajes a Marmota pidiéndole que me recomendara unas cuantas canciones suyas... Nadie como él para sentirme acompañada, nadie como él para enfrentar -juntos- una crisis con sabor a oportunidad.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Comadrita.... tan diferentes pero tan juntos, tan ustedes, tan chidos y unidos! Qué padre saber que hasta la musica de nuestro amor nos pone de mejor ánimo en situaciones difíciles.
Abrazo fuerte y espero hayas terminado de acomodar tu biblioteca!
Dany Fdez.